El aprendiz de doma española. Francisco José Duarte Casilda
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–¿Cómo sabía que le iba a preguntar eso precisamente? –le dije sorprendido.
–Querido amigo, todos hemos sido jóvenes y aprendices en algún momento de la vida –me dijo mirándome y, sonriendo cariñosamente, continuó–: Te diré que muchos desean ser jinetes y no saben domar un potro; están más interesados en alardear de sus habilidades y sorprender a los aficionados profanos en la materia que conocer la base de la buena equitación. Para ser potrero se tiene que conocer la herramienta de trabajo, que no es otra que el mismo potro, y para ello tenemos que saber cómo vive, cómo reacciona, cómo piensa, cómo actúa, y todo eso lo podremos averiguar siendo mozo de cuadra, limpiando su cuadra, cuidando su alimentación, cepillándolo y limpiándole los cascos.
Empezamos repartiendo la ración de pienso a cada uno de los animales que se encontraban en las cuadras. Normalmente suele ser un pienso compuesto, variando según el animal la cantidad y la de los cereales naturales, según sean sementales o potros; es decir, si están de descanso o en cubrición, son potros más adelantados en doma base o que se están preparando para alguna competición donde necesitan más energía. Todo esto me lo explicó el señor Luis según le ponía el pienso a cada uno. No siempre había en las cuadras los mismos animales, por lo que tenía que saber qué ración había que aplicarle a cada uno, ya que los potros eran vendidos según aparecía un comprador y se llegaba a un acuerdo en la negociación.
–Mira, Juan, observa cómo reacciona este potro; es celoso de la comida, guiña las orejas y les enseña los dientes al resto. Si le castigas alzando la voz y obedece es que no es malo, pero si por el contrario colea y te pone la grupa es señal de falta de docilidad y esos detalles saldrán más adelante cuando llegue el proceso de la doma.
–Cierto y además es feo para cuando venga gente a comprarlos, ¿verdad?
–Correcto. Mira este otro. Parece que no hay potro en la cuadra. Entras y sales y él a lo suyo; solo piensa en comer, sin importarle lo que le rodea. Mira, paso por todos lados y él se gira para hacerme espacio y no molestar. Esto es síntoma de confianza y a tener en cuenta cuando tengamos que empezar el adiestramiento. También es importante el trabajo diario, que les hará familiarizarse mucho con nosotros hasta que se den cuenta de que es una cosa normal cuando te vean con la horquilla quitarles el estiércol y lo mojado por los orines y reponer la cama con paja nueva y limpia. La paja será la suficiente para que coma hasta saciarse y lo que sobre será la reposición para la cama. Esta se echará en el suelo para que los caballos no pierdan nunca su hábito natural de comer en el suelo y que, por estar encerrados, les tendremos que proporcionar nosotros. También es importante porque al realizar el ejercicio de levantar y bajar el cuello para llevarse la paja a la boca están fortaleciendo el cuello y eso evita muchos problemas como son los cuellos vencidos y músculos contraídos.
–Maestro, es increíble lo que voy a aprender con usted.
–Si sigues todos mis consejos y me escuchas detenidamente, a la vez que observas cómo se trabaja a los caballos en esta casa, puedes llegar a ser un gran caballista, créeme.
Según me estaba explicando el trato con los potros me dijo que mientras se comían el pienso los ataba a una argolla para que se acostumbraran a estar atados y aprendieran a no tirar. Pero esto todos los potros ya lo tenían aprendido desde el destete, porque cuando llegaba el momento de separarlos de sus madres los ataban hasta que volviesen a ser soltados. A esa edad no tienen fuerza para tirar fuerte y lastimarse; aunque después los soltaran y los cogiesen a los tres años y medio para la doma o venta, jamás se les olvidarían esas primeras lecciones.
Sacamos a un potro de su cuadra. Yo le tenía cogido por la cuerda para que cabestreara detrás de mí, y mi maestro colocado detrás lo animaba a que me siguiera. Me acerqué a una argolla y lo amarré con un nudo que me enseñó don Luis, de tal forma que si por algún motivo tenía que soltarlo, solo con tirar de la punta de la soga el potro sería liberado.
