Más allá de la pareja. Eve Rickert

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Más allá de la pareja - Eve Rickert La pasión de Mary Read

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pero que de todos modos toman sus propias decisiones.

      Estructurales relacionales poliamorosas

      En apariencia, la configuración poliamorosa más simple es una triada (tres personas profundamente vinculadas entre sí) o una «uve» (una persona, llamada «pivote» o «vértice», con dos relaciones románticas). Las triadas y las uves pueden convivir o no, y pueden estar abiertas a nuevas relaciones o no. En muchos casos –quizá la mayoría–, las triadas comienzan como una uve y más tarde se desarrolla una camaradería o romance entre las dos personas que tienen una relación con el pivote.

      Un quad es una relación poliamorosa entre cuatro personas. Los quads, a menudo, pero no siempre, se forman al unirse dos parejas. También se pueden formar cuando una persona tiene tres relaciones, cuando los dos miembros de una pareja comienzan una relación independiente con una nueva persona sin más relaciones o incluso cuando comienzan una relación cuatro personas que no tenían una anteriormente. Las conexiones dentro de ese quad pueden variar de infinitas maneras. Hay quads en los que cada miembro tiene una relación íntima con los otros tres miembros; hay enes (N), que a menudo se forman cuando dos parejas se unen existiendo una única relación íntima entre las dos parejas; y los asteriscos, cuando una persona tiene simultáneamente tres (o más) relaciones no involucradas entre sí. Como las triadas, los quads pueden convivir o no, y pueden estar abiertos a nuevas relaciones románticas o no.

      Un patrón interesante que hemos visto en los quads que se forman a partir de dos parejas es que, después de un tiempo, esas dos parejas se intercambian y el quad se rompe. A veces la gente en pareja sabe que tiene problemas pero, en lugar de enfrentarse a ellos directamente, intentan comenzar una nueva relación en una estructura que es «segura». Si, por ejemplo, la esposa en una pareja tiene una cita con el marido de la otra, mientras que su esposa tiene una cita con el marido de la primera pareja, creen que nadie sentirá nunca que le han dejado de lado y ninguna nueva pareja se siente amenazada por la otra (porque, presumiblemente, la otra relación también quiere conservar su situación actual). En la práctica, la nueva relación puede resaltar los problemas y necesidades no cubiertas en ambas parejas, dando lugar a un reemparejamiento y posterior ruptura.

      También existen configuraciones mayores. Las redes abiertas son bastante comunes, donde cada persona puede tener varias relaciones, algunas de las cuales pueden tener más relaciones con otras personas o no. Las redes de relaciones tienden a estructuras informales y a menudo no tienen una jerarquía definida.

      Los miembros de algunos grupos poliamorosos se consideran casados mutuamente entre sí. El matrimonio grupal no está legalmente reconocido en los países occidentales, pero algunas personas en relaciones poliamorosas se llaman a sí mismas «maridos» o «esposas», celebran ceremonias de compromiso, intercambian anillos o hacen otras cosas que simbolizan mutuamente la seriedad de su relación. Franklin, por ejemplo, ha intercambiado anillos con dos de sus relaciones actuales. Otras formas poliamorosas no se consideran a sí mismas una unidad familiar.

      Algunos grupos tienen una jerarquía interna, en las que ciertas relaciones (a menudo la de una pareja casada) tiene prioridad sobre el resto. Esta versión de relación poliamorosa es llamada a menudo «principal/secundaria», y hablamos de ellos en el capítulo 11. Otros grupos no asumen que exista una jerarquía de poder. Eso no quiere decir, necesariamente, que cada persona es tratada de la misma manera, sino que ninguna de las relaciones tiene siempre prioridad. Cada cual puede buscar su propio nivel y no se da por hecho que las nuevas relaciones tengan que subordinarse forzosamente. Hablaremos de esto en el capítulo 13.

