Comunidad e identidad en el mundo ibérico. AAVV
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Una evidente conclusión a estas propuestas de análisis es el acercamiento de la antropología y la sociología al análisis histórico.
«La Europa moderna era un mosaico de unidades políticas solapadas, de ciudades-estado, señoríos e imperios transnacionales. La geografía humana imponía solidaridades que podían ser mayores o menores que las fronteras políticas, mientras que los lazos de la religión, la casta o el clientelismo, constituían focos de lealtad alternativos a los del Estado emergente». Permítannos que con estas lúcidas palabras del propio Jim Casey, recogidas por J. Elliott en su contribución a este libro,12 subrayemos las temáticas y las problemáticas que son objeto de su preocupación e interés. Y lo hacemos así porque siguiendo a Arlette Fargue, el historiador argumenta y reelabora los sistemas de relación del pasado a través de las representaciones de la comunidad social que estudia, al mismo tiempo que a través del propio sistema de valores y de normas. El objeto de la historia es, sin ningún género de dudas, la conciencia de una época y de un medio, mientras que es construcción plausible y verosímil de las continuidades y discontinuidades del pasado.
La historia es un trabajo para identificar los modos de pensamiento, buscar sus reglas, delimitar conductas para comprender sobre qué sistema se basan las prácticas y comportamientos, así como las cohesiones y rupturas sociales.13 Y Jim ha llevado a cabo una práctica historiográfica en la que se cumplen, plenamente, los principios indicados; de tal manera que se puede comprender cómo se producen y reproducen, a través de la acción y de las intenciones humanas, la sociedad y la cultura en lo que constituiría un espacio de aproximación entre historia y antropología, tan querida para Jim.14
Las 11 contribuciones15 que componen este volumen reflejan la diversidad de las temáticas sobre las que Jim ha trabajado y tienen, además, la virtud de proponer y sugerir investigaciones y nuevas reflexiones sobre fuentes. Podemos afirmar que el conjunto de contribuciones tienen un denominador común: propuesta de nuevas vías de investigación y reflexión historiográfica alrededor de las líneas sobre las que ha trabajado Casey. Recuerdan las cuestiones fundamentales existentes en el panorama historiográfico actual: el funcionamiento del estado, las relaciones centro-peri-feria, los grupos marginados y las divisiones religiosas, la familia y la genealogía, la historia social y los factores de relaciones sociales, la importancia de los cambios climáticos en la guerra y en las relaciones políticas, la lengua como factor político y de homogeneidad cultural. Son cuestiones a las que Jim, uno de los historiadores británicos que más han influido en el estudio de la historia española, ha hecho su magistral contribución.
La contribución de Casey a la historia social, subraya el interés que siempre ha dedicado a las grandes cuestiones estructurales y socioeconómicas como la formación del Estado moderno y de las relaciones entre centro y periferia, evidente en la investigación sobre Valencia y Granada. Ha prestado atención a la historia de larga duración, propia del tiempo braudeliano, y más en particular a la historia de la familia como una interacción de la comunidad de la cuál es indisociable.
La comunidad siempre aparece en el centro de la investigación, así como sus relaciones de parentesco, afectividad, vecindad y trabajo e, incluso, clientelares y de patronazgo. Lo individual y lo colectivo se encuentran en la base de cada acción humana. García Cárcel indica la posición mantenida por Casey respecto a algunas de las principales corrientes historiográficas: estructuralismo, marxismo, tradición francesa de Annales, microhistoria, Cambridge Group y, sobre todo, un gran interés por la antropología social. Al mismo tiempo, señala su distancia respecto a determinadas corrientes de pensamiento: como el posmodernismo aplicado a la historia, el linguistic turn y la historia de género, aunque su aproximación la ha practicado, exclusivamente, como parte de la historia de la familia.
Elemento fundamental del parentesco y de la reproducción social y biológica de la familia, Jim plantea respecto a la mujer un intento de análisis en favor de una reflexión consistente en la diferencia y la relación de género o la práctica de discriminación en base a la identidad sexual (perspectiva no excepcional vista la reconocible permanencia, si no el retorno, de una neutralidad de género en la historiografía actual histórica).
Partiendo de su llegada a Cambridge, John Elliott dirige el inicio de la carrera de Jim sobre su investigación en el Reino de Valencia que ofrece, unos años después, el The Kingdom of Valencia.16 Elliott señala cómo el trabajo de Jim había proporcionado un aporte fundamental sobre la comprensión de las relaciones de poder entre el centro y la periferia (una periferia que incluye la colonia americana) proponiendo una concepción particularmente compleja.
Tales relaciones han caracterizado continuas dinámicas de interacción en el binomio acción-reacción y se expresan tanto en el conflicto como en las diversas formas de cooperación y complicidad que ponen en juego los individuos en sus diferentes y complejas relaciones. En este contexto se integra la dicotomía propuesta por Casey respecto a centro-periferia, sobre todo en las relaciones políticas y de poder entre el Reino de Valencia y la Corte. Se trata de nociones intercambiables, ya que el centro de una persona o institución puede ser la periferia para otras. Elliott plantea una pregunta clave: ¿Qué hace posible la cooperación y por qué en ciertos momentos y en ciertos lugares fracasa?
Casey integra, en una segunda propuesta, pero relacionada con la que acabamos de exponer, la historia de la familia dentro de un sistema de relaciones en el que la comunidad y la nación son partes inseparables. Siendo éste un punto de relación, son los lazos de dependencia personal los que atraviesan la línea divisoria entre centro y periferia e impiden el desarrollo de fracturas y rupturas claras entre gobernantes y gobernados; la dialéctica oprimidos/opresores, dueños/súbditos, pierde la fuerza determinante y explicativa que el marxismo le había otorgado como explicación histórica; en definitiva, se trata de conceptos con una fuerte carga territorial y política, pero defendidos y ocupados por individuos que deben sus puestos a los orígenes familiares y a las relaciones clientelares de base y raíz familiar y de patronazgo. Es aquí, por tanto, donde se encuentra el verdadero origen del problema, y lo que explica la verdadera atención de Casey a la familia como institución social, cultural y elemento explicativo no sólo de relaciones familiares sino también de índole política. Nos encontramos ante lazos personales y vínculos sociales como factores claves.17
Otro elemento importantísimo para comprender el trabajo de Jim es su gran versatilidad metodológica y capacidad de manejarse entre distintos tipos de archivos y documentación: desde los de Estado o municipales hasta los parroquiales y notariales. Pero la virtud que le destaca especialmente en el trato y la relación con la documentación, no es sólo por el potencial empírico y la información que proporciona y sabe seleccionar como representativa –lo cuál ya es una notable virtud–, sino por lo que sugiere y permite deducir, sin declararlo abiertamente, y que al cruzarse entre diversas fuentes manejadas enriquece, sobremanera, el análisis histórico.
Es, precisamente, esta vertiente y perspectiva la que le hace insistir a Elliott sobre la atracción de Jim por la antropología social combinada de manera magistral con la historia; por ejemplo, en la concepción de la familia extensa no tanto como institución social y política sino como sistema de valores morales y culturales. Para completar esta visión, hay que subrayar la habilidad de Jim en servirse de la literatura y de la tratadística de la época como soporte informativo. Lo que, finalmente, ofrece un