Colombia. El terror nunca fue romántico. Eduardo Mackenzie
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Colombia. El terror nunca fue romántico - Eduardo Mackenzie страница 16
Robert Service, profesor de historia de Oxford, quien fue autorizado por Gorbachov y Yeltsin a consultar los archivos personales de Lenin, reveló los detalles de ese obscuro episodio y de la aventura del famoso tren que solo fue «blindado» porque nadie podía entrar ni salir de los cuatro vagones sin la autorización de Platten y las maletas y pasaportes no fueron controlados por la policía ni por la aduana. «Sería difícil encontrar en la Historia un partido político que haya trabajado en la derrota de su propio país con más celo y determinación que los bolcheviques. Era un eslabón esencial de la cadena: el derrumbe del Estado tras la derrota militar sería seguido por la toma del poder», escribió Dimitri Volkogonov, un general ruso autor de una famosa biografía de Lenin.
¿En qué queda la teoría de Pedro Aja Castaño sobre la «financiación del comunismo» de los norteamericanos?
Los adeptos de las teorías del complot dicen que Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel (que Aja no menciona) «controlan el mundo», que los sistemas democráticos que gobiernan esos países, y el mundo libre, son meras fachadas que ocultan una horrible dictadura: la de «un grupo secreto» incrustado en las altas esferas del poder.
¿Recuerda el lector el 11 de septiembre de 2001? Tras esa catástrofe los amigos de tales teorías explicaron qué había pasado. Los atentados no habían sido, según ellos, cometidos por Ben Laden sino por «un grupo presente dentro del aparato de Estado americano que le dictaba la línea al presidente Bush». Exigieron que fuera investigada otra pista: la de un «complot interior». Había que capturar a los «conspiradores» que se ocultaban entre los «militaristas blancos, racistas, misóginos, antisemitas y anticomunistas que rodeaban al presidente George W. Bush». Ese grupo, decían, había organizado esos ataques para tomar el poder, lanzar la guerra contra gente inocente y aumentar el presupuesto de Defensa, a pesar de que, desde la elección de Bush hijo, los militares americanos no tuvieron el menor problema de presupuesto.
El promotor de esa fantasía era Lyndon LaRouche, jefe de una secta delirante americana que dispone de ramificaciones en varios países, como el Instituto Schiller, dirigido por su viuda, Helga Zepp-LaRouche, en Wuppertal. En Francia esa superchería fue defendida por Thierry Meyssan en un libro L’effroyable imposture que fue un best seller en el mundo árabe. LaRouche también proclamaba que el exsecretario de Estado Henry Kissinger había intentado asesinarlo y que la reina de Inglaterra dirigía un tráfico internacional de drogas. Varias veces acusado de neo-nazismo y antisemitismo, Lyndon LaRouche fue condenado en 1989 por fraude fiscal y desvío de dineros por lo que tuvo que pagar seis años de cárcel.
Así como los conspiracionistas trataron de disculpar a Ben Laden, Pedro Aja soslaya la responsabilidad de la dictadura comunista de China en el ocultamiento inicial de la epidemia, lo que favoreció la expansión de esa terrible infección y la paralización de muchas economías. En lugar de criticar las condiciones de higiene de los «mercados húmedos» como el de Wuhan, donde pudo ocurrir un proceso de zoonosis de recombinación de virus entre un murciélago (portador de varios tipos de coronavirus) y un pangolín, Pedro Aja se burla de esa hipótesis. Habla de «la tesis del murciélago y los cerdos, una presunción que se ‘vendió’ culturalmente en occidente».
Pedro Aja apunta el dedo acusador hacia «una organización diferente a los gobiernos» que podría ser la ONG de Bill Gates y el seminario Event 201, realizado a finales de 2019 con el Centro Johns Hopkins.
