El aprendiz de doma española. Francisco José Duarte Casilda
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–¿Qué te parece este potro?
Yo lo miré detenidamente como el que tiene experiencia en saber cómo debe ser un buen potro. Al estar esperando una respuesta, le dije:
–Me parece un extraordinario ejemplar. Es muy bonito y le entra por los ojos a cualquiera, me gusta.
–Eso es lo que esperaba que me dijeses. Bien, Juan, lo primero que te tienes que preguntar a la hora de comprar un potro es para qué lo quieres; si es para el trato y obtener a cambio un dinero, este podría ser el ideal. No digo que sea un mal potro, pero lo que estamos buscando es un animal con futuro para la doma en alta escuela. Por tanto tenemos que fijarnos bien en muchos otros atributos. No quiero decir que un caballo bonito sea malo, ni tampoco que tenga que ser feo el animal deseado. Te cuento: el que sea bonito es muy importante, pero es solo algo superficial. Lo que tenemos que pedirle es que además tenga corazón, ganas de trabajar, escuche al jinete, y sobre todo cualidades para desempeñar las funciones a las que lo vamos a dedicar, es decir, tres buenos aires naturales, paso, trote y galope. De estos tres, el más importante es el galope, y este o lo tiene bueno o no lo tiene. Se podrá corregir un poco, pero nunca llegar a lo deseado. Si el animal no lo tiene de nacimiento, los otros dos aires, el paso y el trote, aparte de que tengan que ser buenos, si no lo son tanto siempre serán mejorables con el trabajo diario.
–Entonces, maestro, si un potro galopa bien, ¿los otros dos aires no tienen por qué preocuparnos tanto ya que con el trabajo mejoran?
–No, no te confundas; me explicaré mejor. No he querido decir que puedan ser malos, sino que pueden no ser de igual calidad, aunque siempre de nota alta. Si el paso es malo, será malo siempre; se corregirá, mejorará, pero nunca será un animal con el que el jinete pueda demostrar su trabajo de horas, días, meses y años. Un potro con un paso o trote defectuoso por mala conformación genética o enseñado mal desde el principio, o que adquiere vicios, nunca llegará a ser un animal que alcance notas altas en la competición.
–Entiendo. En realidad, tener un potro que reúna todas las cualidades deseadas debe ser muy difícil.
–Lo es, más de lo que te puedas imaginar. También son una caja de sorpresas. He llegado a tener potros a los que les puse todo el empeño con un buen adiestramiento y solo se quedaron en belleza. Pero créeme, cuando trabajas un ejemplar de esos que todo lo hacen con desgana, protestando, que son flojos y les molesta todo lo que el jinete les manda con las ayudas, sinceramente no encuentro la belleza por ningún lado. Al contrario; también he tenido potros que, si bien no han tenido la mejor belleza del mundo, pasan desapercibidos por su forma de ser tranquila, su carácter noble, que no transmiten tanto estando sueltos, en cuanto los empiezas a trabajar se transforman por su deseo de aprender y agradar. Cuando realizan un ejercicio de equitación, al tener cierta calidad en su ejecución, al animal ya lo ves bello, porque la calidad del ejercicio hace que lo veas con mejores ojos y al final a la vista de todo buen aficionado será el que todos desearían tener.
–Según lo que usted me está diciendo veo en este potro que su galope está algo descompensado, bracea demasiado de los anteriores y los posteriores los arrastra un poco más, aparte de que sus manos pegan lanzadas hacia adelante a una mano y sus patas a otra. ¿Eso también quiere decir algo, señor Luis?
–Efectivamente; me alegro de que te hayas dado cuenta de ese detalle. El potro lleva galopando un rato y va desunido; eso quiere decir que galopa a la mano derecha pero con el pie izquierdo. Si fuese un potro con clase y cualidades, él solo se habría cambiado para su comodidad. Eso ya nos quiere decir que siempre tendrá dificultad a la hora de realizar los cambios de pie cuando llegue el momento, y esa falta ya se la habíamos visto en el galope. Esto no significa que el potro sea malo, nada de eso, sino que simplemente que lo desechamos por no reunir lo que deseamos de él. Sin embargo, puede llegar a ser un gran caballo de paseo, romería o incluso de enganche y lucimiento; todo animal tiene su sitio en algún lugar de este campo tan amplio que es la equitación. Algún día, cuando adquieras más conocimientos sobre la materia, sabrás reconocer y entender, cuando veas a un aficionado a caballo, que lo que para ti no vale para el dueño es lo mejor del mundo, porque el animal desempeña la función para la que su dueño lo quiere. Por eso nunca digas que un animal no sirve; piensa simplemente que puede no estar en el sitio correcto.