–Mira, Juan, lo primero que tienes que hacer a la hora de acercarte a un potro que está atado es hablarle para que no se sorprenda y te espere. Si te acercas mudo y el potro te ve sin esperarte, con el susto podría darte una patada o dar un tirón del cabezón, o cualquier cosa que podría provocarle un resabio. Ten siempre presente que posee una memoria extraordinaria, tanto para lo bueno como para lo malo, y desgraciadamente lo malo les suele marcar mucho más. Por eso siempre hay que hablarles mucho, y sobre todo con buen tono de voz; eso los relaja y les da confianza a la vez.
–Este potro se ve dócil y noble, pero parece que le falta nervio; no creo que valga para la doma. ¿Usted qué dice?
–Estás equivocado, muchacho. No confundas nervio con miedo, o nervio con clase. Un potro puede aparentar ser fogoso y realmente estar con temor por falta de confianza, o bien no aparentar ser temperamental y tener clase. Es decir, los potros no tienen que ser nerviosos; ellos tienen que ser obedientes y escuchar a la persona que los trata diariamente y dejarse emplear en el trabajo, que no pierdan el deseo de ir hacia delante y querer agradar. Normalmente el miedo de los potros jóvenes no es otra cosa que el temor a lo desconocido. Para eso está la buena base, para que en un futuro no tengamos que retroceder y volver a tener que repetir el camino andado, con el inconveniente de perder el tiempo.
–¿Quiere decir que este potro, al ser dócil y noble, puede llegar a ser un gran caballo para la doma? –le dije no estando del todo convencido de la explicación.
–No es eso exactamente. Se puede ser dócil y noble y tener cualidades limitadas. En realidad son muchos los factores que debe reunir un buen ejemplar, pero ya los irás descubriendo con el paso del tiempo.
Desatamos al potro para enseñarle a andar detrás de mí, con tan solo el cabezón de cuadra puesto y una cuerda de unos cuatro o cinco metros. Yo tiraba del animal para que me siguiera, pero se quedaba parado y rehusaba seguirme. Entonces don Luis se colocó detrás de él y a una distancia prudente lo arreó con un chasquido en la boca y una vara haciéndola sonar para que se decidiera a seguirme.
El potro no solo anduvo, sino que de un salto me adelantó cogiéndome por sorpresa y de milagro no me arrolló. Gracias a que tenía soga de sobra pude sujetarlo e impedir que se me escapase.
–Bien, muchacho, has actuado correctamente; eso es lo que se debe hacer –me dijo don Luis–. Que sepa que le tienes sujeto y no se puede escapar. Si en ese momento la cuerda llega a ser mucho más corta no te hubieses quedado con él y se hubiese escapado. Las consecuencias habrían sido muy malas, ya que podría haber aprendido a escaparse y repetir la jugada más veces. Por eso y de aquí en adelante quiero que sepas que en todo el proceso de doma de un potro, cuando sea la primera vez, esa primera vez que hay para todo, hay que ser muy cuidadoso, y no se trata de ser miedoso. Si alguien te ve reaccionar de esta manera debe ver que es por precaución. El tener que resolver problemas que en un futuro pueden tener graves consecuencias, donde aparecen los malos vicios y los resabios, obliga a ser prudente.
Continuamos un poco más y el potro quiso intentarlo de nuevo, pero esta vez fue mucho más suave y al final me seguía como un cordero. Justo en ese momento, mi maestro me dijo que tenía la lección aprendida y me ordenó llevarlo de vuelta a su cuadra.
–Bien, aquí es donde el potro se encuentra mucho más relajado, ya que es donde pasa la mayor parte del tiempo. También donde más confianza nos tiene, ya que es el lugar donde diariamente le echamos de comer y le hacemos la cama; por tanto también es un buen lugar para limpiarlo y que se deje acariciar