El Secreto Del Viento - Deja Vù. Alessandra Montali

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El Secreto Del Viento - Deja Vù - Alessandra Montali

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qué las lechuzas? –preguntó curiosa la muchacha.

      –Son el símbolo de la sabiduría, de ella hablaba el filósofo alemán Hegel, la llamaba la lechuza de Minerva –explicó Giusy demostrando ser muy entendida en la materia.

      Francesca sonrió y cándidamente admitió:

      –Nunca he estudiado Filosofía… De todos modos, tus sabias lechuzas son muy bonitas. Cuando vuelva a Como te haré una de plata. Veo que todavía no la tienes.

      Giusy abrió un cajón del mueble y cogió un mazo de cartas. Luego invitó a la muchacha a sentarse delante de ella y le dijo en tono grave:

      –Creo que pasará algo de tiempo antes de que tú puedas volver a Como. Hay cosas que debes resolver… aquí.

      Francesca sintió que el corazón le palpitaba y, enmudecida por tanta sinceridad, se sentó sin quitar los ojos del mazo de cartas.

      –No pienses que soy una charlatana. No lo hago por dinero –dijo sonriendo.

      Giusy le habló de ella misma, de sus orígenes búlgaros, le reveló la capacidad de saber leer las cartas del tarot, transmitida de generación en generación.

      –Todas las mujeres de mi familia saben utilizarlo. Por desgracia esta particularidad mía se parará conmigo. Yo he tenido un hijo y ¡te aseguro que no tiene magia ni en la punta del dedo meñique! –le explicó Giusy quitando la goma elástica que mantenía unidas las cartas. –¿Conoces las cartas del tarot? –le preguntó mostrándole aquellas cartas, grandes, con los bordes deshechos y la superficie brillante.

      Francesca movió la cabeza.

      –No pasa nada, de todas formas las mías son distintas de todos los otros que hay a la venta. Este mazo es muy antiguo. Tiene más de cien años.

      Francesca se estrujó las manos sobre el regazo y admitió:

      –¡Tengo miedo!

      –No debes tenerlo. Las cartas te guiarán en lo que deberás hacer. Serán una ayuda para el misterio que hay dentro de ti –respondió la mujer continuando a mezclarlas ruidosamente.

      A la muchacha le dieron escalofríos en cuanto Giusy extrajo del mazo una carta que representaba una mujer rubia. Luego extrajo otra y la puso al lado de la anterior. Francesca se horrorizó ante la vista del esqueleto que aparecía sobre el tarot. Rápidamente, Giusy, con gestos hábiles y decididos, añadió otra y otra más, hasta formar una especie de cruz.

      –¿Y bien, estás preparada para escuchar? –le preguntó fijando sus ojos en los de Francesca.

      Ella hizo un gesto de asentimiento pero por dentro estaba nerviosa.

      Giusy le mostró la carta de la mujer rubia y comenzó a hablar:

      –Ésta eres tú… Has venido desde muy lejos y te has refugiado aquí para huir de un gran dolor.

      Se interrumpió un momento e hizo escoger a Francesca otra carta del interior del mazo que quedaba. Se la dio a Giusy, que continuó:

      –Un hombre mucho mayor que tú, rico y fascinante. Has sido feliz con él. Pero tiene muchos secretos en el corazón y no los ha compartido contigo. Un hombre poco serio, para él sólo cuentan el sexo y la pasión. Ahora está lejos, en el extranjero y vive con otra mujer.

      Francesca no consiguió contener las lágrimas.

      –No llores por un tipo así, no vale la pena. Con tantas mujeres rodeándole, es mejor no tenerlo al lado.

      Francesca le dirigió una mirada interrogativa a la que Giusy no hizo caso. A ella le interesaba afrontar otra cuestión.

      Cogió otra carta del tarot y le explicó lo que tenía que ver con su familia:

      –Una familia muy hermosa, la tuya, muy unida. Tienes dos hermanos mayores que tú. Eres muy querida. Tienes una conexión muy fuerte con tu padre, eres la hija preferida, con ninguno de tus hermanos tiene una conexión tan fuerte. Te recuerda con mucho afecto y está a tu lado de corazón… Hay otra persona que ha sido importante para ti, que te ha querido mucho.

      Francesca frunció el ceño y respondió a las palabras de la mujer:

      –¿Quieres decir que ahora ya no está?

      –No, ya no está… Una joven mujer rubia. ¿Quizás una tía? Una prima...

      –Pero si ya no está… ¿está muerta?

      –Las cartas no me dicen nada más de ella, imagino que sí.

      Francesca se pasó una mano por la frente como para apartar aquel repentino recuerdo que había vuelto a torturarla:

      –La fuente… Aquel día en la fuente, en el viento… el dejavù… conmigo había una mujer rubia girada de espaldas… Quizás...

      –Quizás era ella –concluyó Giusy.

      La mujer se paró y, dándose cuenta de que la chica estaba bastante desconcertada, le preguntó si quería saber más. Francesca contestó enseguida que sí.

      –Esto era tu pasado, ahora veamos lo que te espera –volvió a hablar la mujer.

      Francesca seguía con la mirada los dedos de la mujer que señalaron decididos hacia el esqueleto. Sus ojos se abrieron de par en par cuando la robusta mano de Giusy levantó la carta. La mujer rió y se apresuró a tranquilizarla:

      –¡No quiere decir que morirás! ¡No! ¡Al contrario! La muerte significa que tendrá lugar un profundo cambio en ti… Una nueva vida te espera y también un nuevo amor. Un hombre nuevo, con fuertes sentimientos, un hombre de verdad que te enamorará.

      –Imposible –dijo cortándola Francesca. –No me enamoraré más.

      –Ya veremos, ya veremos, señorita…

      Le entregó de nuevo el mazo de cartas, la muchacha escogió otro naipe y, después de haberla observado, se la entregó a Giusy que la puso junto con las otras tres.

      –Esta carta junto con las otras nos dice que has venido al sitio adecuado. Tú no has elegido venir aquí, el destino te ha traído, porque aquí hay una parte de ti que no conoces.

      Luego, levantando los ojos de las cartas, con un tono de voz que le pareció extraño incluso a ella misma, subrayó:

      –Hay algo que forma parte de ti en este pueblo.

      –¿Parte de mí? ¿Cómo es posible?

      Giusy, lentamente, dispuso las cartas que quedaban, cubiertas, delante de Francesca, le dijo que cogiese una y le avisó de que sería el tarot el que concluyese la lectura. Francesca, sin dudarlo, cogió la primera carta de la fila y la puso girada sobre la mesa. A Giusy se le iluminaron los ojos y con voz cargada de emoción explicó el contenido de la última carta:

      –Aquí está tu corazón, es esto lo que debes reencontrar…

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