Mijo, levántese que llegó Belisario. Ramón Elejalde

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Mijo, levántese que llegó Belisario - Ramón Elejalde

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entre los pobladores del sector comercial y entre quienes iban al pueblo a hacer mercado. El padre Gaviria era invitado por muchos católicos a degustar un aguardientico en ese recorrido, de tal manera que terminaba su jornada con sus guaros en la cabeza. El sermón, en la misa de seis de la tarde, los domingos, tenía su toque de buen humor. Recuerdo, cuando fui rector del Colegio Juan H. White, de ese municipio, uno de los famosos sermones de monseñor Gaviria. Estaba reprendiendo a los habitantes del sector urbano conocido con el nombre de Rincón Santo, por la presencia de algunas casas de lenocinio que perturbaban la paz de los demás habitantes, y con gran facilidad el padre soltó la siguiente frase desde el púlpito: “No parece que ese fuera ningún Rincón Santo, ese más bien es rincón puto”.

      Sobre el padre Samuel Ruiz Luján existen distintas opiniones, mientras fue coadjutor ecónomo de San José de Urama, entre junio y noviembre de 1950, cuando fue trasladado a Buriticá, para preservarle la vida, pues fue amenazado por los guerrilleros liberales que no le perdonaban sus discursos incendiarios. Es señalado por el padre Blandón como sectario, perseguidor de liberales, intolerante. No obstante, esas consideraciones, en Frontino algunos liberales lo han señalado de ser su ángel guardián, de no dejarlos asesinar y protegerlos. Es un tema que merece indagación a fondo sobre el paso del sacerdote por la región del occidente antioqueño.

      Hubiera querido profundizar la historia del padre Antonio José Ramírez, de quien no pude encontrar información alguna, a pesar de que muchos jefes liberales lo recuerdan en el occidente por su dedicación a defender la paz, la convivencia entre liberales y conservadores y a descalificar toda acción violenta. Puede ser que sea el mismo padre Manuel José Ramírez, quien fue el sacerdote que reemplazó al presbítero Luis Eduardo Zapata en la parroquia de Urrao; muy humano, protector de los liberales, contrario al padre Zapata, quien en Urrao y Frontino tuvo fama de violento, sectario y perseguidor de liberales. Zapata, un sacerdote muy politiquero, frecuentaba maldecir a los rojitos, dicen que tuvo que salir de Urrao en una volqueta, en medio de una caneca, pues su vida corría peligro. Nunca abandonó su posición ultraconservadora. Con cierto aire de frescura recuerdo por los años sesenta del siglo pasado, cómo algunos liberales enviaron a una niña a meterle en los bolsillos de su sotana un paquete de votos (se usaba la papeleta) de los candidatos liberales. La menor, aprovechando un tumulto donde el padre Zapata repartía votos conservadores, le introdujo subrepticiamente el manojo de papeletas liberales. Un buen rato después todos observamos la actitud descompuesta y furiosa del cura, cuando se vio repartiendo votos de sus acérrimos contradictores.

       MIS PERSONAJES INOLVIDABLES

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      De mi abuelo –Ramón Antonio Elejalde Escobar, a quien no conocí, pues a mi nacimiento ya llevaba varios años de fallecido, hecho que sucedió en la sala del Honorable Concejo de Frontino, cuando sintió agredido su honor por otro edil– heredé el amor por las letras, la historia, el partido Liberal y mi pueblito natal. De mis otros abuelos: Mercedes Sánchez, prestante educadora; Eleazar y Ana Arbeláez, recibí siempre afecto, protección y educación. Recuerdo a mi abuelo Eleazar, marinillo de pura cepa, disfrutar las transmisiones de radio en las vueltas a Colombia. Su ídolo era su paisano Ramón Hoyos Vallejo. Al retiro del pentacampeón de la Vuelta a Colombia del ciclismo activo nos dividimos en preferencias, él seguía a “Cochise” Rodríguez y yo a Javier “El Ñato” Suárez. Siempre han sido mis abuelos unos referentes en la vida.

      Mi madre, Mary Arbeláez Arbeláez, es también para mí un personaje inolvidable. Guerrera, luchadora, le tocó levantarnos en épocas de mucha pobreza y persecuciones políticas a mi padre, durante la época de la violencia partidista. Dependíamos económicamente, en gran medida, de la colaboración de algunos familiares. Con mucha dignidad y entereza ayudó en la formación de sus diez hijos. Después, al alcanzar mi padre un cargo público, Registrador de Instrumentos Públicos y Privados en mi pueblo, la vida económica de la familia mejoró notablemente y mi madre se convirtió en la secretaria y en el hada madrina del registrador. Ella, con pulcritud y transparencia, mantenía al día los asuntos de la oficina de mi padre.

