El aprendiz de doma española. Francisco José Duarte Casilda
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El aprendiz de doma española - Francisco José Duarte Casilda страница 6
–Pero al final fueron derrotados por los romanos, a pesar de que estos tenían un ejército prácticamente solo compuesto de infantería –le dije intrigado por conocer su versión.
–Cierto, pero esa es otra historia. Sabrás que muchas tribus prerromanas estaban enfrentadas entre ellas, lo que el enemigo romano supo aprovechar para debilitar a los habitantes de la Península Ibérica. Pero tampoco fue todo tan fácil; les costó casi doscientos años hacerse con el control de todo el territorio. Los íberos se enfrentaron a los romanos con una forma de montar similar a lo que con los siglos pasaría a llamarse «a la jineta», pero para sorpresa de estos, cuando quisieron expandir el imperio por tierras partas se encontraron con unos enemigos fuertemente protegidos por un ejército de caballos recubiertos con armaduras y mallas. Estos se llamaban en aquella época «catafracto», y su función, a diferencia de las encontradas en la Península Ibérica, era que entraban en combate directo arrollando a las fuerzas enemigas. He querido situarme en esta época de la historia para que no te líes mucho, ya que tanto una forma de montar como la otra ya se utilizaban en siglos anteriores, y esto sería hablar de antes de Cristo.
–¿Entonces la monta a la jineta es la nuestra y la monta a la brida importada? –pregunté queriendo saber si en España siempre tuvimos una forma propia de montar.
–Yo diría que sí, pero claro, después cuando nos invadieron los musulmanes del Norte de África también tenían una forma de montar similar y eso hizo que se afianzara más en nuestras raíces. Por eso no se puede calificar a una forma de montar como pura y propia, ya que todas a lo largo de los tiempos se han ido enriqueciendo las unas de las otras. Pero yo también tengo mi propia teoría, y es que lo mismo son los propios musulmanes los que se pudieron enriquecer de nuestra forma de montar y no nosotros la suya. En fin, eso lo dejo para que saques tus propias conclusiones.
–Lo de la jineta lo tengo medio claro, pero, ¿cómo llegó la monta a la brida a la península? –pregunté queriendo indagar y saber más.
–Medio claro; eso es tener más dudas que cuando empezaste. Mira, te lo aclaro. Recuerda que aquí se montaba a la jineta desde mucho antes de la llegada de los romanos; estos adaptaron su caballería para el imperio. El tener un caballo fino, brioso y temperamental es lo que hizo que se mantuviera este tipo de monta, ya que el jinete lo dominaba con las piernas y tenía las manos libres para la lanza, la espada, tirar flechas, o cualquier otra cosa que tuviese en sus manos. Eran jinetes independientes, por lo que tenían que valerse por sí mismos. Dominaban a sus caballos de tal manera que podían ponerlos a todo galope y pararlos para cambiar de sentido solo con las piernas y el gesto del cuerpo. En batalla contra otro jinete los caballos se volvían y revolvían con los toques de las piernas mientras el jinete podía deshacerse del enemigo con su espada y, si corría peligro, solo tenía que indicarle que salir era del campo de batalla y se ponían a salvo gracias a su eficaz forma de cabalgar. Generalmente, al carecer de estribos, su posición era con las piernas más recogidas y semidobladas, para poder de esta forma tener más sujeción sobre el animal. Con la llegada del estribo siglos más tarde mejoró el poder estar más equilibrado sobre el caballo al poder apoyarse en él.
–Duda aclarada, maestro. También le pregunté sobre la otra forma de montar, a la brida.
–La monta a la brida llegó al norte de la península con los visigodos. Con los siglos posteriores se fue incorporando al ejército cristiano para combatir a los musulmanes. También tuvieron una fuerte influencia con la llegada de las Cruzadas, donde esos ejércitos de la Edad Media eran arrolladores en el ataque. Sus caballos eran pesados y dirigidos con las manos, ya que las piernas las tenían estiradas por las armaduras que portaban y apoyadas en el estribo con espuelas muy largas por la dificultad que tenían en dar a los costados de sus cabalgaduras.
