Prietas las filas. José Ignacio Cruz Orozco
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El prelado recordó públicamente esos acontecimientos cuando intervino en el acto de clausura del curso en la Academia de Mandos José Antonio, en el transcurso del cual se le hizo entrega de la Gran Cruz de Cisneros. En el discurso de agradecimiento realizó un breve repaso de su trayectoria dentro de la organización. Entre los episodios más sobresalientes destacó su preocupación «en aquellos días de Viena… porque hasta España podían llegar esas doctrinas venidas del extranjero, que podían herir y arañar las creencias del alma española.» Y apostillaba: «Peligro hubo mucho…». Pero, gracias a Dios –nunca mejor dicho– la actuación de Elola fue la que se esperaba ya que, en opinión de Eijo-Garay, «nuestro Delegado Nacional demostró al mundo que España, en sus juventudes, era digna de una nación católica, y sus palabras conmovieron al Pontífice de Roma y nos trajeron la seguridad a los prelados españoles… Dio Dios al Frente de Juventudes un Delegado Nacional… tan limpiamente Católico, que todo el peligro de contagio desapareció».19
De acuerdo con estas fuentes, parece claro que existieron discrepancias de cierta entidad en aspectos relevantes, relacionados sobre todo con el papel que debían desempeñar el Estado, las familias y las iglesias como agentes principales de la política de juventud. Pero no es menos cierto que junto a esas diferencias hubo algunas coincidencias de bastante entidad. En primer lugar, un dato sumamente relevante es que Elola-Olaso se involucró con mucha intensidad en todo el proceso de creación del «nuevo orden juvenil» y buscó con mucha insistencia ostentar un protagonismo destacado. Como señalaba la revista Mandos, en la reunión de Viena «nuestro Delegado Nacional reclamó un innegable derecho de prioridad» y desde el primer momento se negó a seguir el orden de prelación establecido por los organizadores, que se basaba en el simple orden alfabético. Ante esa situación, según el relato de Mandos, la delegación española rompió el protocolo y no le importó lo más mínimo provocar algún que otro roce. Pero valió la pena, ya que se alcanzó el objetivo: «y nuestro Delegado ocupó desde el primer momento el lugar de precedencia que le correspondía.» Así, concluía el artículo, Elola-Olaso fue citado en todo momento el primero, intervino siempre en primer lugar, tras los parlamentos de los anfitriones «y fue objeto de las atenciones especiales tributadas a la alta representación que ostentaba».20
A la vista de esas declaraciones, resulta innegable concluir que en Viena se manifestaron discrepancias, pero también existieron puntos de encuentro, acuerdos, reconocimientos e intereses compartidos. Al menos no puede desprenderse otra conclusión, tanto de los comentarios anteriores como de las palabras de Elola, tomadas de su propia intervención inicial, las cuales fueron publicadas en una edición oficial del Frente de Juventudes.
El Frente de Juventudes… llega a Viena a cumplir la consigna de servir con todos sus medios y con franca y leal colaboración a la tarea que une a las juventudes de Europa. Estudiaremos con apasionado afán y el mejor espíritu todas las acciones y propuestas. Y tened por seguro que en todo aquello que sea compatible con la esencia íntima de nuestro ser español, con nuestra fe religiosa y política, con la convicción firmísima de nuestra unidad de destino en el mundo, encontraréis camaradas que en las trincheras se han encontrado para derramar juntos la sangre.21
Como se puede comprobar, pese a que el delegado nacional mantenía como premisas inamovibles la esencia íntima del ser español y la «fe religiosa y política», ello no era óbice para que reconociera que la consigna con que llegaba el Frente de Juventudes no era otra que «servir con todos sus medios y con franca y leal colaboración a la tarea que une a las juventudes de Europa». No puede negarse que esas palabras suponían una clara voluntad de coordinar iniciativas, guiados, como señaló textualmente el propio Elola, por «la convicción firmísima de nuestra unidad de destino en el mundo» para establecer el «nuevo orden» europeo.22
Y no solo se trató de sumarse al empeño de iniciar la coordinación de las políticas de juventud, las cuales iban a regir Europa de acuerdo con las propuestas de las potencias del Eje, sino que –interesa resaltar especialmente este punto– el Frente de Juventudes reconoció el liderazgo doctrinal y organizativo de la Hitlerjugend y de sus dirigentes, como dejó bien de manifiesto el propio delegado nacional.
Hoy nuestra juventud siente ya la responsabilidad sobre sus hombros, se siente personal y colectivamente unida al destino de su patria con afanes de servicio. Quien ha visto esto mejor que nadie es nuestro camarada Von Schirach, cuando en su libro sobre la Hitler Jugend nos dice que la juventud no quiere la protección del Estado, sino por el contrario, entiende que su deber es proteger personalmente al Estado.23
El Frente de Juventudes, como entidad responsable de la política de juventud española, se sumó con verdadero interés a la nueva propuesta que significaba el congreso de Viena y la Asociación de Juventudes Europeas, sabiendo perfectamente lo que ello significaba. La posición gubernamental española estaba clara y no puede dudarse de su orientación fundamental claramente a favor de las propuestas de Alemania e Italia. A las palabras y declaraciones ya reseñadas, se puede añadir la valoración que realizó el corresponsal del periódico madrileño ABC, directamente desplazado desde Berlín para cubrir la noticia, en su última crónica en la que realizaba un resumen y balance final. Sus palabras textuales –teniendo en cuenta que en ese momento esa cabecera como todas las restantes estaba sometida a un intenso control, por lo que en un asunto como este casi actuaba como portavoz oficial–fueron las siguientes: «La Asociación nace bajo el símbolo del Eje y como una expresión del nuevo y mejor orden que como resultado de la actual contienda él mismo se ha propuesto instaurar».24
Además de esas declaraciones más generales, la delegación española con Elola al frente pugnó y consiguió que se creara una comisión de Juventud y Familia, la cual fue presidida por el propio Elola. En un principio los organizadores habían asignado al dirigente falangista la de Asistencia Social, pero la propuesta no fue del agrado de los españoles, ya que como indicaba uno de sus portavoces, «la ambición de la Falange pedía más amplios horizontes». Tan fuerte fue su insistencia, que forzaron a los organizadores la creación de otra nueva comisión bajo el rótulo Juventud y Familia, la cual esta vez sí que contó con el beneplácito de Elola para presidirla.
La comisión sumó sus trabajos a las restantes y sus conclusiones se incorporaron a las generales del congreso. El texto final suponía un equilibrio entre los tradicionales intereses de la doctrina católica, destacando el papel y los derechos de las familias sobre la educación de los hijos, y las necesidades de los estados allí representados. Estos se encontraban muy interesados por socializar políticamente a las nuevas generaciones y prepararlas física y militarmente para que desempeñaran el papel que sus autoridades les tenían asignado, siguiendo la línea de pensamiento intervencionista que se ha indicado en páginas anteriores.25 A la vista de las referencias aportadas, resulta evidente que en el congreso de Viena, pese a las diferencias ya apuntadas, existieron acuerdos y compromisos. Y desde una perspectiva global, no dejó de ser una reunión de «camaradas».
Cabe añadir que la citada comisión de Juventud y Familia no fue una estructura exclusivamente coyuntural, vinculada solo al congreso de Viena, sino que tuvo un recorrido más amplio. Tras las