      Mi esposa Nelly del Socorro López, y nuestros hijos Hernán Darío, Jorge Hugo, Paula Andrea y Ana Mercedes, son para mí personajes inolvidables y, obvio, mis nietos Tomás, Emiliano, Guadalupe y Jerónimo, que son la alegría y el aliciente de mi atardecer.

      Guillermo Gaviria Echeverri, un gran colombiano que, al decir de Belisario Betancur, fue uno de los antioqueños mejor preparados para ser presidente de Colombia. Siendo yo muy joven, escasamente recién cumplidos los dieciséis años, desempeñándose el doctor Guillermo Gaviria como concejal de Frontino, en noviembre de 1963, le propuso a la Corporación edilicia que me designara como secretario de la misma. Los compañeros de Corporación le preguntaron que si no se trataba de una persona muy joven, y él respondió: “Es buen estudiante, redacta bien y sabe escribir a máquina”. Muy joven y, por su atrevimiento, comencé mi vida de burócrata. Desde ese preciso momento el doctor Gaviria Echeverri se convirtió en mi guía. Cuando la Vicegobernación de Frontino quedó vacante, le sugirió mi nombre, entre otros, a Iván Duque Escobar, el gobernador de turno. Allí estuve durante cinco años hasta que, dos días después de posesionado Bernardo Guerra Serna como gobernador de Antioquia, invitó a Juan Gómez Martínez y a Guillermo Gaviria a recorrer la carretera al mar, ver su estado y mirar las posibilidades de la recuperación de la misma. Durante ese sobrevuelo Gaviria le reclamó, amablemente, a Guerra Serna por tener a “ese muchacho alcalde de Frontino tan olvidado y no promoverlo”. Al día siguiente, el gobernador me designó asistente del despacho. Guillermo Gaviria fue siempre un hombre directo, polémico, nada de nadie se guardaba, culto, emprendedor, creador de empresas.

      Fabio Hurtado Rave, educador en el sentido exacto de la palabra, humano, respetuoso, de gran bondad. Enfrentaba don Fabio, en el año de 1964, y siendo rector del colegio de secundaria de Frontino, una dificultad con el párroco de la municipalidad, presbítero Luis Eduardo Zapata, quien le dedicó varios sermones de las concurridas misas dominicales. El educador nunca respondió a los temidos ataques del sacerdote. Cualquier día del año dicho, visitó al pueblo el obispo de la diócesis de Antioquia, monseñor Guillermo Escobar Vélez y, en su recorrido pastoral, visitó el colegio que regentaba mi personaje. Este lo recibió con un improvisado discurso que tituló “Entrad a vuestra casa…”, que conmovió hasta las lágrimas al pastor. Fue de tal belleza la pieza oratoria, que allí se hicieron las paces entre sacerdote y educador por mediación del señor obispo.

      José Luis Arcila Hurtado, abogado marinillo que vivió largo tiempo en mi pueblo, lugar donde ejerció su profesión por varios años y de donde salió a ocupar una magistratura en el Tribunal Superior de Medellín. Casó con la señora Rosanita Londoño Pineda. No tuvieron descendencia. Arcila Hurtado fue quien me inspiró para hacerme abogado, gran amigo de mi padre, a pesar de las diferencias políticas. Arcila era conservador. Fue de las primeras víctimas de la violencia narcotraficante de Colombia. En un estadero situado en la calle Colombia de Medellín, frente a un almacén de cadena, fue vilmente asesinado el ilustre abogado.

      Inicié mi carrera profesional en 1976, para entonces ya había perdido la vida el doctor José Luis, y me prometí visitar su tumba al finalizar mis estudios. No lo pude hacer porque me quedó absolutamente imposible localizar el lugar.

      Era un abogado estudioso, riguroso y responsable, hermano del igualmente abogado Ramón Emilio Arcila, cofundador de la Universidad Autónoma Latinoamericana y líder de la izquierda democrática en Antioquia. Eran, políticamente, el día y la noche.

      El abogado Julio Samuel Escobar Castrillón es otra persona que me ha inspirado. Su fidelidad a las ideas, sus profundas convicciones políticas y religiosas, así no comparta algunas de ellas, me hacen mirarlo con el más absoluto respeto. Es persona intransigente con la corrupción, seguidor fiel de las ideas socialdemócratas, apasionado defensor de su partido, el Liberal, y comprometido siempre con las causas de los más pobres. En los últimos tiempos,

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