Guerra y viaje. Autores Varios

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Guerra y viaje - Autores Varios Oberta

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que enviuda así por cuarta vez y es expulsada del regimiento.

      Entonces conoce a un mosquetero y se dirigen juntos a su regimiento, que está dispuesto para partir a Italia. En una parada del viaje Coraje observa el oficio de un mercader y se da cuenta de que éste obtiene beneficios con regularidad, mientras que muchos oficiales tienen que compartir mesa con doña Hambre. Decide convertirse en mercader y viaja acompañando al regimiento a Italia. De forma paralela, sigue dedicándose al saqueo y a la prostitución, no tanto por dinero como por venganza. Recorren Italia, y tras el asedio de Mantua se establecen en una pequeña aldea hasta que la ciudad cae (julio de 1630). Con la firma de la paz parece que la guerra ha llegado a su fin, los franceses abandonan Saboya y los ejércitos imperiales vuelven a Alemania. Coraje se separa del mosquetero y una vez más es expulsada del ejército.

      De vuelta de Italia se dirige con su aya a Passau, donde decide esperar el fin de la guerra. Sin embargo, su aya muere y Coraje se queda nuevamente sola. No sólo Bohemia, sino casi todas las provincias alemanas han sido invadidas ya por la guerra. Y como los suecos se encuentran cerca de Passau, Coraje se dirige una vez más a Praga, donde tiene el grueso de su capital. Sin embargo, pronto se da cuenta de que ni en las más importantes ciudades la pueden proteger y se une de nuevo al ejército. Vuelve a casarse con un capitán, quien muere al poco tiempo en la batalla de Nördlingen (1634).

      Sigue marchando con el regimiento y se le presenta la ocasión de ir a la patria de uno de sus maridos, que le había dejado en herencia una casa en Baviera. Tanto le gusta a Coraje el lugar, que decide establecerse como campesina: hace traer todo su dinero y compra tierras y animales, toma criados a su servicio y actúa como si la guerra hubiera terminado definitivamente. Sin embargo, las tropas llegan a pasar el invierno y tiene que dar cobijo a todo el regimiento y su casa se convierte por unos años en cantina y mancebía:

      Esta vida fue la mía durante algunos años, mientras no me fue mal. En ese tiempo, cada verano, cuando Marte salía de nuevo a campaña abierta, hacía cuentas de a cómo me había venido a salir la guerra el invierno anterior y, por lo general, me encontraba con que los beneficios superaban a los gastos que tenía por ella (184).

      Entretanto, contrae la sífilis y se retira a curarse cerca del lago de Constanza, donde tiene lugar su aventura con Simplicissimus.

      De vuelta a casa, inicia una relación adúltera que es pronto descubierta, y los honrados ciudadanos encuentran la excusa para echarla de la ciudad y despojarla de todos sus bienes. Coraje, de nuevo vagabunda, se vuelve a casar, esta vez con un mosquetero, y se dedica al tráfico de tabaco y aguardiente; sin embargo, a su marido no tardan en matarlo, por lo que queda viuda por sexta vez. Muerto su marido y sin nadie quien la acoja, busca refugio entre los gitanos que acompañan al ejército sueco y se convierte en esposa de uno de sus jefes. Con los gitanos vuelve a Bohemia (1645):

      No sólo permanecí con mi mula en el seno de este ejército hasta que se firmó la paz, sino que no me separé de los gitanos ni siquiera cuando ésta por fin se consiguió, porque no me veía haciendo otra cosa que no fuera robar. (...) Con esta gente he vagabundeado tanto tiempo desde entonces recorriendo todos los rincones de Europa y he tramado, preparado y llevado a cabo tantas bribonadas de ésas, que haría falta un saco de papeles para contarlas (204 y ss.).

      La vida de Coraje se caracteriza por constantes cambios, y no sólo de lugar: cambia de sexo, cambia de nombre, cambia constantemente de estado civil, de oficio y de imagen. Se dedica a la prostitución, al saqueo, a la rapiña y a la espada; regenta la cantina del campamento, vende quincalla, tabaco y aguardiente; entre batalla y batalla, cuando se cansa de la guerra y de la soldadesca, se dedica a la administración de su capital en Praga o al cultivo de la tierra y, finalmente, lleva la vida nómada y de dudosa legalidad de una reina gitana.

      La pícara Coraje es uno de los textos más enigmáticos de la literatura alemana de la Edad Moderna temprana. Todas las interpretaciones han generado gran controversia y en los últimos años ésta se ha acentuado (Meid, 1984: 9). Por un lado, se ha interpretado como un ejemplo de la misoginia tradicional en el que su protagonista es retratada como un ejemplo negativo (Jacobson, 1968) y, por otro, como un intento del autor de mostrar los esfuerzos de una mujer por emanciparse bajo las condiciones adversas de la guerra y de la misoginia imperante (Breuer, 2002: 11).

      Aunque La pícara Coraje se puede enmarcar dentro de la tradición de la novela picaresca, en su variante alemana, no encaja plenamente en los esquemas clásicos del género, porque si bien comienza su historia sirviendo de mozo de un capitán, en general su trayectoria será la de una gran señora, bien sea por méritos propios, bien por sus matrimonios. En cuanto al esquema, se corresponde con el de la novela picaresca pero sin el arrepentimiento o la conversión final, algo que la protagonista se encarga de enfatizar en el primer capítulo, una breve pero necesaria presentación en la que relata la intención de su autobiografía, que no es otra que vengarse de Simplicissimus por haberla ridiculizado. Es más, Coraje hace especial hincapié en subrayar que no se avergüenza de sus actos y que sus intenciones no son ni redimirse ni alcanzar la misericordia del Cielo:

      Si odiase yo mi bolsa de oro, que he ido arañando con peligro de mi cuerpo y de mi vida, o más bien, como se me dice, con el de la pérdida de la Gracia, si la odiase tanto como envidio la del vecino y si amase a éste como a mi dinero, quizá entonces pudiese alcanzar el don divino de la contrición. He conocido todas las edades de una mujer y de mi propio ejemplo compruebo que difícilmente se enseña al perro viejo. Me ha aumentado la cólera con los años y no me puedo quitar la bilis de dentro y hacer como el carnicero con la panza del cebón, dándole la vuelta para limpiarla. ¿Cómo habría podido yo soportar tal amargor?, ¿quién me podría extraer la flema acumulada y curarme de la desidia?, ¿quién me convencerá de odiar los ducados, cuando sé por mi larga experiencia que libran de las necesidades y que sólo ellos pueden ser consuelo para mi vejez? Antaño, señores clérigos, entonces, cuando vivía en la flor de la juventud y en estado de inocencia, era el momento de enseñarme el camino, que según vuestro consejo debería seguir ahora. Entonces, cuando me aprestaba a recorrer el tiempo en que los placeres tientan, me hubiera sido más fácil oponer resistencia al impulso de la sangre, más que ahora al asalto de los otros

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