Nosotros los anarquistas. Stuart Christie

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Nosotros los anarquistas - Stuart Christie страница 7

Nosotros los anarquistas - Stuart Christie Historia

Скачать книгу

con sus reivindicaciones laborales y económicas inmediatas. Para los anarquistas, la moral –es decir, los principios– y la realidad eran inseparables. Si los principios eran los correctos para afrontar la realidad, era evidente que eran los adecuados para formular objetivos.

      Para los reformistas, en cambio, aunque alababan a la militancia anarquista y defendían el anarquismo como una influencia moral positiva, condenaban su objetivo revolucionario de comunismo libertario y pretendían desvincularlo de la lucha. Como ideal, el anarquismo era encomiable, pero ingenuo, un ideal que era incapaz de hacer frente a las realidades políticas y sociales de la sociedad capitalista contemporánea. Era un criterio moral abstracto que podía ser desechado siempre y cuando las circunstancias lo requiriesen. Los sindicalistas consideraban que era una vergüenza y un obstáculo en su búsqueda de objetivos viables, tanto como lo había sido la cláusula 4 para el Partido Laborista británico.

      En la CNT catalana, empezaron a aparecer nuevos líderes que tenían poco que ver con el primer movimiento anarquista de la clase trabajadora y cuya principal prioridad era la lucha sindicalista. Líderes de la CNT como Salvador Seguí, Martí Barrera, Salvador Quemades, Josep Viadiu, Joan Peiró, Sebastià Clara y Àngel Pestaña empezaron a desplazar a los activistas anarquistas que jugaron un papel destacado en la federación Solidaridad Obrera y en los primeros años de la CNT –hombres como Negre, Herreros, Andreu, Miranda, etcétera.

      En noviembre de 1916, los dirigentes de la CNT Salvador Seguí y Ángel Pestaña (un relojero cuya experiencia en el campo de la gestión lo llevó rápidamente del anarquismo revolucionario al filosófico) negociaron con éxito el primer acuerdo socialista-anarcosindicalista para coordinar una huelga conjunta de protesta por el coste de la vida. Al principio, los militantes de la CNT rechazaron la propuesta, pero finalmente las bases, en el Congreso Nacional de 1916, aceptaron la alianza para forzar concesiones políticas por parte del gobierno de Romanones. El denominado «Pacto de Zaragoza» promovido básicamente por Seguí y Pestaña, se firmó en noviembre de 1916.

      La mayor parte de la afiliación de la CNT mostró poco entusiasmo con la idea de colaborar con los socialistas autoritarios para reemplazar al gobierno del conde Romanones por una republica liberal burguesa. Las desastrosas experiencias con políticos burgueses y supuestamente radicales durante el movimiento cantonalista de 1873 demostraron a los militantes anarquistas que los líderes políticos de todos los signos, impulsados por su deseo de conquistar el poder, sólo colaboraban por interés propio. Su desconfianza en el sindicato socialista y en los republicanos no era infundada, como hemos visto, pero aunque el pacto fue efímero, con consecuencias desafortunadas para el movimiento sindicalista, sirvió para resaltar las diferencias irreconciliables entre el sindicalismo revolucionario y el reformista. (Aunque no hay pruebas de que los dirigentes fueran reformistas y la base revolucionaria.)

      En 1920, desafiando abiertamente las decisiones del congreso de 1919 y sin ni siquiera intentar consultar a la militancia, Salvador Seguí demostró aún más desprecio por el proceso democrático negociando otro pacto con la UGT. Ese movimiento arbitrario y antidemocrático del líder de la CNT fue condenado en una asamblea plenaria de la CNT ese mismo año. Pero ante un fait accompli, se tomó la decisión de conceder al sindicato socialista el beneficio de la duda. Pusieron a prueba la buena fe de sus aliados convocando una huelga general en solidaridad con los mineros de la empresa Río Tinto. Los socialistas, ya fuera por miedo a una confrontación con el Estado o por no querer ceder la iniciativa a la CNT, renegaron del acuerdo y la huelga de Río Tinto fracasó al cabo de cuatro meses de lucha.

      A ese terrorismo de Estado paralelo se le dio el visto bueno judicial en diciembre de 1920 con la introducción de la famosa «ley de fugas», una ley que permitía a las fuerzas de seguridad matar a tiros a cualquier sospechoso que intentase «evitar» su captura. La CNT de nuevo buscó un pacto con la UGT para convocar una huelga general revolucionaria en Cataluña con el fin de frenar la espiral de violencia, pero el sindicato socialista se negó a dar su apoyo y el pacto de Seguí finalmente se hundió en la ignominia. Asustada por la amenaza revolucionaria a las instituciones fundamentales de su sociedad –tradición, propiedad y privilegios– la elite gobernante recurrió al único idioma que entendía: la violencia.

      A los militantes anarquistas de la CNT no les quedó otra alternativa que responder con las mismas armas. Organizaron comités de defensa para identificar, localizar y asesinar a los responsables de la oleada de terrorismo semioficial. Esos comités de defensa orientados a la acción se convirtieron, comprensiblemente, en focos de atracción para los elementos más jóvenes, dinámicos y revolucionarios, que empezaron a destacar en el seno de la CNT, mientras que los colaboracionistas como Salvador Seguí, que pretendían restaurar el énfasis en las cuestiones exclusivamente laborales, perdieron influencia.

      Según Aurelio Fernández, uno de los fundadores de Los Solidarios, los objetivos declarados del grupo eran enfrentarse al pistolerismo, defender los objetivos anarquistas de la CNT y fundar «una federación anarquista de ámbito estatal que uniría a todos los grupos próximos entre si ideológicamente, pero dispersos por toda la península». Después de ajustar las cuentas a los dirigentes y organizadores más prominentes de la campaña de terror en contra de la CNT, utilizaron las columnas de su influyente periódico Crisol para forzar un congreso anarquista nacional. Su convocatoria tuvo éxito y tanto la CNT como la Federación de Grupos Anarquistas estuvieron representadas. Durruti, Ascaso y Aurelio Fernández fueron elegidos para una Comisión de Relaciones Nacional, organismo precursor de la Federación Anarquista Ibérica, la FAI.

      Entre los cincuenta delegados que asistieron al congreso estaba el protegido de Seguí, Ángel Pestaña, ex editor de Solidaridad Obrera y para entonces un líder de notable reputación en el seno de la CNT. Pestaña había salido de prisión en abril de 1922, después de que en 1921 fuera detenido al volver de Rusia. Fue el informe que presentó en el Congreso de Zaragoza a principios de ese mismo año lo que llevó a la CNT a revocar su adhesión provisional a la Tercera Internacional Comunista.

      La desastrosa gestión de la guerra con Marruecos y los escándalos que afectaron a las principales autoridades

Скачать книгу