La persona en la empresa y la empresa en la persona. Carlos Ruiz González

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de la ética sí, pero también de la antropología filosófica, de la política e incluso de la metafísica.

      Más allá de la necesidad de ir superando los obstáculos mencionados, el propósito de este libro es demostrar que existen múltiples formas en que la empresa puede ensanchar las capacidades humanas a través del trabajo, aportación que hemos denominado con el nombre de valor humano agregado. La propuesta es que tal variedad puede ser agrupada en tres rubros principales, que dan lugar a los tres capítulos que conforman esta obra. El primero de ellos, que será tema del primer capítulo, es el del ámbito moral o, mejor dicho, de la virtud. Atendiendo a la distinción aristotélica entre poíesis y prâxis, se argumentará que el trabajo no sólo es actividad productiva sino también acción autotransformadora. El fruto del trabajo es extrínseco al agente que lo produce y también posee una dimensión metamórfica que incide en quien lo realiza, pues el fortalecimiento de la experiencia profesional particular produce mejores resultados externos y simultáneamente exige un cambio disposicional del sujeto como principio de acción, que habitualmente ejercido deviene en virtud. En otras palabras, una labor eficaz y fructífera sólo es posible si se acompaña del cultivo de hábitos buenos que sean capaces de transformar a su agente desde una perspectiva caracteriológica más íntima y vital. Los griegos bautizaron tal clase de hábitos con el nombre de virtudes, de modo que la formación del carácter es sinónimo de la formación de virtudes que permitan este señorío sobre sí y para el cual, además de la voluntad del sujeto, se requiere un entorno favorable que lo facilite y aliente. Y aunque la familia es la primera encargada de esta formación, la empresa, en tanto sociedad intermedia, no puede quedar excluida de dicha tarea. En consecuencia, el primer ámbito en el que la empresa puede ser formadora de hombres y aportarles valor es en su capacidad para desarrollar un ambiente propicio en el que sus miembros puedan forjar su carácter mediante el ejercicio de la virtud que exijan sus labores, de cara a la plenitud.

      Dado que la mayoría de las virtudes perfeccionan aquellas acciones que están orientadas hacia los demás, este ámbito reclama como consecuencia natural la consideración de la empresa desde una perspectiva social, en tanto que es propicia para el reconocimiento interpersonal y también, por qué no decirlo, para la amistad. No debe perderse de vista que su subsistencia depende de la coordinación y conjugación de las ideas, aspiraciones y deseos de muchas personas, hacia la consecución de una meta común, en la que cada uno de los involucrados vea realizada, simultáneamente, sus metas individuales. Si la vida laboral no es una parte aislada de los intereses y necesidades humanos sino su continuación, la empresa también posee la misión de articularlos e integrarlos con sus propios fines, en aras de crear riqueza y servir a la sociedad de forma sostenida.

      Con el fin de que la empresa concilie los fines organizacionales que le dan sentido con los fines particulares de quienes participan en ella, es importante que desarrolle un ethos propio en ese sentido. Es decir, una cultura organizacional tal que, sin desatender la especificidad de su actividad, no sea ajena a la naturaleza propia de su principal componente, que es el hombre junto con su deseo de autorrealización en un sentido no sólo profesional sino personal. Este conjunto de valores, vividos en el ethos de la organización, bien pueden constituir el nuevo norte ético con el que el ser humano contemporáneo se guíe, y lograr así, la seguridad de tener una identidad moral, vivida en común, en su interior. La exploración de esta posibilidad es abordada en el segundo capítulo.

      Pensamos que la empresa también es capaz de generar valor humano agregado al ser un elemento imprescindible de las sociedades contemporáneas para la generación de conocimiento. Al funcionar como un instrumento que permite canalizar adecuada y eficazmente algunos de nuestros rasgos más racionales, tales como nuestra capacidad de imaginar, planear, delinear y ejecutar proyectos comunes que superan el beneficio personal para aspirar al bien de la sociedad, la empresa se convierte en un espacio ideal para que quienes participan en ella no sólo tengan acceso al conocimiento y aprendizaje continuo y permanente, sino que, además, en un círculo virtuoso, lo promocionen. Tanto en las empresas como en las universidades recae la tarea de dar el impulso necesario a las nuevas ideas en todos los ámbitos. Para satisfacer necesidades se requiere generar cada vez mejores ideas y hallar soluciones más eficaces. Las empresas son organizaciones que precisamente cuentan con plataformas tecnológicas y humanas capaces de materializar todas estas propuestas y dotarlas de realidad en la solución de las necesidades de la sociedad para cumplir muchos de los sueños que para hombres y mujeres de otras épocas parecían entonces inalcanzables.

      En este orden de ideas, es posible afirmar que la empresa toma un cariz antropológico cuando considera la generación de conocimiento como una responsabilidad inherente a su labor. Como dice Aristóteles, no basta saber qué es lo que se hace, es decir, la experiencia, sino saber las causas de por qué se hace, esto es, la técnica y la ciencia. Un management que se enfoque no sólo en la experiencia acrecentada por los retos cotidianos, sino en su capacidad para generar conocimiento, reflexionando en las causas de lo que se hace, ya sea para mejorar procesos, ya sea para innovar o crear, permite desplegar la condición racional del hombre, tal como mostraremos en el tercer capítulo.

      Cabe destacar que el desarrollo teórico de estos supuestos sobre los cuales puede medirse la creación de valor humano agregado están cimentados sobre algunos conceptos de raíz predominantemente clásica, tal como se irá desvelando a lo largo de este libro. Con la ética y la política aristotélica, así como con su revitalización cristiana llevada a cabo por Tomás de Aquino, compartimos una gran cantidad de presupuestos metafísicos de gran relevancia. Son sus conceptos e ideas los que nos han permitido desarrollar los aspectos desde los cuales puede afirmarse que la empresa juega una dimensión antropológica importante. En concreto, hemos retomado tres ideas fundamentales desarrolladas en la Ética nicomáquea, en la Política, de Aristóteles y en la Metafísica: la primera de ellas es que el hombre sólo puede alcanzar su felicidad mediante el ejercicio de la virtud; la segunda es que el ejercicio de la virtud se vive y se promueve en el interior de las comunidades sociales que incluyen desde la familia hasta la polis, pasando sin lugar a dudas por la propia empresa, y la tercera es que la virtud más importante es la del conocimiento como alimento propio de la dimensión racional de la persona.

      Sin embargo, no podemos negar que también han surgido algunas contrariedades con ciertas ideas políticas y económicas aristotélicas. Adelantándonos un poco, éstas giran en torno a la comprensión y distinción entre los hábitos de la poíesis y la prâxis, así como sobre las comunidades en las que el ser humano puede encontrar la “vida buena” y que, a nuestro parecer, van más allá de la mera comunidad política, o polis; además, la complejidad de la economía moderna exige una reevaluación crítica de algunas ideas aristotélicas acerca del tema del lucro y el intercambio comercial. Desde luego, está de sobra expresar nuestro desacuerdo en torno a las ideas referentes a la esclavitud natural, así como a la rígida jerarquización política que prevalece en la filosofía política del estagirita en detrimento de muchas personas, quienes a su juicio no merecen la ciudadanía como atributo a pesar de sus aportaciones. Al contrario, ello ha sido motivo para desarrollar una estrategia de pensamiento más renovada, aunque, como ya se dijo, partiendo de las bases fundamentales ya mencionadas. Esperamos que la reconsideración de estas ideas quede debidamente justificada a lo largo del texto.

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