Luchas inmediatas. Gavin G. Smith
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Sin duda, las implicaciones para las políticas públicas fueron devastadoras. Donde una vieja escuela de pensamiento había buscado descubrir por qué una economía como la de la Valencia del siglo XIX no había conseguido despegar a causa de las características locales que la distinguían del modelo Manchester, septentrional y con más éxito, ahora resultaba que había joyas escondidas en la corona valenciana que esperaban ser descubiertas. Allí donde alguna gente veía trabajo infantil en Italia, Sabel era capaz de identificar la cuidadosa protección de un sistema de aprendizaje basado en la familia.
Sería ingenuo imaginar que estas diferentes imágenes de una realidad más o menos idéntica no tuvieron efecto alguno sobre la gente corriente, que intentaba día a día subsistir, así como, en la medida de lo posible, imaginar cómo podría ser un futuro realista para ellos y sus hijos. Los primeros trabajos sobre la informalización de la economía europea adoptaron una posición generalmente crítica hacia el fenómeno e incentivaron las políticas dirigidas contra su expansión. En claro contraste, la bibliografía más reciente sobre la economía regional se desarrolla invariablemente para generar unas políticas que intensifiquen los rasgos de vida social que vuelvan la economía regional más competitiva.
HISTORIAS DEL PRESENTE
La exploración histórica del papel de las relaciones de clase y las fuerzas cambiantes que aseguran la obtención continuada de plusvalía del trabajo de la gente está ausente de las dos imágenes sociológicas antes mencionadas –la informalización de la vida económica o su conceptualización en términos de una economía regional socializada–. Mientras que las estimaciones de los recursos locales de capital social y la elasticidad del trabajo flexible pueden tener algunos resultados prácticos en las políticas públicas, resulta más crítica la necesidad de explorar, a través de una historia del presente, las distintas influencias, restricciones, movimientos y bloqueos que fueron la expresión y constitución del poder y las piezas clave de las diferenciaciones: no una única historia de la economía regional neta y ordenada con una cultura local añadida, sino múltiples historias y una heterogeneidad de actores con nociones bastante diferentes de lo que podría ser valorado positivamente en la cultura local.
En realidad, la historia que los tecnócratas habían dibujado para Ford con respecto a la política era para su propia conveniencia, abreviada y superficial. No había nada natural –ni cultural– en la falta de inclinación de los valencianos por la política reivindicativa. Es posible que los tecnócratas de Franco fueran completamente inconscientes de que la Primera Internacional Anarquista se celebró cerca de allí, en Alcoy en los años setenta del siglo XIX, pero difícilmente podían haber olvidado que Valencia fue la sede final del Gobierno republicano en 1939, o que la provincia de Alicante, al sur, había dado un apoyo muy fuerte al sindicato socialista Unión General de Trabajadores. No obstante, la negación del pasado político de la gente trabajadora tiene una larga historia en la zona (si no, más extensamente, en el conjunto de España), que llega hasta el presente.
Sin embargo, empresas como Ford perseguían algo cuando investigaron y encontraron un grupo de personas que estaban preparadas para trabajar esa hora extra, que estaban en todo momento oteando el horizonte de las tendencias de cambio económico que exigirían un giro rápido a sus tácticas y cuya relación con la familia y las amistades reflejaba las necesidades picarescas de tales proyectos de subsistencia. Pero las historias de este presente son realmente complejas.
Cuando la industria del zapato empezó a tener una fuerte presencia en la Vega Baja, no supuso en modo alguno la introducción de un producto o proceso nuevo sobre una tabula rasa social y económica. Durante mucho tiempo, la comarca había sido la principal productora de alpargatas de España, usadas por la inmensa mayoría de la clase obrera durante la primera mitad del siglo XX (Bernabé Maestre, 1976).7 Dependientes de la producción agrícola y el procesamiento de la fibra de cáñamo, las alpargatas no salieron tampoco ex nihilo. Antes de ser la principal proveedora de calzado de España, la comarca había sido la mayor productora de velas –muy demandadas por las numerosas flotas marineras de España– y, posteriormente, de soga y de redes de pesca, siendo todos estos productos dependientes del cultivo de cáñamo y de su procesamiento en fibra. Incluso actualmente, los zapatos no son en absoluto la única manufactura producida en la comarca. Crevillente tiene un papel análogo en la producción de alfombras y esterillas al de Elche en la producción de zapatos; en la zona se producen también muñecas, ropa de muñeca y otros juguetes.
Todo esto podría sugerir que la industria manufacturera era complementaria del desarrollo agrícola. Y aunque puede haber sido así con respecto a los productos agrícolas, no lo fue en absoluto para el trabajo y menos aún para la tierra. Cuando se sitúa en el marco más amplio de la agricultura española del siglo XIX, la Vega Baja no es en muchos aspectos ni carne ni pescado, no es el emplazamiento de las pequeñas explotaciones agrícolas viables de algunas partes del norte ni está monopolizada por el sistema de latifundios de Andalucía. Beneficiaria de un antiguo sistema de irrigación basado en el río Segura, la zona no había tenido mucho éxito en usar este sistema para la agricultura intensiva que podría haber generado explotaciones de tamaño mediano, como, por ejemplo, las de Cataluña. Esto se explica parcialmente por la posesión de gran parte de la Vega Baja por grandes terratenientes aristocráticos, de manera similar al caso del sur de España. Estos propietarios hicieron uso de los recursos del poder derivados de una sociedad jerárquica para mantener bajos los costes del trabajo y de esta manera reducir la necesidad de inversiones de capital fijo (incluyendo el mantenimiento del suelo y el riego y la experimentación con semillas y fertilizantes, así como la maquinaria).
El resultado fue que cada avance en la producción industrial dentro o en la periferia de la comarca, si bien aparentemente de manera casi fortuita, producía una útil demanda de algún cultivo agrícola, también producía de manera mucho más obvia y amenazadora una demanda de trabajo. De hecho, aunque la demanda constante de productos agrícolas comerciales por parte de las manufacturas locales era beneficiosa, han sido mucho más destacables las enormes oscilaciones de un cultivo de exportación a otro. Productora durante mucho tiempo de aceite de oliva y, en menor medida, de trigo, el área se vio afectada por la crisis de la filoxera en Francia a finales del siglo XIX, lo que provocó un giro parecido a la fiebre del oro hacia la producción de vino. Los olivos fueron arrancados y reemplazados por vides, aunque en muchos casos para cuando la plantación había alcanzado los cinco años de madurez, el «boom» ya había acabado y la demanda de vino decrecía. Más tarde, después de 1939 y la Guerra Civil, la política de Franco de autarquía para España originó un «boom» del cáñamo más completo que el precedente del vino. De nuevo, con la apertura de España en 1959, el cáñamo se convirtió rápidamente en un reliquia y las habilidades y ocupaciones asociadas con él pasaron a ser obsoletas.
De estas tendencias históricas podemos aprender dos cosas. Quizá la más importante es la extrema volatilidad de la economía, respondiendo como hacía a corrientes nacionales y internacionales. Traducido al mundo de la gente trabajadora, tales cambios de dirección en periodos más cortos que una generación se tradujeron en una incertidumbre persistente y crónica. Combinada con los intentos de las clases terratenientes de resistirse a la mercantilización del trabajo mediante el recurso a contratos laborales y a relaciones de propiedad jerárquicos y personalistas, esta misma incertidumbre se hace inherente al sistema de producción y apropiación de valor, un engranaje crucial que dirige la mecánica de la reproducción social del capitalismo agrícola local.