El aprendiz de doma española. Francisco José Duarte Casilda

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El aprendiz de doma española - Francisco José Duarte Casilda Estilo de vida

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su nombre saben cada una a quién están llamando, sino que también tienen experiencia en hierbas medicinales haciendo de fenomenales veterinarios, y cómo no, también poseen conocimientos de talabartería, realizando buenas albardas y aparejos. En los principios de la doma vaquera en las pistas, las monturas eran grandes, bastas y pesadas, por ser realizadas por estos artesanos. Posteriormente pasaron a ser realizadas por guarnicioneros y fueron más livianas y cómodas, tanto para el caballo como para el jinete, ya que la función principal de las antiguas monturas no era el uso que se les dio posteriormente. Te he resumido un poco lo que aportan estos conocimientos, pero ten presente que es solo el principio para poder llegar a ser un buen potrero. Aunque esto te lo explicaré más detalladamente sobre el terreno cuando estemos trabajando un potro.

      –Maestro, ¡pero estos trofeos y medallas no son de un arriero! –le seguí insistiendo señalando de nuevo la fotografía.

      –Fue posteriormente, cuando me llegó el momento de realizar el servicio militar, y gracias a los contactos que don Gregorio tenía, que pude pasar tiempo en el Ejército rodeado de caballos, en la escuela de equitación militar, donde aprendí todo lo relacionado con las labores de un mozo de cuadra. Ningún oficial les decía a los soldados nada referente a la doma de los caballos; también es cierto que muchos soldados estaban solo para cumplir el tiempo reglamentario del servicio militar. Pero mi caso era distinto. Todas las tardes, en mi tiempo libre me acercaba a ver cómo los oficiales daban clases de equitación a los suboficiales. En un principio eran algo reacios a mi presencia, pero pensando que era solo un soldado aburrido no me dijeron nada. Pasaron los días hasta que un comandante se acercó a mí y me preguntó si me gustaban los caballos. Me cuadré para saludarlo como correspondía a su rango y le dije que mi ilusión era saber montar bien algún día y domar un potro como los que veía en aquellas sesiones diarias.

      El señor Luis se quedó callado y, mirando cómo las llamas se apagaban por el consumo de la leña, cogió varios leños de la candela y los juntó para que ardieran hasta llegar a hacerse cenizas y continuó:

      –El comandante me invitó a que fuese su ayudante, pero para mi asombro no fue lo que yo esperaba, que era trabajar un potro para adiestrarlo, sino montar un caballo viejo y retirado de la competición que él tenía para sus nietos. Según le dábamos cuerda con la montura puesta, estando yo siempre callado y con el respeto que se merecía al estar en el Ejército y ante un superior de aquel rango, me dijo: «Luis, lo primero que tienes que aprender es a montar bien; no se puede adiestrar un potro si tú no eres el primero en estar adiestrado. No solo tienes que conocer las herramientas para que un potro progrese adecuadamente; también tienes que saber montar y caerle bien al caballo, y eso no es otra cosa que una perfecta colocación de cuerpo, piernas y brazos, adquirir equilibrio y saber acompañar a tu cabalgadura en el movimiento». Y dicho esto estuve el resto del servicio militar adquiriendo un asiento correcto, realizando a veces ejercicios de volteo y montando sin estribos ni riendas.

      »Cuando empecemos a adiestrar a un potro, tú tendrás que aprender a montar una de las yeguas que tenemos en la manada, que es ideal para que adquieras confianza y tu experiencia se vaya plasmando en el potro. De lo contrario, con tu inexperiencia provocarías que el potro no avanzase por culpa de tu tensión en el lomo del joven animal, al no haber adquirido el equilibrio que necesitas.

      –¡Lo que me resulta extraño es que su comandante se prestara a enseñarle a montar bien a caballo!

      –También yo se lo pregunté, y tuve la gran suerte de que me eligió para formar parte de un proyecto que él estaba desarrollando y quería saber si funcionaría antes de darlo a conocer a sus superiores. Él aprendió a montar con un profesor francés, maestro de una de las mejores escuelas de equitación de Francia. Después del éxito conseguido conmigo, y ver la utilidad para el Ejército, esta forma de montar se implantó en las academias militares.

