El desarrollo y la integración de América Latina. Armando Di Filippo

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El desarrollo y la integración de América Latina - Armando Di Filippo

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que logró hacer el capitalismo fue colocar la racionalidad técnica derivada del conocimiento científico, al servicio de la racionalidad instrumental del capital. El cambio técnico orientado a lograr una finalidad productiva había sido rescatado originalmente por Adam Smith cuando en La Riqueza de Las Naciones usó su famoso ejemplo de la fábrica de alfileres para explicar los incrementos de productividad que derivaban de la división técnica del trabajo. Casi un siglo más tarde, y ya producida la Revolución Industrial Británica, Marx y Engels a través del Manifiesto Comunista profundizaron admirativamente en la pasmosa capacidad transformadora del capitalismo asociada al poder productivo del trabajo humano. Finalmente, la creatividad empresarial como fuente del creciente poder productivo fue destacada a comienzos del siglo XX en la idea del empresario innovador planteada por Schumpeter en su Teoría del desenvolvimiento económico (véase el capítulo I).

      Las dos grandes revoluciones industriales: la británica de fines del siglo XVIII, y la estadounidense de fines del siglo XIX produjeron enormes saltos cualitativos en la productividad laboral derivados de los nuevos procesos técnicos. Lo original de las formulaciones del latinoamericano Raúl Prebisch (fundador del estructuralismo histórico latinoamericano) consistió en haber examinado el impacto de esos cambios en las sociedades que, como la latinoamericana, no habían participado en la gestación de aquellas revoluciones (véanse capítulos II y III, además de toda la segunda parte) pero eran la contraparte y complemento de la hegemonía productiva de los centros La elaboración y desarrollo de esas ideas lo condujeron cuarenta años más tarde a escribir su último libro (1981) en donde profundizó sus nociones sobre lo que denominó el capitalismo periférico. Capitalismo periférico y capitalismo céntrico constituyen un solo sistema interdependiente en el que centros y periferias se oponen y se suponen recíprocamente en una dialéctica que el estructuralismo latinoamericano, primero, y los teóricos de la dependencia, después, desarrollaron en una serie de estudios que terminaron construyendo una verdadera Escuela Latinoamericana del desarrollo.

      Como es bien conocido, la racionalidad instrumental del capitalismo se expresa cuantitativamente a través de los mercados, allí se transan por un lado precios y cantidades de mercancías. Por otro lado, el aspecto cualitativo de las mercancías transadas se toma en cuenta también con un criterio empresarial microeconómico que es instrumentalmente racional: producir y ofertar objetos materiales o inmateriales que tienen demanda en el mercado para lucrar con su venta. La composición y dinámica de esa demanda es una expresión de la distribución del poder de compra entre los actores, personas y empresas, que puedan jugar el juego del mercado. El mercado responde a las escaseces relativas, y estas a su vez se van midiendo por el juego de las cantidades demandadas y ofrecidas, tanto a nivel de productos, sectores o ramas específicas como a nivel de los sistemas económicos considerados en su conjunto (véase la primera parte).

      La dinámica íntima de los mercados fue examinada por el estructuralismo latinoamericano derivado del enfoque de Prebisch buscando apoyo en la noción de poder en sus diferentes dimensiones (véase el capítulo XII). Tomando esa noción como fuente de inspiración el presente trabajo ha replanteado conceptos probablemente útiles para la comprensión del capitalismo del siglo XXI.

      A lo largo del contenido de los capítulos seleccionados para este libro, se ha intentado profundizar y generalizar la noción de poder distinguiendo entre sus dimensiones económica, política, cultural y biológico ambiental.

      El poder económico que dinamiza el capitalismo es el capital, entendido como el poder adquisitivo general capaz de adquirir mercantilmente todas las condiciones materiales o inmateriales, públicas o privadas, nacionales o internacionales requeridas para generar el poder productivo, para elaborar el producto e intentar venderlo. En términos macroeconómicos la composición de ese producto debe responder a la demanda agregada, única forma de lograr realizarlo (venderlo) para recuperar con ganancia el poder adquisitivo invertido. Esta es la lógica reproductiva del capital capaz de generar y administrar los niveles de escasez relativa que determinan directamente los precios de las mercancías demandadas por aquellos actores sociales que pueden pagarlas (capítulo I).

