David Copperfield. Charles Dickens
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу David Copperfield - Charles Dickens страница 59
-¡Oh! -dijo míster Dick-. Lo que yo haría… es meterle en la cama.
-¡Janet! -gritó mi tía, con la expresión de satisfacción triunfante que ya había visto antes-. Míster Dick siempre tiene razón. Si la cama está preparada, vamos a acostarle.
Janet dijo que la cama ya estaba, y me hicieron subir cariñosamente, pero como si fuera un prisionero. Mi tía iba a la cabeza, y Janet a la retaguardia. La única circunstancia que me dio algunas esperanzas fue que, a la pregunta de mi tía a propósito de un olor a quemado que reinaba en la escalera, Janet contestó que acababa de quemar mi ropa vieja en la cocina. Sin embargo en mi habitación no había más ropa que la que yo llevaba puesta y, cuando mi tía me dejó en mi cuarto (no sin prevenirme que la luz debía estar apagada antes de cinco minutos), le oí cerrar la puerta con llave por fuera. Reflexionando, me dije que quizá, como no me conocía, temí a que tuviera la costumbre de escaparme y tomaba sus precauciones en previsión.
Mi habitación era muy bonita. Estaba situada en lo alto de la casa y daba al mar, que la luna iluminaba entonces. Después de haber rezado y de haber apagado la vela recuerdo que me quedé asomado a la ventana contemplando la luna sobre el agua como si fuera un libro mágico donde pudiera leer mi destino, o también como si fuera a ver descender del cielo, a lo largo de sus rayos luminosos, a mi madre con su niño en los brazos para mirarme como el último día en que había visto su dulce rostro. Recuerdo también que el sentimiento solemne que llenaba mi corazón cuando quité por fin los ojos de aquel espectáculo cedió enseguida ante la sensación de agradecimiento y de tranquilidad que me inspiraba la vista de aquel lecho rodeado de cortinas blancas. Recuerdo todavía el bienestar con que me estiré entre aquellas sábanas, más limpias que la nieve. Pensaba en todos los lugares solitarios en que había dormido y le pedí a Dios que me hiciera la gracia de no volver a encontrarme sin asilo y de no olvidar nunca a los que no tienen un techo donde cobijarse. Recuerdo que enseguida creí poco a poco descender al mundo de los sueños por aquel haz de luz que reflejaba sobre el mar su brillo tan melancólico.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.