Nosotros los anarquistas. Stuart Christie

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Nosotros los anarquistas - Stuart Christie Historia

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«un núcleo de pensadores cuya misión era preservar la pureza ideológica del movimiento». Ni tampoco fue «un consejo de acción para organizar movimientos revolucionarios»,[8] ni «el Estado dentro de la CNT» de César M. Lorenzo.[9] Progreso Fernández, miembro del grupo de afinidad Ni Dios Ni Amo da una versión menos siniestra de las actividades de la FAI en su primera fase, un periodo que describió como «de muy poca actividad. De hecho, no pudimos llegar a sacar una sola publicación anarquista». Según él, su principal actividad giraba en torno «básicamente a la recepción y distribución de periódicos como Tierra y Libertad y La Voz del Campesino», de libros de lectura y de debate, «sobre todo Kropotkin» y de «propaganda atea». Describió a sus camaradas de la FAI como personas con «un mínimo de convicciones anarquistas en relación con su manera de pensar y actuar».[10]

      José Peirats, historiador anarquista y secretario de la Federación de Grupos Anarquistas de Barcelona dijo esto:

      Los militantes de la FAI provenían de la CNT y se sentían más «cenetistas» que «faístas». Ese era el origen del problema. La FAI era más revolucionaria que los anarquistas... No destacaba como escuela filosófica y eso la perjudicó mucho; la única circunstancia atenuante era el corrosivo ambiente en que nació y vivía.

      Sobre la cuestión de formar un estado dentro de un estado, añadió:

      Francisco Carrasquer también refuta la acusación de que la FAI fuese «un estado dentro de un estado».

      A los militantes de la FAI se les ha acusado de «poco realistas», criminales y psicópatas. Pero en realidad, esas acusaciones no son más que conjeturas, sumamente subjetivas y no verificadas, fruto de los prejuicios de sus autores. En los pocos casos en que se aduce alguna «prueba», resulta que no es más que un testimonio indirecto de un testigo hostil. La patología criminal del anarquismo español sólo puede refutarse con estudios empíricos en vez de con teorías abstractas de historiadores indolentes o malévolos.

      George Woodcock, por ejemplo, que por lo que parece ignoraba que las bases de la FAI eran mayoritariamente cenetistas, declara que, además de «los esforzados dirigentes sindicalistas y de los teóricos del anarquismo español» (la mayoría de los cuales no entraron en la FAI hasta 1934 y para entonces ya había dejado de ser un instrumento revolucionario) también contenía «un sospechoso contingente del hampa de Barcelona». La última acusación fue una idea lanzada y repetida por Borkenau. Esta profana alianza, añade Woodcock, demuestra la conexión bakuninista.

      Fue él (Bakunin) quien puso más énfasis en una alianza entre los idealistas y los elementos sociales marginales, necesaria para derrocar al Estado y preparar el terreno para la sociedad libre.

      Los fundadores de la FAI

      Gabriel Jackson opinaba que «la FAI combinó el idealismo anarquista con el gangsterismo, a menudo en las mismas personas». Presenta a la FAI como a una mafia y a la CNT como a un sindicato español de camioneros. «Recaudaban las cuotas de los afiliados a la CNT y con ellas constituían fondos para presos, compraban armas y ‘protegían’ a los trabajadores de la policía». Jackson clasifica a los anarquistas de «Zaragoza» en tres tipos.

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