–Pero en toda esta historia que me ha contado no acabo de entender cómo acabaron incorporándose las dos formas de montar a nuestra actual monta española, si eran tan diferentes la una de la otra –exclamé, sorprendido de que mi maestro supiese tanto sobre nuestra historia ecuestre.
–Esto no se produjo de la noche a la mañana, sino que fue un proceso lento, aunque con pasos muy firmes y positivos. Mira, Juan, los Reyes Católicos conquistaron el Reino de Granada de la siguiente forma: Fernando el Católico tenía su arrolladora caballería montada a la brida, heredada del Reino de Aragón, también llamada monta «a la estradiota», o «a la guisa», nombre derivado de los reinos de Nápoles y Francia. La reina Isabel la Católica tenía transformada su caballería a la jineta, también conocida como «a la bastarda», un poco más refinada, introduciendo elementos ecuestres de la monta a la brida, por ser la mayoritariamente utilizada por el pueblo llano y los jinetes de la plebe tras conquistar el Al-Ándalus dos siglos antes. Con la conquista de Granada, no solo se unificó la actual España, sino que también lo hicieron las dos formas de montar que había en la península. Posteriormente, los caballeros cristianos eliminaron sus pesadas armaduras, pero no su forma de ir a caballo, mientras que los nobles aprendieron el arte de la equitación en las escuelas creadas para estos menesteres. Realizaban juegos y torneos como forma de diversión y estatus social. El ser caballero entre la nobleza se medía por sus habilidades ecuestres y para ello también se dedicaban a lancear toros y lidiarlos en las plazas de los pueblos, lo que requería una monta más específica como era la monta a la jineta. De esta forma se unificó lo que vendría a llamarse la famosa monta española en todo el continente europeo, ya que nuestros caballos y nuestra forma de montar se fueron expandiendo por todos los países, donde era requerida por reyes y nobles.
–Pero a día de hoy, ¡es difícil saber si la doma española tiene más de monta a la brida o a la jineta! –Quizás era una pregunta difícil para poder entender su respuesta, pero me lo aclaró de tal forma que según pasaba el tiempo y mi aprendizaje como jinete se afianzaba, como en la doma de un potro, fui comprendiendo sus palabras.
–Difícil es según como lo miremos. En un principio las cosas estaban muy definidas y bien fusionadas. La buena equitación es el resultado de la buena unión de ambas montas. Te diré que un caballo, para que esté presto y atento a las ayudas, tiene que tener una buena doctrina de las piernas. Aquí es donde aparece la monta a la jineta, con la diferencia de que la colocación de las piernas está modificada, es decir, van algo menos recogidas. Este tipo de monta se conserva en nuestros días en la doma de campo, el rejoneo y el acoso y derribo.
–Y la antigua monta a la brida, ¿dónde se conserva y se aprecia más hoy en día?
–Como te he contado, la monta a la brida era arrolladora; hoy en día se podría apreciar perfectamente en los caballos de los antidisturbios de la Policía. Estos están perfectamente protegidos y actúan en conjunto ante incidentes donde su participación es de gran utilidad, prestando un gran servicio.
–Ahora que usted lo dice, es cierto, pero, respecto a la doma, ¿dónde encaja la monta a la brida?
–Respecto a la monta a la brida te diré que un caballo, aparte de que esté presto a las piernas, que son las que mandan, tiene que estar en la mano, que es la que dirige, y ahí es donde aparece la otra variante, y de esta gran fusión surgió la monta española: a tener un caballo en los pies y en las manos del jinete se le conoció mundialmente como equitación española o alta escuela. La influencia que tuvo sobre la monta a la brida fue que la mano se suavizó, ya que estos eran jinetes que montaban caballos más pesados y tenían una mano muy dura; las piernas estiradas también se recogieron un poco, los bocados se redujeron en favor