      –Pero una vez finalizado el servicio militar, ¿usted qué hizo?

      –Le dije a mi comandante que lo que más me gustaba era la doma española en sus dos variantes: doma vaquera y alta escuela, y que los conocimientos adquiridos por él los pondría en práctica si algún día tenía oportunidad. Y esa oportunidad llegó. Cuando regresé a la finca de don Gregorio y le conté a su padre los conocimientos adquiridos en equitación se interesó por que su hijo aprendiese a montar, ya que también tenía afición por montar a caballo, él como disfrute y yo más interesado en lo profesional.

      »Contrató a un viejo vaquero retirado de una de las más afamadas ganaderías bravas. Este vaquero me enseñó todos los entresijos de la auténtica monta a la jineta, que ya te comenté en su día, y que es como yo la interpreto y conozco. Fue en una época en la que se empezaron a realizar exhibiciones y ejercicios camperos en las ferias de los pueblos. Entonces unos pocos se reunieron para reglamentarla y poder hacerla como deporte y surgió la doma vaquera federada. Los conocimientos adquiridos de mi maestro de vaquera junto con el asiento y posición aprendidos en el Ejército fueron lo que hizo que ganase esos trofeos que has visto, pero sin perder el aire de montar a la vaquera. Eso nunca se debe perder, y es lo que quiero que tú aprendas. Si pones de tu parte empeño y dedicación, los frutos aparecerán como por arte de magia.

      –Maestro, estoy deseando empezar, pero una cosa más, y finalizo para irnos a la cama; no quiero ser un pesado y es tarde, ¿cómo aprendió usted la alta escuela?

      –La alta escuela, como la vaquera, es una variante de nuestra monta española, por lo que la base hasta cierto nivel es exactamente la misma, es decir, la baja escuela. No se puede realizar una buena alta escuela sin una buena base de baja escuela. Después las cualidades del animal son las que te hacen llevarlo hacia una disciplina u otra. Yo la baja escuela la tenía dominada por años de aprendizaje para alcanzar una buena doma vaquera, y los aires de alta escuela los aprendí de otro gran maestro de la equitación en España. Después de mis triunfos en las pistas de vaquera, este gran jinete me invitó a pasar un tiempo en su casa. Intercambiamos conocimientos, yo aporté mi vaquera y él su alta escuela, aprendida de unas de las mejores escuelas de equitación que existen en el mundo y que radica en la ciudad de Viena. Pero ten presente que en España hay muy buenos caballistas, algunos autodidactas y otros con conocimientos adquiridos en un sitio u otro, pero la mayoría tienen un denominador común, que es el arte. El arte que los españoles tenemos no existe en otro país. Aquí siempre ha habido y habrá grandes jinetes y maestros de equitación.

      »Pasado un tiempo y habiendo cosechado todos los triunfos que has constatado tanto en una como en otra disciplina decidí regresar a la finca donde nací y, con el apoyo de don Gregorio, compramos la yegua que te dije y creamos la yeguada. Y esta es la historia. Aquí sigo, retirado de toda vida social.

      –Perdone, maestro, pero tengo una duda y no me puedo ir a la cama sin preguntársela antes: ¿no cree usted que la doma ha evolucionado desde su retirada de la competición a como se realiza actualmente?

      –Depende del punto de vista desde el que se mire; la tradición no está reñida con el progreso, pero evolucionar no es modificar. Me explico: la vaquera es arte y tradición. Se puede mejorar, porque todo es mejorable; es el progreso, pero siempre desde sus directrices. Cuando el arte se reglamenta y se modifican ciertos aspectos desgraciadamente pierde su sello de identidad, los jinetes pierden su personalidad y se convierten en meros imitadores. Si pasado un tiempo y adquiridos los conocimientos que yo te pueda transmitir decides participar en concursos, te encontrarás, por la forma de interpretar la doma, con ciertos jinetes y jueces que no estarán de acuerdo con tus actuaciones por desconocimiento o desuso. Pero ahora a la cama; mañana nos espera un largo y duro día.

      4. La elección de un potro para la doma española

      Yeguada

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