Paso a la juventud. Sandra Souto Kustrín
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Paso a la juventud - Sandra Souto Kustrín страница 20
En septiembre de 1935 un congreso provincial de las Juventudes Socialistas de Valencia propuso «a las Ejecutivas del Partido y las Juventudes que activen las conversaciones para llegar a una inteligencia con la III Internacional (…), así como que la Federación Nacional de Juventudes Socialistas se dirija a los camaradas comunistas exponiéndoles la conveniencia de reunir o fundir en un sólo organismo nacional juvenil los actuales». Pero el congreso se adhirió también a las posturas expresadas en el folleto Octubre que, como hemos visto, estaban lejos de los frentes populares.185 Ya en octubre, José Laín publicó en Claridad un escrito donde elogiaba los acuerdos del VII Congreso de la IC, pero no había en él ninguna referencia a la política de frentes populares, sino que se destacaban los aspectos antes mencionados. En primer lugar, apoyaba la libertad que se daba a las secciones nacionales: «implícitamente la IC ha reconocido sus faltas. Sectarismo, espíritu estrecho, aplicación mecánica de las consignas, aislamiento de las masas (…) Se encarga a las secciones resuelvan por sí mismas, dentro de la línea de la Internacional, sin esperar el maná del acuerdo del comité ejecutivo. Y si esto se lleva a la práctica, ¡adiós a la dictadura moscovita!». En segundo lugar, destacaba la propuesta de unidad hecha a la socialdemocracia, que, según Laín, debía basarse en «rompimiento total con la burguesía, previa unidad de acción, reconocimiento por parte del partido unificado y de todos sus miembros de la necesidad del derrumbamiento violento de la burguesía, y de la dictadura del proletariado, ejercida a través de los Soviets». Y todavía a finales de diciembre de 1935, un periódico zaragozano que se presentaba como «expresión concreta de la unidad de acción establecida entre los jóvenes socialistas y comunistas de Zaragoza», defendía la creación y desarrollo de las Alianzas Obreras y Campesinas, que se identificaban con los soviets rusos, considerando que tendrían el mismo papel revolucionario que éstos.186
A los cambios producidos o apreciados en los congresos internacionales comunistas se sumó la diferente actitud adoptada hacia la insurrección española de 1934 por las dos internacionales obreras. La falta de solidaridad de las internacionales socialistas, de la que se quejaría el mismo Largo Caballero pero también los socialistas exiliados en diferentes países europeos, distanció a las juventudes socialistas de la IOS y las acercó a la Internacional Comunista. Como dijo Santiago Carrillo en el informe presentado al solicitar la entrada de la JSU en la Internacional Juvenil Socialista, en abril de 1937, el acercamiento de la FJS a la UJCE había sido favorecido por la ayuda que la Internacional Juvenil Comunista le había prestado a la primera tras octubre de 1934. La juventud socialista española «apenas ha sentido la influencia y el calor de la ayuda de la IJS» por lo que no podía «extrañar» que «nuestra federación se haya ido sintiendo cada vez más alejada» de ella.187
Estas «causas» quedaron reflejadas en noviembre de 1935 en un boletín interno elaborado por la Juventud Socialista Madrileña en el que se defendía la entrada en la Internacional Comunista por «no poder estar aislados de la organización internacional proletaria» –lo que implicaba una clara ruptura con la IOS–; porque «han desaparecido las causas que dificultaban nuestro ingreso» –la subordinación de las secciones nacionales–; por ser «el único medio de consecución de la unidad política en nuestro país» –objetivo de la FJS pero también, al menos en sus discursos públicos, de la izquierda del PSOE–; por «nuestra total identificación con las resoluciones de su VII Congreso en relación con el problema de la unidad», pero no de las alianzas interclasistas, sino de la unidad obrera; «por nuestra aceptación plena de la organización de la conquista del Estado, sobre las bases de la Revolución Rusa» –esto es, la dictadura del proletariado–; «por su solidaridad moral y material con el movimiento revolucionario de octubre» y «por su posición antiguerrera». Sometidos éste y otros planteamientos –como la propuesta de «bolchevizar» el PSOE– a votación entre las células madrileñas, 37 aprobaron por unanimidad sus posiciones; 10, por mayoría –aunque ciertas células plantearon algunas objeciones o propuestas (por ejemplo, que no se ingresara en la Internacional Comunista hasta que no lo hiciese el partido)–, y 11 discreparon de algunos puntos, pidieron aclaraciones sobre otros o hicieron sugerencias.188