      El poder político de los Estados Nación es el otro componente requerido por el capital, primero al fijar las reglas formales que regulan la sociedad en su conjunto y, segundo, al controlar, y administrar la coerción o la amenaza de utilizarla en caso de que otras fuerzas políticas intenten cambiar aquellas reglas. En este control y administración legalizados de la coerción radica en última instancia la cruda verdad del poder político efectivamente ejercido. Al ejercicio habitual del poder político establecido podemos denominarlo dominación política (Max Weber 1922) (véase la cuarta parte del libro, capítulos XIV, XV y XVI).

      El poder cultural, incluye mecanismos y valores. Los mecanismos del poder cultural son las tecnologías que propagan la información, la comunicación y el conocimiento (TIC). A través de ellas (por ejemplo, algoritmos generadores de la inteligencia artificial) quienes las controlan (por ejemplo, grandes corporaciones transnacionales como Apple, Huawei, Google, etc.) están ocupando las posiciones dominantes del orden social a escala planetaria. Esta creciente dominación tiene proyecciones políticas y económicas profundas, que están transformando la naturaleza misma del capitalismo y de la democracia tales como fueron definidos en sus versiones primigenias. De otro lado los valores sustentados por el poder cultural, incluso los más ancestrales que se arraigan en el lenguaje, en la memoria y en las instituciones de los pueblos, están siendo remodelados por aquellos mecanismos. Como se observa más adelante, este proceso ya se traduce en el rápido descrédito de los principios dominantes de la ética social previamente establecidos.

      El poder biológico-ambiental, finalmente, ha estado detrás de todos los poderes mencionados; detrás de sus mecanismos instrumentales y de sus contenidos legitimadores. Este poder de la biosfera hasta hace muy poco resistió la avasalladora presión del capitalismo. Pero las crisis ambientales gravísimas que en el siglo XXI sufrimos de manera creciente, nos recuerdan que todos los otros poderes humanos están subordinados a este que, en última instancia, procede de la madre naturaleza, y para los creyentes de las grandes religiones monoteístas encuentra su origen en una inteligencia trascendente y eterna (Francisco 2015).

      En este trabajo se efectuó una lectura de estos procesos desde el punto de vista de la economía política o, si se prefiere, desde la economía política del poder. La tesis que aquí se defiende es que, en última instancia, la dinámica de los mercados y la distribución de los ingresos reales responden al juego interactivo de estos cuatro poderes. Por lo tanto, desde un punto de vista teórico, el valor económico, entendido como la “sustancia social” que subyace a (y termina ordenando) los precios, cantidades y calidades de las mercancías que se transan, expresa el impacto derivado de dicho juego interactivo. La medida de dicho impacto sobre los mercados se expresa precisamente en la manera como pueden modificar los precios, cantidades y calidades de las mercancías efectivamente transadas.

      Una prueba complementaria de la presencia activa de estos cuatro poderes, radica en que si omitimos el impacto de cualquiera de ellos no podremos entender cuáles son las razones que hoy, en el siglo XXI determinan la dinámica y perspectivas de los mercados mundiales. En un análisis más detenido podríamos detectar una permanente retroacción por parte de la lógica del capital que impacta a su vez sobre el modus operandi de estos poderes. La compartimentación disciplinaria actual en ciencias sociales conspira contra la comprensión y estudio de estos procesos multidimensionales (véase el capítulo XII).

      Por lo tanto, cuando tomamos como punto de partida las teorías del valor económico que, para comprender el funcionamiento del capitalismo, nos legaron las grandes escuelas económicas del pasado (clásicos, historicistas, marxistas, institucionalistas, neoclásicos, keynesianos, etc.) carecemos de una lectura lo suficientemente amplia como para entender y pronosticar el futuro de la economía mundial, y mucho menos podemos lograr entender la forma que toman estos procesos en la periferia latinoamericana (véanse capítulos X y XI) Esta afirmación no niega que, como estas teorías del valor lo establecieron, las mercancías son productos,

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