Varios portales web complotistas, como Wikistrike y Nuevo Orden mundial, dijeron que el coloquio Event 201 había sido una «simulación» de lo que sería la epidemia que aparecería semanas después. Tal descripción fue refutada por la ONG de Bill Gates quien subrayó, el pasado 25 de enero, que ese evento no hizo «ninguna predicción» y que «los datos utilizados para modelar el impacto potencial de un virus ficticio no son similares al Covit-2019». El Centro Johns Hopkins, un organismo privado dedicado al estudio de las epidemias, declaró por su parte, según el diario Le Monde(16), que Event 201 «nunca predijo que la epidemia de coronavirus mataría a 65 millones de personas», como pretenden los complotistas.
Para finalizar: Pedro Aja Castaño presenta a la China como una víctima de Estados Unidos y de quienes tratan de «dominar el mundo mediante el dinero». En otras palabras, Pedro Aja evita la discusión. Para él, la mundialización es «lo que otros llaman codicia de los inversionistas que aprovecharon la producción china barata».
Como «prueba» de eso Pedro lanza una frase incomprensible («Tengo el derecho a lanzar hipótesis cuando lo único que existe es la prueba de lo inexplicable») y cita un artículo que no es pertinente. «Cover: Get ready for a World Currency, publicado en 1988 por The Economist, hizo una profecía que no se cumplió. En 2020 no hemos visto aún el colapso del dólar ni la realización de la «unión monetaria mundial completa» que, según ese texto, «comenzaría como un cóctel de mo- nedas nacionales».
Pedro Aja Castaño insiste en amordazar la libertad de información. Él prefiere que haya una «coordinación de las informaciones» para «beneficiar a los enfermos». Error: sin libertad de información, de expresión, de discusión (científica, política y periodística), no se podrán superar los errores que cometieron los chinos, primero, y los países, después, al hacer frente a la pandemia y a las insuficiencias de los sistemas médicos de los países afectados. Sofocar la discusión, es lo peor que se podría hacer en estos momentos.
LO QUE HAY DETRÁS DE LA FRASE «APAGAR LA ECONOMÍA»
6 de abril de 2020
«APAGAR LA ECONOMÍA» COLOMBIANA PARA HACERLE frente a la pandemia de Wuhan. Esa es la receta salvadora que acaba de descubrir, después de muchas meditaciones, la alcaldesa de Bogotá.
Claudia López da la impresión de estar más interesada en confeccionarse un discurso político personal, para redorar su blasón, que trabajar duro, junto con el gobierno nacional y el sector médico-científico del país y de los países más avanzados, para saber qué es lo que está ocurriendo en el mundo con el Covid-19 y cuáles son las medidas más acertadas para proteger a las poblaciones.
En lugar de sumarse de manera responsable y modesta al frente que heroicamente lucha a diario contra la epidemia en Colombia, Claudia López optó por una línea doble: soplar el frío y el calor, acatar un día las políticas del gobierno nacional para enseguida abrirle bajas querellas a Iván Duque y confeccionar, en un rincón de su oficina del Palacio Liévano, el seductor (pero falso) dilema de «salud o riqueza».
Ella aprovecha la coyuntura para aterrorizar a la ciudadanía declarando cosas absurdas, como eso de que «ninguno de nosotros va a sobrevivir literalmente» a esta epidemia si no se hace lo que ella propone, y advirtiendo, en un tono de lucha de clases, que las medidas (imaginarias) que toman algunos (léase el gobierno y «los más acomodados») corresponden a una «visión tacaña, calculadora, egoísta», que «nos hunde a todos».
La solución es, pues, según ella, dejar de trabajar: «apagar la economía» y «encender la generosidad». Tal es el artilugio retórico fascinante que ella lanzó, como la gran síntesis, en su entrevista con Yamid Amad sin que éste se alarmara. Al veterano periodista le sonó bien eso de «apagar la economía» y no quiso ver qué había detrás de esa fórmula.
Claudia López quiere «apagar