Una breve historia del futuro. Conrado Castillo

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Una breve historia del futuro - Conrado Castillo

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Aquellos viajes cinematográficos nos permitían reflexionar con hipótesis del estilo ¿qué hubiera pasado si nuestros padres no se hubieran conocido? o ¿y si supiéramos con antelación las combinaciones de la lotería primitiva o los resultados de los próximos partidos, como sucede con el famoso libro de apuestas del matón Biff Tanen, que le permite hacerse millonario apostando sobre seguro?

      Por suerte o por desgracia, viajar en el tiempo no es posible, al menos por el momento. La teoría de la relatividad, los universos paralelos y otras hipótesis cuánticas, sin olvidar la imaginación de muchos realizadores y guionistas de Hollywood, nos han entretenido en bucles metafísicos de cíborgs que vienen del futuro para impedir que nazca el causante de una guerra o en viajes al pasado que pretenden cambiar el curso de la historia, nos han hecho imaginar esa posibilidad. La máquina para viajar en el tiempo todavía no existe ¿O sí?

      Estimado lector de Una breve historia del futuro, tienes en tus manos una máquina para viajar en el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro. No es un prototipo, su eficacia está más que demostrada. Estos van a ser viajes «mentales» a través de la lectura sobre hechos históricos, algunos de los cuales reconocerás y otros no, y acerca de hipótesis futuras y determinados momentos presentes. En definitiva, el futuro y el pasado se encuentran en el presente.

      El hecho es que el pasado no podemos cambiarlo, de igual manera que carecemos de capacidad para predecir el futuro. Solo tenemos el presente. Solo podemos gestionar el aquí y el ahora, mientras recordamos lo que hicimos y cómo nos sentimos ayer, y planeamos lo que haremos y nos gustaría sentir mañana.

      El pasado, incluso el más remoto, podemos analizarlo, interpretarlo, e incluso en muchos casos reescribir la historia bajo nuevas perspectivas. Un ejercicio no exento de riesgos, como estamos comprobando ante ciertos revisionismos, como el de la crítica de la trata de esclavos del siglo XVIII desde el marco de los derechos humanos del siglo XXI, u otras revisiones que acaban por proscribir o censurar las películas de Walt Disney o las novelas de Mark Twain por no ser «políticamente correctas» a la luz de los estándares actuales de sensibilidad. Podemos aprender mucho del pasado.

      Sobre el futuro, siempre han existido chamanes, nigromantes, druidas, hechiceros, oráculos que han intentado predecirlo. Muchos son los que han afirmado poseer esa capacidad de adivinar y anticipar el porvenir, «lo que está por venir», es decir, el futuro, despejando a sus clientes las incertidumbres y mitigando sus ansiedades. No se puede adivinar lo que no ha pasado todavía, aunque sí podemos proyectar algunos elementos que nos ayuden a diseñar, a planificar un futuro más o menos probable y anticipar decisiones. Todos hacemos planes para el fin de semana con base a los pronósticos del «hombre del tiempo». O tendemos a pensar que los patrones se repiten, y por eso planeamos ir a esquiar en navidades y a la playa en verano. No lo estamos «adivinando», simplemente anticipamos una hipótesis más o menos probable. Ya, pero no es lo mismo hablar de dentro de una semana que del verano que viene, del de dentro de cinco años o del de 2260. ¿Cuándo empieza el futuro? ¿Cuándo acaba el pasado? ¿Pretérito indefinido o futuro perfecto? ¿Hicimos, hacemos, haremos o hubiéramos hecho? Lo que sí resulta inexorable es que a cada segundo que transcurre el futuro se convierte en pasado.

      ¿Te acuerdas del «Horizonte 2020»? ¡Pero si ya es pasado! Así es, pero seguramente te suenan muchos planes de inversión, estrategias y presupuestos europeos que tenían el H2020 como límite temporal; cuando empezamos a trabajar en Digitalización, en Innovación y Diseño de Futuros en 2007, el #H2020, fórmula de aquella iniciativa, era objeto de ejercicios de prospectiva, más o menos especulativa, que pretendían planificar cómo sería la experiencia de usuario, qué tecnología tendríamos, cómo serían los clientes, los escenarios, a veces utópicos, a veces distópicos… ¿Sabes qué? No hemos acertado en casi nada, pero fue muy útil. Desde luego nadie anticipó una pandemia global, un confinamiento de cientos de millones de personas, el cierre de las universidades, estadios de futbol sin espectadores, la generalización del teletrabajo o el fenómeno de las criptodivisas basadas en blockchain.

