Delitos Esotéricos. Stefano Vignaroli

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Delitos Esotéricos - Stefano Vignaroli

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reconocen en usted a una santona. Ellos vienen aquí para tener acceso a su biblioteca y completar el recorrido que contempla la obtención de varios niveles de conocimiento de las artes esotéricas. ¿Recientemente ha recibido visitas de este tipo?

      ―La secta de la que habla se llama Nomolas ed sovreis y no es una secta satánica. Sus adeptos, a través de varios niveles, asumen conocimientos ignorados al común de los mortales. Desde hace siglos quien llega aquí, o a otros tres o cuatro lugares desperdigados por el mundo parecidos a éste, aspira a alcanzar uno de los niveles más altos de sabiduría, el séptimo, para conseguir el cual existe un duro recorrido. Desde hace generaciones mi familia es la guardiana de textos a los que sólo puede tener acceso sólo quien ha completado los niveles precedentes. Quien quiere ir más allá, para llegar a la Sabiduría Universal, debe enfrentarse el peregrinaje al Templo de la Sabiduría y de la Regeneración, que se encuentra en un valle perdido entre Nepal y Tibet, muy difícil de alcanzar.

      ―Imagino que usted ya se ha enfrentado a este peregrinaje pero no es esto lo que quiero saber. Le repito la pregunta, ¿ha recibido la visita de una de estas adeptas en los últimos días?

      ―Ya se lo he dicho a los otros policías y a los carabinieri que me han interrogado. La última visita de este tipo se remonta a 1997, cuando vino una maga originaria de un pueblecito de Abruzzo, Sant’Egidio alla Val Vibrata. Se hacía llamar Mariella La Rossa. Me dijo, que antes de afrontar las pruebas a las que la sometería, que quería visitar los lugares mágicos en los bosques y en los alrededores de Triora, la Fontana di Campomavùe y la Fontana della Noce, la Via Dietro La Chiesa y el Lagu Dagnu. Era el día del solsticio de verano, una de las fechas típicas en las que las brujas y magos se reúnen, también en estos lugares, para el Aquelarre. Mariella se alejó al atardecer y nunca volvió.

      ―¡Y usted, claro, no participó en el Aquelarre y no se imagina ni siquiera cómo ha acabado Mariella! Vamos, sabemos perfectamente que estos llamados aquelarres son la oportunidad para llevar a cabo ritos satánicos, a veces violaciones, otras veces sacrificios de animales o de personas. Con vuestro lavado de cerebro convencéis a algunas personas, las más débiles desde el punto de vista psicológico, que se purifican, que renacen a una nueva vida y otras cosas más, con tal de que se sometan a las violencias que proponéis durante los rituales. Por no hablar, además, de todos aquellos que estafáis con ánimo de lucro. No son extraños los casos en que alguien ha perdido toda su fortuna por seguir a un gurú.

      ―Ya le he dicho que la nuestra no es una secta satánica. Quien entra en nuestra organización lo hace por libre elección y por el deseo de alcanzar niveles elevados de conocimiento. Le repito que no soy una vendedora de humo y todo lo que digo o predigo siempre se cumple.

      Déjeme ver su mano izquierda y míreme a los ojos, comisaria Ruggeri. ¿Por casualidad no será una de nosotros, quizás sin que lo sepa? Veo que ha sufrido de joven, veo luto en la familia que la han dejado marcada, veo una vida sentimental complicada pero que se ha resuelto recientemente de manera positiva. Usted tiene unos poderes superiores a lo normal, tiene una percepción considerable, tiene un aura muy fuerte, roja como el fuego, nada se le escapa cuando tiene a alguien delante de usted, ni un detalle. Y ahora marche, comisaria Caterina Ruggeri, de usted he conocido todo lo que había que saber.

      Sin ni siquiera darme cuenta me encontré fuera de la casa de Aurora, en el patio, seguida por Mauro que, con una sonrisa irónica, comentó aquello de lo que había sido testigo.

      ―Esa mujer tiene poderes hipnóticos. Te ha obligado a hacer todo lo que quería. Básicamente nos ha echado fuera a su manera y, como todos los que nos han precedido, también nos estamos yendo nosotros con el rabo entre las piernas.

