Cachacos en el Llano, llaneros por adopción.. Julio Izaquita

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Cachacos en el Llano, llaneros por adopción. - Julio Izaquita Investigación

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de hecho se pasa al reconocimiento jurídico con el otorgamiento del título legal sobre la propiedad de la tierra que le da al campesino una garantía de seguridad. Ese acto de titulación, al que hubo quien lo calificara de “reforma agraria”, habiéndose realizado en una propiedad privada, confiere una especie de carta de ciudadanía para las familias campesinas, pues además de la seguridad de la propiedad les da ingreso a los circuitos comerciales y financieros regulares y satisface el mayor anhelo de un campesino colonizador: poseer su pedazo de tierra.

      Adicionalmente, entre los dos reconocimientos, hay otras ventajas para los antiguos colonos. Los nuevos propietarios realizan una evaluación sobre sus condiciones de vida y de su proyección productiva futura en donde se concluye la necesidad de ampliar las áreas de terreno de las fincas que les permitiesen unas mejores economías familiares. Dos de estos colonos evocan esta previsora oferta:

      Entonces hicieron (los doctores Juan Manuel y Rodrigo) una resolución salomónica, se podría decir, y fue llamar a toda esta gente y hacer un censo de todos los colonos que había, pero amigablemente, con toda la cabalidad del caso, y decirles: – ¿Cuánta área tienen más o menos ustedes aquí? – Hicieron un croquis de todo eso y le dijeron a la gente: – Vea, ustedes toda esa tierra que tienen aquí es muy poca para vivir una familia. Con el frente que tiene cada uno les vamos a vender más tierra hacia adelante para que hagan fincas de 120, 140 hectáreas; y nos pagan la tierra.

      El cuarto beneficio para los colonos fueron las condiciones de pago de la deuda contraída por la nueva tierra adquirida, adicional a la que les fue reconocida como posesión. Incluso se diría que no fue el pago de una deuda lo que se pactó, sino una oferta laboral del nuevo hato parcelado hacia los colonos. Ellos pagarían la tierra adicional con el trabajo de cercado de las medianías de los linderos. También, si se quiere ver desde la otra parte, el hato pagaría con más tierra titulada el levantamiento de sus linderos con los colonos residentes. De tal manera que el pago de la tierra no constituyó ninguna deuda onerosa que pusiese en riesgo la producción o la misma propiedad, como en los créditos comerciales.

      Las medianías de los linderos se pactaron, en las del hato, en tres alambres y madera de corazón. En la medianía de los colonos, hasta en dos alambres y madera burda. Y en este aspecto se cometieron errores ambientales, pues las nuevas alambradas se convirtieron en trampas en las que se enredaba la fauna nativa, especialmente los venados moteados.

      La titulación de predios que cierra la última etapa de existencia del hato La Libertad en 1976, puso en movimiento la acción cooperativa de empresarios y comunidades, introduciendo así un principio rector que tenderá a ser en adelante una regla de acción colectiva: la búsqueda del juego cooperativo en el que todas las partes involucradas en un asunto de interés compartido, pero diferenciado, obtengan algún beneficio o ganancia en las decisiones e iniciativas que se emprendan.

      Momento fundante y fundamental, pues allí se sentaron las bases de esta forma de acción colectiva en que partes dispersas de un conglomerado de seres humanos, todos llegados de otras zonas del país a este territorio, en distintos momentos, entrarán a ser parte de una dinámica de cooperación en dirección hacia el crecimiento económico y el desarrollo social. A través de una apuesta por la concertación, el acuerdo de titulación de predios en el hato La Libertad definió una estrategia empresarial tendiente a superar obstáculos, rescatar inversiones productivas y establecer relaciones de buena vecindad con los demás habitantes del territorio de modo que cada participante en el juego de la cooperación obtuviese algún beneficio aportando también su correspondiente parte.

      Por el momento, al final del acuerdo entre los nuevos propietarios de predios en el hato parcelado y los colonos ocupantes, estos últimos obtuvieron el reconocimiento de su posesión en la máxima instancia de ese reconocimiento materializada en el título legal de las escrituras de sus tierras, adquirieron más tierra para sus desarrollos agropecuarios posteriores sin comprometer la nueva propiedad adquirida y establecieron vínculos de intercambio con sus nuevos vecinos los propietarios del hato. Una mirada retrospectiva hace el balance de los beneficios obtenidos en una lógica de “todos ponen, todos ganan”.

      La suerte posterior de estos nuevos campesinos propietarios de su tierra es interesante y diversa porque deja lecciones acerca del potencial real de esta forma de adquisición de la tierra, por titulación, que ha sido privilegiado como mecanismo de diversas reformas agrarias en Colombia, basadas en unidades productivas individuales o familiares y economías de subsistencia con excedentes para el mercado. No se creó ninguna empresa asociativa, cada quien se dedicó a la explotación de su propia tierra. Algunos se dedicaron a la ganadería, otros sembraron cultivos diversos, especialmente arroz, que originó pérdidas para algunos por inadecuado manejo de los cultivos y a la postre se verían forzados a vender la tierra y trasladarse al casco urbano. Un estímulo a la asociación de estos colonos provino de la donación de Juan Manuel López de un tractor para que lo administraran ellos mismos en la adecuación de tierras. Pero esa organización no se produjo y el tractor desapareció. Entre los que se dedicaron a la ganadería, hay el caso muy exitoso de Julio Mondragón, quien ha llegado a ser un rico empresario ganadero, que incluso adquirió mucha más tierra comprada a sus vecinos colonos. Falencias en el manejo y cuidado de los cultivos y desinterés por la productividad asociativa que crea economías de escala fueron en esta nueva etapa de la vida de los antiguos colonos dos debilidades para la sostenibilidad de sus propiedades.

      3 Carrizosa y Asociados, “Antecedentes y perspectivas para un desarrollo regional concertado en el bajo Upía”, Bogotá: Uniandes–CEDE (Mimeo), 1989, 26.

      4 Policía conservadora paramilitar de aquellos años.

      5 Testimonio de un colono, citado en Carrizosa, “Antecedentes y pespectivas”, 27.

      6 Catherine LeGrand, Colonización y protesta campesina en Colombia, (1850–1950). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1988.

      7 Entrevista a Juan Manuel López, en Carrizosa, “Antecedentes y perspectivas”, 27.

      8 Ibíd, 28.

      9 Ibíd, 30.

      10 Humberto Amaya, Ibíd, 29.

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