      Lo mismo que hacíamos en el ámbito profesional se hacía en el cine. En la citada Regreso al futuro Marty McFly se trasladaba de 1985 a 1955, y a 2015 en la continuación de la serie. Por su parte, Blade Runner (1982) estaba ambientada en 2019 —y la realizada en 2020, en 2049— y en la primera parte de la saga de Mad Max, un desconocido Mel Gibson era un policía en un futuro 2021 en el que empezaba a colapsar la civilización. Por incluir una referencia literaria, apuntemos que en 1948 Orwell escribió su novela distópica 1984, con un visionario horizonte de casi cuarenta años. En su día, todas estas historias nos suscitaron reacciones emocionales y discusiones más o menos racionales sobre sus planteamientos vitales, su estética o la viabilidad de las tecnologías que presentaban. Generar esa respuesta, esa reflexión, sea individual o colectiva, aunque no suponga un ejercicio de preparación psicológica, de planificación financiera o programación de objetivos comerciales estratégicos, tiene gran valor. De hecho, existe una disciplina conocida como Design Fiction —‘diseño de futuros’— que utilizan muchas empresas de primera fila, y todo un marco conceptual y académico con herramientas para hacerlo y generar esa reflexión en sus equipos y en sus clientes.

      Para escribir este libro los autores nos pusimos de acuerdo —no faltaron discusiones muy sesudas al respecto— en enmarcar el futuro de nuestras propuestas en el periodo 2035-2040, al cabo de unos 15 o 20 años. ¿Por qué 20 y no 10, o 60? Diseñar escenarios a menos de 10 años vista resulta «precipitado»: muchos planes estratégicos y de negocio se organizan con un horizonte de 5 años —por ejemplo, los planes quinquenales de las economías dirigidas de la URSS y China—. Conocemos las sedes de los Juegos Olímpicos de las próximas dos ediciones y, de hecho, como planeta estamos ya abordando la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ese horizonte, con sus 17 objetivos y 169 metas —y la hoja de ruta para lograrlo—, está perfectamente balizado con sus formulaciones e indicadores, y ojalá lo hagamos realidad. Pero si diseñar un futuro a menos de 10 años es demasiado corto, la tentación de hacerlo a 60 o 70 años —a más de 50, digamos— resulta igualmente peligrosa por descabellada. El nivel de incertidumbre es demasiado amplio y presenta variables que escapan a nuestro control y capacidad de gestión. Por más que se alargue la esperanza de vida, es improbable que muchos de los que ahora leemos estas páginas estemos aquí dentro de 50 años —o nos acordemos de estos contenidos como para argumentar con ellos—. Si lo piensas, no es muy diferente de lo que sucede con el pronóstico meteorológico: el de los próximos tres días es muy preciso, el de dentro de una semana es aproximado y el de más allá de quince días roza lo especulativo. Sin embargo, podemos anticipar sin temor a equivocarnos que en verano hará calor y que en febrero, con toda probabilidad, caerán algunas nevadas.

      Sin embargo 15 o 20 años entran dentro del «futuro gestionable». Es un futuro para el que tenemos razonables expectativas de ver «cómo sucede». El World Economic Forum, Think-Tanks de prospectiva como Millenium Project o países líderes en Innovación como Singapur planifican sus proyectos en un horizonte 2040, a 20 años vista. Es un horizonte intermedio —ni excesivamente próximo ni descabelladamente lejano— y gestionable. Las semillas que plantemos hoy serán un árbol majestuoso dentro de dos décadas.

      ¿Has pensado cuántos años tendrás en 2040? Si estás actualmente esperando un bebé, entonces estará quizá incorporándose a la universidad; si te encuentras en la mitad de tu vida laboral es posible que para entonces vislumbres ya tu jubilación, y si acabas de suscribir una hipoteca habrás acabado de pagarla. ¿Quién gobernará en Estados Unidos? ¿Seguirá habiendo conflictos religiosos en el mundo? ¿Habrá monarquía en España? —el rey Felipe VI tendrá más de 70 años—. A lo mejor no te importa mucho, pero si te preocupan otras circunstancias vitales más próximas, ¿cómo será tu casa?, ¿en qué trabajarán tus hijos?, ¿cómo nos moveremos, sentiremos, comeremos?, ¿cómo será la salud?, ¿podrás mantener tu nivel de vida con la pensión?, ¿habrá pensiones para todos en un sistema que muchos ya califican de insostenible? ¿Te inquieta alguna de estas preguntas?

      Dentro

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