      Cada grupo tiene diferentes expectativas respecto a los acuerdos y las normas. Algunas relaciones poliamorosas se basan en normas, con instrucciones detalladas sobre las conductas, incluida la sexual, entre los diferentes miembros de la relación. Otras no imponen normas a sus miembros. Algunas incluyen el «derecho a veto» que permite que una persona le pueda decir a otra que termine su relación con una tercera persona... aunque como comentamos en el capítulo 12, puede ser complicado implementar esos acuerdos y peligroso llevarlos a la práctica. Otras relaciones no tienen normas respecto al veto, prefiriendo la negociación y el diálogo en su lugar. Hablaremos de algunas estructuras poliamorosas comunes, con sus ventajas y errores comunes, en la Parte 3.

      Enfrentándose a las creencias habituales sobre el sexo

      El poliamor da por hechas pocas cosas respecto a las conexiones sexuales. En la monogamia, con quien tenemos una relación romántica y con quien tenemos relaciones sexuales es, casi por definición, la misma persona. La intimidad emocional y la física están tan entrelazadas que algunos libros de autoayuda hablan de «infidelidad emocional» y animan a las parejas casadas a prohibirse mutuamente tener demasiada cercanía con sus amistades. En consultorios en prensa y televisión nos hablan del peligro que las «aventuras emocionales» suponen para el matrimonio monógamo y preguntan: «¿Es peor la infidelidad emocional que la infidelidad sexual?». La monogamia puede dejar sorprendentemente poco espacio para las amistades cercanas, y mucho menos para los romances no sexuales. Tu amistad más cercana y tu pareja sexual se presupone que ha de ser la misma persona. Esto crea problemas cuando los miembros de la relación ya no sienten atracción sexual mutua o tienen necesidades sexuales muy diferentes. Esto también crea problemas para quienes se identifican como asexuales. Si se espera que nuestra pareja romántica sea también nuestra única pareja sexual, ¿qué sucede cuando no hay compatibilidad sexual? ¿Qué hacemos cuándo una persona no desea o no puede tener sexo con la otra persona? En casos como este, la monogamia tiene un problema. En esa situación parece absurdo decirle a la otra persona: «Te prohíbo que cubras tus necesidades sexuales con otra persona y yo no voy a cubrir tus necesidades sexuales», pero eso es exactamente lo que sucede. La persona cuyas necesidades sexuales no se cubren tiene que elegir: presionar, coaccionar, las infidelidades a escondidas o el celibato.

      Incluso cuando una buena relación monógama no es sexual por mutuo acuerdo, es tratada de manera despectiva, cuando no con burla. «¿Tu esposa y tú no habéis tenido sexo desde hace dos años? Oh, lo siento mucho. Debe ser terrible ¿Qué problema tenéis?».

      Una de las ventajas del poliamor es que no significa que tengas que poner todas tus expectativas sexuales en una sola persona. Eso permite cambios que serían una amenaza en muchas relaciones monógamas. Una relación afectiva abierta, emocionalmente satisfactoria y profundamente comprometida entre dos personas que son, o se han convertido, en sexualmente incompatibles, puede crecer sin necesidad de que esas dos personas estén sexualmente frustradas el resto de su vida.

      De todos modos, las necesidades no son necesariamente transitivas. Lo que necesitas en una relación no te lo va a dar necesariamente otra persona. No estamos diciendo que el poliamor sea una solución sencilla para las relaciones en las que hay un deseo desigual o no existe. Para alguna gente, la sexualidad es la expresión del romance y el amor; esas personas pueden necesitar tener sexo con todas sus relaciones románticas, y si esa expresión sexual no está presente, puede dañar la relación.

      Muchas personas poliamorosas, entre quienes nos incluimos, tienen relaciones románticas muy profundas en las que la sexualidad juega un papel muy limitado o ninguno en absoluto. También hemos hablado con personas que se autoidentifican como asexuales a quienes les atrae el poliamor porque les permite formar vínculos afectivos e íntimos sin el miedo a estar privando a las personas con quienes tienen una relación de la oportunidad de tener una feliz vida sexual.

      LA HISTORIA DE EVE

      Peter y yo habíamos sido pareja durante diez años cuando decidimos casarnos. El día de nuestra boda hacía un año y medio, aproximadamente, que no habíamos tenido sexo.

      Comenzamos nuestra relación como la mayoría de las parejas, calientes todo el tiempo, experimentando y teniendo sexo como conejos.

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