Autonomía universitaria y capitalismo cognitivo. Esther Juliana Vargas Arbeláez

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Autonomía universitaria y capitalismo cognitivo - Esther Juliana Vargas Arbeláez Ciencias Humanas

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del posfordismo (Berardi, 2003a).

      Ya tratándose del conocimiento en la universidad, Roggero examina la nomadización del conocimiento como la forma activa de esa autonomía por fuera de la estructura tradicional universitaria (además de abandonar la clásica discusión sobre lo público y lo privado en la educación superior). En suma, la acción política de resistencia es la nomadización, la fuga. A estos lugares del conocimiento en el borde de la universidad es a lo que Roggero llama las instituciones de lo común.

      Frente a esta situación problemática que tiene componentes administrativos (cuando aparece la pregunta por la universidad normalmente se recurre a pensar el asunto de la financiación —pública o privada—, los criterios de calidad y de acreditación, su vínculo con la productividad de una nación, entre otros asuntos, llamémoslos, sociológicos), también (la situación problemática) invita a la reflexión filosófica. En concreto, este es un estudio que, disciplinarmente, se encuentra entre la filosofía política y la filosofía de la educación. Dadas las condiciones actuales que plantea el capitalismo cognitivo a la universidad, preguntarse por esta institución supone un cuestionamiento político.

      En el apartado anterior se recapituló de forma breve sobre el problema y, más concretamente, sobre las alternativas en relación con la universidad en fuga, la universidad en los bordes, la universidad nómada. Estas alternativas no carecen de fundamento filosófico y han tenido despliegues en la práctica (el caso de Uni-Nómada es uno de ellos). La alternativa por la preservación de la autonomía del conocimiento (que Roggero llama el conocimiento vivo) no parece, según estas apuestas, tener mucho campo en una institución universitaria, presa de la instrumentalización para los propósitos productivos —y solo para ellos— y el detrimento de la formación y actividad política entre los estudiantes. En tiempos en los que ya ni los movimientos estudiantiles parecen tener peso contra la supraestructura político-productiva del capitalismo cognitivo, ¿para qué, aún, la universidad? ¿Para qué persistir en su defensa, en empoderar su resistencia, en defenderla del cerco mercantilista?

      La respuesta sociológica no se encuentra en este libro, ni lo pretende. Este estudio se pregunta por la necesidad de defender, todavía, la institución universitaria. Desde el punto de vista conceptual —y por ello, filosófico—: la universidad tiene una característica siempre aspiracional —teleológica— que es la autonomía universitaria y, por ser aspiracional, está abierta la tarea, para sí, de defenderla y, con ello, de reconfigurar la idea de universidad que cumpla con el doble encargo de encarnar el sentido de una época y de orientarlo. Hoy día, esa tarea de repensar la idea de universidad supone un despliegue de la acción política para reapropiar la autonomía del conocimiento y para reclamar de nuevo la función de institución que preserva, promueve y valida el conocimiento científico.

      1 El lector encontrará esa primera parte relativamente “apegada” a autores, a fin de establecer los conceptos mencionados, así como el contexto de discusión. Ya en la segunda y tercera partes se procura mayor soltura en lo doctrinal y se presenta la exploración que propone este libro.

      2 Aunque Alan Minc afirma que “El caso Calas precede al caso Dreyfus: Zola no hará más que imitar en cierto modo a Voltaire” (2012, p. 30). Más aún, se adopta este supuesto de que el caso Dreyfus es la primera “actuación política” de los intelectuales —que plantea Altamirano—, solo a modo de ejemplo. Desde la Antigüedad se pueden rastrear manifestaciones de pensadores sobre causas políticas.

      3 Según Altamirano, esta es la primera vez que se identifica a los académicos como un grupo social nominalmente identificado (2013, p. 19). Sin embargo, esta afirmación se debería matizar a la luz de los postulados de Le Goff (1985) quien, precisamente en su texto Los intelectuales en la Edad Media, expone el modo en que se fueron identificando en las nacientes ciudades a estudiosos y pensadores que, a la postre, se articularían e institucionalizarían en la universidad. El devenir de este grupo social en el medioevo es lo que da origen, precisamente, a la “corporación” universitaria (véase Estudio 4).

      4 En particular, a partir de las críticas elaboradas por los autores que conformaron la llamada Escuela de Edimburgo, con su “programa fuerte”: Barnes (1974), Bloor (1976) y, por otro lado, autores que conformaron lo que se ha llamado estudios de ciencia, tecnología y sociedad, como Latour (1987, 2004), Jasanoff et al. (1994), Fuller (1993), entre otros, quienes plantearon críticas a la pretensión de “purismo” epistemológico de las ciencias e intentaron develar las “transacciones” sociológicas que subyacen a la actividad científica.

      5 En relación con la orientación teórica de esta obra, se puede decir que, a pesar de que no hay un apego “doctrinal” a un autor (o un grupo de autores), sí se acoge el enfoque que proponen los “autonomistas italianos”, puesto que han contribuido ampliamente en la definición del concepto capitalismo cognitivo, tan caro a este trabajo, así como en la comprensión de la tensión conocimiento-mercado desde una perspectiva crítica, con apoyo en los desarrollos marxistas y del posestructuralismo francés, de gran utilidad para problematizar la productividad con base en el conocimiento, así como introducir el elemento de la biopolítica en la comprensión del fenómeno. Consecuencia de esto es que el lector no encontrará referencias a desarrollos anglosajones contemporáneos (i. e. Nussbaum o Putnam) que ofrecen abordajes, ciertamente, importantes; pero no desde los horizontes conceptuales ya mencionados.

      6 Los filósofos modernos mostraron una especial preocupación por comprender el papel de la universidad en la producción del saber científico y su rol como institución social. Buena parte de los filósofos de la Modernidad, y algunos contemporáneos que desarrollaron un sistema de pensamiento, dedicaron algunas páginas (o estudios extensos) a la universidad. El tema de la defensa epistemológica de la razón sobre la heteronomía dogmática, así como la influencia de una organización del saber en la configuración de la sociedad, son recurrentes en sus escritos. Véase la compilación de textos de Ficthe, Schleiermacher, Humboldt, Scheler, entre otros, en el libro sobre Universidad alemana, de Llambías de Azevedo (1959), o la compilación crítica de Bonvecchio, en su Mito de la universidad (1991), con una recopilación de textos de filósofos modernos y contemporáneos divididos en dos secciones generales: el nacimiento del mito —esto es: cómo se creó la idea de que la universidad tiene la función de “conceptualizar” la sociedad y “hacerla mejor”; y textos de autores que exponen la “decadencia” de esa utopía—.

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