Violencias en la educación superior en México. Angélica Aremy Evangelista García

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Violencias en la educación superior en México - Angélica Aremy Evangelista García

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un tiempo y muchas circunstancias que habían pasado en mi vida que me habían costado, y que mi papá sabía y que siempre me dijo: “Regrésate”. Y llegó un momento, antes de este incidente, que me dijo: “Regrésate, regrésate, regrésate”. Y yo le dije que no me iba a regresar; y ahora con esto le daba automáticamente razones a mi padre para poder regresarme.

      Pero, en ese momento, cuando yo se lo cuento, sí él me lo expresó, que no quería que me quedara, y de alguna manera comencé a sentir un rencor por las personas que habían hecho ese tipo de cosas… Pero yo le dije que no se preocupara, que yo estaba bien, y que siempre iba a tomar las acciones necesarias para no volver a vivir ese tipo de circunstancias, e iba a tomar lo que fuera necesario. Y ya no me volvió a insistir en que me regresara, pero como dices, sí, los papás lo primero que piensan es: “Regrésate, regrésate o salte de ahí”, porque primero que nada, siempre van a ver la seguridad, la seguridad de nosotros (Estudiante, UI, Chiapas).

      Es decir, la violencia de género hacia las mujeres no es un suceso personal y aislado que solo involucra al agresor y a la víctima; es estructural porque todo el orden social, llámese patriarcado, sistema sexo-género o de dominación masculina, al estar basado en el privilegio y la supremacía masculina “está orientado a operar oprimiendo a las mujeres y reproduciendo regularmente esta opresión” (Castro, 2012: 19) para doblegar la voluntad de las mujeres y cercenar sus deseos de autonomía (De Miguel, 2005: 239).

      Al abandonar la universidad como espacio público, las estudiantes pierden libertad y se restringe su tiempo y espacio. Se trata de un efecto muy parecido al provocado por el miedo a la inseguridad y la violencia social y criminal (Segovia, 2017), y actualmente por el temor y miedo al contagio del SARS-CoV-2 y la enfermedad de la COVID-19. Las estudiantes se confinan en el ámbito doméstico donde, a las tareas de la universidad en casa, se suman los trabajos de cuidados (doble y triple jornada). Además, para muchas jóvenes el hogar constituye un lugar de encierro, de restricción y de violencia (Segovia, 2017).

      La insurrección

      Aunque la indignación y el rechazo a la violencia de género contra las mujeres está presente en México desde hace varios años, en 2020 esta causa, una vez más, abanderó las multitudinarias marchas del 8M y el Paro Nacional de Mujeres del 9M. En febrero y marzo de 2020 atestiguamos un creciente número de acciones de protesta en las calles, las redes sociales y las instalaciones de IES en todo el país. Infinidad de marchas, pintas, tendederos y escraches por fin ocurrían en otras universidades de México incluidas las del sureste, que se sumaron así al contexto de protesta generalizada por la violencia contra las mujeres y las niñas. A decir de Moreno y Mingo, se trata de una insurrección que anuncia un cambio social hacia la profunda alteración de la cultura sexista y misógina dominante:

      […] es sin duda el posicionamiento cada vez más claro de las jóvenes, que de alguna manera quieren cambiar este guion social, esta prescripción que las interpreta como entidades vacías, inertes, pasivas, disponibles y apropiables (Moreno y Mingo, 2020: 26).

      El confinamiento y aislamiento por la COVID 19 preocuparon desde el principio de la pandemia, en un país donde la violencia en el ámbito familiar ya alcanzaba elevadas cifras y donde gran parte de los feminicidios se cometen en contextos familiares, de pareja o de amistad. La casa, ese lugar donde nos hemos tenido que confinar, no es un lugar seguro para las mujeres. En el caso de las estudiantes de las IES, sus estudios se trasladaron a ese espacio inseguro y amenazante que constituye la casa, y la comunidad sobre todo, para aquellas transgresoras del orden de género, esas intrusas de la universidad, como las llamaron Ana Buquet y colaboradoras en un conocido texto sobre sexismo en la UNAM (Buquet et al., 2013).

      Afortunadamente, las movilizaciones en diversas universidades, junto con un conjunto de acciones mediáticas, se han trasladado a las redes sociales, incluyendo diversos servicios de videoconferencia, por lo que ha persistido la protesta pública de la misma manera que persiste y se recrudece la violencia contra las mujeres. A propósito, resulta pertinente la interrogante de Moreno y Mingo (2020) sobre si se han incrementado los comportamientos hostiles hacia las mujeres o si se ha acentuado la sensibilidad ante los mismos. Me inclino a pensar que las nuevas generaciones están desnaturalizando y desnormalizando las violencias, graves y moderadas, pero sobre todo leves y mi­cro­sociales, que se ejercen en su contra en todos los ámbitos, incluidas las IES de todo el país.

      Referencias

      Bermúdez Urbina, Flor Marina

      2014 “‘Aquí los maestros no pegan porque ya no se acostumbra’. Expresiones de la violencia hacia las mujeres en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas”. Península, volumen IX, número 2, pp. 15-40.

      Briseño Maas, María Leticia, Eduardo Bautista Martínez e Iván Israel Juárez López

      2017 “Desigualdad y acoso sexual contra universitarias. El caso de la universidad estatal de Oaxaca”. En María Eugenia Guadarrama Olivera y María Leticia Briseño Maas (coordinadoras), Cuidado, violencia y desigualdad: las mujeres entre el hacer y el deber ser. Centro de Estudios de Género de la Universidad Veracruzana-Instituto de Ciencias Educativas de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, México.

      Buquet, Ana, Jennifer A. Cooper, Araceli Mingo y Hortensia Moreno

      2013 Intrusas

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