      ―Ya, pero la bruja tiene razón, a mí no se me escapa nada. Volveremos con otra estrategia. Debo sólo reflexionar y regresar aquí preparada. Volvamos a comprobar si la científica ha terminado su trabajo y luego damos una ojeada alrededor. ¿Cómo se llaman esos lugares que ha nombrado la maléfica a propósito de Mariella La Rossa?

      ―Fontana di Campomavùe, Fontana della Noce, Via Dietro la Chiesa y Lagu Dagnu.

      ―¡Cáspita, felicidades, tienes una buena memoria! ¡Contigo no hacen falta grabadoras o libretas!

      ―Claro, de todos modos recuerda que la PDA nos puede ser útil para registrar las conversaciones. Es un modelo muy sensible e incluso manteniéndolo en el bolsillo es capaz de grabar.

      ―Sí, gracias por habérmelo dicho. ¡Imagino que será útil también para hacer fotos!

      Los hombres de bata blanca y guantes de látex estaban a punto de acabar su trabajo en la escena del crimen. Mientras uno sacaba fotos, otro recogía tierra alrededor de la víctima metiendo muestras en el interior de bolsas de plástico, otro más esparcía Luminol para la búsqueda de posibles pistas ocultas de sangre.

      ―¿Han encontrado algo interesante? ―pregunté.

      ―Parece que el incendio ha sido provocado sirviéndose de un líquido inflamable, no gasolina, pero algo que intentaremos localizar en el laboratorio. También hemos encontrado rastros de cera, quizás proveniente de una antorcha de papel prensado y cera, una de esas que usan en las procesiones, en las vigilias, para entendernos ―me respondió uno de los tres.

      ―¿Habéis encontrado la antorcha?

      ―No, comisaria. Sin embargo, estamos cogiendo incluso detritos carbonizados, quizás podamos encontrar algo útil. En cuanto acabemos el trabajo en el laboratorio le enviaremos un informe detallado. Aquí, por ahora, hemos acabado. Los de la morgue han llegado y podemos mandar el cadáver al depósito de cadáveres.

      Volvemos hacia la explanada donde estaba aparcado nuestro coche, un cartel de color negro, que señalaba la Fonte della Noce, llamó mi atención.

      ―¿Vamos a echar un vistazo? ―dije volviéndome a Mauro y, sin esperar su respuesta, me metí por el sendero que se adentraba en la zona de espeso bosque.

      Avanzamos durante un pequeño trecho y llegamos a una llanura dominada por un gran nogal, cerca del cual, de una fuente, manaba un apetecible surtidor de agua. Debido al calor y las fatigas de la jornada, tanto yo como Mauro, bebimos unos sorbos de agua muy fresca, luego comenzamos a mirar a nuestro alrededor para percibir algo de particular, cualquier señal, cualquier indicio. A primera vista parecía que no había nada interesante. Mientras me lamentaba por no tener conmigo a mi fiel Furia, inigualable seguidor de pistas, mi ojo cayó cerca del gran árbol donde noté que la tierra estaba removida.

      ―Ha sido hecho un dibujo en el suelo con un objeto puntiagudo, un cuchillo o un bastón con punta. Habitualmente los seguidores de las sectas efectúan unos ritos en determinados lugares, dibujando unos símbolos, pentáculos y otras cosas, que al final se eliminan. Parece que el dibujo fue borrado a todo correr dado que todavía se pueden ver algunas partes. Se vislumbran incluso algunas letras. Quizás la ceremonia fue interrumpida y los adeptos se han debido escabullir, de otro modo habrían tenido más cuidado en borrar el rastro.

      ―¿Piensas en una Misa Negra, quizás con sacrificios, qué sé yo, de una animal, de una virgen, de uno de los mismos adeptos ?

      ―Por ahora no pienso nada, me limito a observar y a recopilar lo que veo y siento. Hay muchos elementos pero todavía no sé cuáles pueden ser útiles y cuáles no. El sendero va hacia aquella parte. ¿Proseguimos?

      Después de unos pasos la vegetación se volvió tan intrincada que parecía que el sendero se acababa. Estaba a punto de volver sobre mis pasos, cuando entreví, a unos treinta metros, una silueta oxidada.

      ―Debe ser la carcasa

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