Por tanto, sólo en cierta medida era cierto lo que decía Gerö, uno de los miembros del Secretariado Romano de la IC, de que «los JS emplean nuestro lenguaje», porque en muchos aspectos era el lenguaje anterior al VII Congreso. Además, este lenguaje no era unánime, como indica la misma votación entre las células de la JSM, pero también una carta enviada por los jóvenes socialistas presos en la cárcel de Oviedo a su comité ejecutivo nacional en la que le pedían explicaciones por el desarrollo de la insurrección de octubre en Madrid y por su actuación en ella, criticaban su propuesta de bolchevizar el partido y defendían una alianza electoral con los republicanos de izquierda.189 Como muestran otros ejemplos citados anteriormente, la división existente en el PSOE se daba también en su organización juvenil y aunque la dirección de la FJS y gran parte de sus militantes apoyaron a Largo Caballero, también hubo organizaciones provinciales y locales y cuadros intermedios que apoyaron al centrismo socialista representado por Prieto.
En todo caso, la posición hacia el VII Congreso de la Comintern muestra que en esos momentos el acuerdo de la FJS con la postura comunista no era total, sino que la organización juvenil seguía estando más cerca de las posiciones de la izquierda socialista que no aceptaba todavía la política de frente popular. Como ya dijo Santos Juliá, la lectura que los largocaballeristas hicieron del VII Congreso de la Internacional Comunista «era parcial y partidista, en el sentido de que leían exclusivamente aquello que coincidía con sus intereses en la lucha interna del partido y se olvidaban, o relegaban a un segundo plano, aquellas otras decisiones del congreso que impugnaban determinados aspectos de su política. Por ejemplo, la importancia que daba el congreso al bloque popular sobre el frente único».190
La valoración realizada por la juventud socialista de los resultados de los congresos internacionales comunistas explica también la postura que mantuvo ante la formación del Frente Popular en España, frente a la de la UJCE que, como hizo el PCE, pasó a apoyar la formación de un «Bloque Popular» tras el VII Congreso. A la FJS le costó apoyar la constitución de un Frente Popular por su rechazo a cualquier alianza con los republicanos. Este apoyo fue requerido especialmente por la izquierda socialista al ser la organización juvenil uno de sus principales baluartes. Todavía en noviembre de 1935 se hablaba de que dos de los tres representantes de la FJS en una reunión conjunta con el PSOE y la UGT –«Leoncio» (Pérez) y Hernández Zancajo–, estaban en contra de la coalición, aunque Santiago Carrillo dijo esperar que la organización juvenil la aprobara.191 La FJS aceptó el Frente Popular en diciembre de 1935, justificándolo por la «obligación de intentar salir a través de ella [la lucha electoral] de esta dolorosa situación», en clara referencia a las consecuencias de la represión de la insurrección de octubre de 1934, pero especificando también que no renunciaba a sus entonces objetivos máximos de «revolución y dictadura del proletariado»: este compromiso no va a «economizarnos una revolución». Planteaba también que, paralelamente, las organizaciones proletarias tenían que preparar «sus cuadros de lucha para los acontecimientos que puedan sobrevenir» y que debía «intensificarse la labor de depuración orgánica» del partido. Continuas referencias a la amnistía habría también en la «explicación oficial» de la dirección juvenil socialista. Y, dado lo analizado anteriormente, difícilmente se puede decir que estas matizaciones eran «manifestaciones justificativas del abrazo de las teorías de Dimitrov y de la Internacional Comunista», siendo Dimitrov uno de los principales, sino el más importante, impulsor del frentepopulismo en el movimiento comunista.192
Si bien es cierto que Carrillo se definió públicamente como «comunista» antes de la formación del Frente Popular («las rectificaciones de la III Internacional» nos colocan «en un plano político semejante al de los comunistas»), no es menos cierto que esta identificación no estaba tan clara