Seguidamente, el señor Luis me mandó sacar otro potro que ya conocía por meterlo a diario en el caminador. Lo solté en el picadero circular y, recordando la conversación anterior, vi en él todo lo referente a un potro tranquilo y noble. Sus tres aires naturales me parecieron, dentro de mi ignorancia, los más correctos y, mirando a mi maestro, dije:
–Señor Luis, este potro podría tener lo que usted me ha comentado que debe reunir un potro para la doma, ¿pero, no está falto de clase?
–Ese es otro gran error que cometen muchos aficionados: confunden clase y temperamento con nervios. Este potro tiene clase para dar y vender, lo que sucede es que no se la ves por su carácter noble y pacífico. Sin embargo, los que dices ver con clase, tienen un miedo histérico a todo lo que les rodea, y esos animales deben ser desechados porque solo te acarrearán problemas y disgustos. Ojo, debes saber diferenciar los nervios de ese potro, dependiendo del nivel de trato que tenga con el hombre, porque lo mismo es realmente miedo lo que tiene, pero miedo a lo desconocido por su estado salvaje y no por haber tenido contacto con el hombre. Ese miedo le hace tener nervios, pero unos nervios que con el trabajo diario se transformarán en calma y confianza.
–¿Podría ser este potro un futuro caballo de alta escuela?
–Podría ser, sí, pero eso no lo sabremos hasta que empecemos a trabajarlo y estudiarlo día a día. Son muchos los que prometen y pocos los que llegan; la mitad se quedan en el camino, pero eso lo averiguaremos echándole encima horas y profesionalidad.
»Aquí quiero aclararte un detalle que muchos no entienden, y es que algunos amigos te pedirán que los acompañes para comprar un potro y les ayudes a elegir. Nosotros podemos decir cómo es superficialmente, si tiene buenas extremidades, buen dorso, buen cuello, sobrehuesos en las cañas, vejigas en los corvejones, buen ojo, buen pelo, y sobretodo que no se le vean síntomas de enfermedad. Pero si es propenso a cólicos, por ejemplo, eso no lo sabe nadie; solo el dueño y el veterinario que lo trató. Nunca puedes afirmar con seguridad que será algo en el futuro porque las cualidades que ese animal lleva dentro solo se sabrán cuando empieces a trabajarlo en el picadero. Pero no es nuestro caso –dijo señalando al potro que estaba suelto en el picadero redondo– ya que este está criado en la ganadería y lo conozco desde que nació. Bien, ya tenemos un potro para enfocarlo en alta escuela. Ahora vamos a casa de un amigo que reside cerca; tiene unos potros muy buenos y puede que escojamos alguno para la vaquera.
Como dijo mi maestro, escogimos un potro español de la ganadería para la alta escuela, porque, según él, son los mejores para realizar los ejercicios de máxima reunión, y el potro escogido rozaba la perfección física, tenía una preciosa capa castaña, sus extremidades y tendones eran fuertes, finos y con unos cascos bien conformados y aplomados, el dorso corto, algo dulce, pero que es lo aconsejable, ya que estos suelen moverse bien y son cómodos. Los que lo tienen recto son muy rígidos y producen resistencia al trabajo y los demasiados hundidos, llamados ensillados, son muy flojos y tienden a tener dificultades a la hora de realizar los ejercicios en dos pistas. No sabía a qué se refería, pero eso me lo dijo en aquel momento y con el tiempo comprendí su explicación. También tenía un cuello arqueado como los cisnes, la garganta fina y la cara acorde a su volumen, orejas vivas y atentas a todo, la grupa fuerte y redonda con una pequeña caída en la cola, que según me dijo el señor Luis era síntoma de fuerza y le haría de buen eje y tener capacidad de equilibrio para soportar los ejercicios superiores cuando llegase el momento.