Nosotros los anarquistas. Stuart Christie
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¿Cómo habían de garantizar los anarquistas el contenido anarquista de la CNT si era una organización autónoma y soberana? Los delegados de la FAI, definidos por Progreso Fernández como «militantes de la CNT de la clase obrera», que habían preservado el sindicato durante sus años de clandestinidad, resolvieron el peliagudo problema de cómo esquivar a los reformistas, o potencialmente reformistas, comités nacionales y regionales, y a la vez garantizar la autonomía de ambos organismos. La solución fue la creación de un lazo orgánico, o «ensamblaje» mediante comités conjuntos de la CNT y FAI de Ayuda y Defensa de los Presos a nivel de federación local. Esos comités locales habían de dar a los militantes anarquistas voz e influencia en la Confederación, en los ámbitos revolucionarios de la solidaridad y la acción directa.
Esa relación especial entre los específicamente anarquistas y las organizaciones sindicales fue conocida como la trabazón. Su objetivo era defender el compromiso de la CNT con la solidaridad y la acción directa, protegiendo así al sindicato de la manipulación por parte del comunismo de Estado y de las influencias colaboracionistas. Eso daría lugar a mucha polémica y malestar entre los reformistas y gradualistas de la CNT.
[1] Broué y Temime: The Revolution and the Civil War in Spain, Londres, 1971, p. 57; James Joll: The Anarchists, Londres, 1979, p. 245; Frank Jellinek: The Civil War in Spain, Londres, 1938, pp. 92-93; Gabriel Jackson: The Spanish Republic and the Civil War 19311939; Princeton, 1965, p. 20; Raymond Carr: The Spanish Tragedy, Londres, 1977, p. 15; George Woodcock: Anarchism, Londres. 1963, p. 358; Franz Borkenau: The Spanish Cockpit, Londres, 1937, p. 37; Hugh Thomas: The Spanish Civil War, Londres, 1977, p. 68; Arthur H. Landis: Spain, The Unfinished Revolution, Nueva York, 1972, p. 26; Gerald Brenan: The Spanish Labyrinth, Cambridge, 1976, p. 184; César M. Lorenzo: Les Anarchistes Espagnoles et le Pouvoir, París, 1969, pp. 66-68; Felix Morrow: Revolution and Counter-Revolution in Spain, Nueva York, 1974, p. 100.
[2] Brenan, op. cit., p. 184.
[3] Joll, op. cit., p. 245.
[4] Ronald Fraser: Blood of Spain, Londres, 1979, p. 548.
[5] Progreso Fernández: «Anarquismo en el mundo», Bicicleta, núm. 11, Barcelona, 1977.
[6] José Llop: El movimiento libertario español, París, 1974, p. 287.
[7] Ibíd., p. 290.
VI. ¿SOCIEDAD SECRETA, ELITE REVOLUCIONARIA?
A menudo, historiadores marxistas y liberales han declarado que la FAI era una organización secreta y elitista. Pero en realidad, la FAI jamás fue una organización secreta, y sus militantes nunca actuaron de manera encubierta en relación con la CNT, ni intentaron ocultar su afiliación a los no afiliados. Sin duda, en las condiciones impuestas por la dictadura o en los periodos de represión, la militancia en la FAI no era algo para ser proclamado a los cuatro vientos, pero eso es muy distinto que decir que era «una organización clandestina... misteriosa y poderosa... compuesta por grupos afines similares a las Logias Masónicas y sometidos a la autoridad de un Comité Principal secreto», tal como afirmaron los historiadores trotstkistas Broué y Temime.[1]
Una prueba de la falta de secretismo y de las pocas medidas de seguridad que rodearon a la FAI puede verse en el hecho de que los servicios policiales y de inteligencia de Primo de Rivera parecían estar completamente al corriente de la naturaleza y el objeto de la reunión de Valencia. Poco después de que tuviera lugar, las casas de los miembros del grupo Sol y Vida, anfitriones de la conferencia fundacional y cuyos miembros constituyeron la primera Secretaría Peninsular, fueron asaltadas y sus habitantes detenidos. Afortunadamente, un avispado miembro de la secretaría de Sevilla destruyó las actas de la reunión antes de la llegada de la policía.[2]
Tampoco es cierto que las reuniones de la FAI siguieran el encubierto modelo masónico, tal como Francisco Carrasquer, un conocido militante anarquista, comentó:
Si hubieran sido secretas, ¿cómo podría haber asistido yo a las reuniones de la FAI sin haberme afiliado ni pagado ninguna cuota a la organización «específica»? Porque eran grupos específicos, grupos de afinidad y nada más... Era un foro abierto a la formación de grupos de debate que analizaran los temas que de verdad importaban... la liberación del hombre y la mujer, la revolución social.[3]
Como organización públicamente comprometida con el derrocamiento de la dictadura, la FAI funcionó, desde 1927 hasta 1931, como una organización ilegal, más que secreta. Desde el nacimiento de la República en 1931, la FAI fue simplemente una organización que, hasta 1937, se negó a registrarse tal como exigía la ley republicana. De hecho, la crisis definitiva que condujo a la desaparición de la FAI como organización anarquista de estructura federal la desencadenó la decisión de darse de alta.
Otra creencia generalizada es que la FAI constituía una elite política en el seno de la CNT. Frank Jellinek, un escritor comunista, estableció un paralelismo entre la FAI y el Partido Comunista ruso:
No todos los miembros de la CNT son miembros de la FAI. Es un honor tan grande para un miembro de la CNT que lo inviten a formar parte de la FAI como para un obrero ruso que lo admitan como miembro del Partido Comunista. Los requisitos son una creencia firme en las doctrinas del anarquismo, un servicio útil y responsable a la causa y, sobre todo, la capacidad para la «acción directa».[4]
Franz Borkenau aumentó la confusión al declarar, erróneamente, que «sólo los miembros de la FAI podían desempeñar cargos de confianza en la CNT».[5]
En realidad, no había militancia individual en la FAI, a los militantes no se les invitaba a formar parte en la organización, y la mayoría evitaban adrede los «cargos de confianza» en la misma. José Llop describe el proceso de reclutamiento así:
En cuanto a la entrada individual, la mayoría de los que ya gozaban de cierto estatus en los círculos sindicalistas o anarquistas no pertenecían a la organización de los grupos, o pertenecían sólo de manera indirecta. Pensemos por ejemplo en [Joan] Peiró: él no tenía ninguna necesidad de intervenir directamente en su grupo de Mataró. Cada vez que llegaba un camarada que no estaba afiliado y que simpatizaba con nosotros, se unía al grupo. El grupo estaba formado por camaradas que tenían una afinidad.[6]
Aunque se exigía a todos los afiliados de la FAI que ganaban un salario que fuesen miembros de la CNT, hay que destacar que sólo un pequeño número de anarquistas pertenecía a la organización específica. Durante la dictadura es improbable que la militancia nacional excediera los 1.000 miembros. Fidel Miró afirma que aunque nadie sabe con seguridad el número total de afiliados a la FAI en Barcelona, generalmente considerada el núcleo de la organización específica, «en ningún momento antes de julio de 1936, hubo más de 300».[7]7