Trayectorias y proyectos intelectuales. Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez

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Trayectorias y proyectos intelectuales - Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez Taller y oficio de la Historia

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en que se les puede ver en la historia.

      La trasformación conceptual puede entenderse como un paulatino desarrollo del pensamiento, en virtud del cual las interpretaciones idealizadas como modelo de explicación del orden social ceden espacio a otro modelo donde se le da preponderancia a la relación inherente entre los acontecimientos sociales. El estudio de las condiciones con las cuales los grupos de humanos pudieron elaborar o no tales conceptos resulta crucial para entender la labor del científico social ante la realidad del subcontinente. Es el compromiso con este horizonte de indagación y la apuesta por contribuir a la comprensión y explicación de los cambios que caracterizan el desarrollo del pensamiento y de la reflexión sobre lo social en el espacio intelectual latinoamericano, más allá de los diagnósticos de manual, lo que otorga unidad de propósito a los trabajos que conforman esta sección del libro.

      Los cuatro ensayos consideran procesos sociales de resignificación y cambio conceptual en el largo plazo. El escrito de María Isabel Zapata explora, por ejemplo, los cambios en el ideario republicano impulsados a partir de 1910; el artículo de Diana Mora estudia la manera como es pensado el pueblo por parte de las élites en el contexto de la república liberal hacia los años treinta del siglo pasado, y el trabajo realizado por Julián Gómez destaca el significado de la labor investigativa de la Misión de Economía y Humanismo, a mediados de los años cincuenta del siglo XX en Colombia, como antecedente insoslayable del oficio riguroso y metódico del sociólogo profesional, tanto por las técnicas empleadas como por la hondura de la perspectiva sociológica desde la que, desafiando el economicismo reinante y el compromiso político, se piensa el problema del desarrollo en el país en la coyuntura histórica definida por una particular correlación de fuerzas constitutiva del entramado sociopolítico nacional de mediados los años cincuenta.

      V

      Una consideración procesual de lo humano, una atención a la lógica del cambio social en el largo plazo, una forma de entender el proceso social como horizonte abierto en el cual los cursos de acción no se hallan prefigurados, ni existen entidades todopoderosas, ni modelos sociales prestablecidos hacia los que orientarse, constituyen un patrimonio común de principios e ideas que permitió a los pensadores latinoamericanos en la primera mitad del siglo XX afirmar con sus desarrollos intelectuales el valor de la cultura propia y proyectar horizontes de futuro en los que las sociedades del subcontinente podían aspirar a ganar control sobre sus destinos y jugar un papel activo en el porvenir humano. Una superación del etnocentrismo característico de la ciencia social clásica europea y norteamericana mediante la elaboración de una visión, en ese sentido, más realista del proceso histórico-social sería clave para entender cómo la obra de estos pensadores consigue ser importante en función del desarrollo e incremento de una consciencia de la propia singularidad histórico-cultural en Latinoamérica.

      El problema del desarrollo de una conciencia de la singularidad histórica y cultural se ha planteado, sin embargo, en el ámbito latinoamericano, más con arreglo a la necesidad de emanciparse de unas formas impuestas de pensamiento y menos como un resultado que tiene en su base el incremento de la competencia para captar el mundo social en su propia lógica. Las lecturas que se hacen en esta compilación de diferentes obras y trayectorias intelectuales permiten, justamente, llamar la atención sobre este aspecto que tiende a perderse de vista cuando la crítica del “colonialismo intelectual” se lleva a cabo en el marco de una visión relativista del conocimiento que deja sin asidero la posibilidad de juzgarlo a propósito de una mayor o menor adecuación con un mundo que tiene su propia lógica. Los artículos compilados en este volumen toman distancia frente a una mirada que en correspondencia con su perspectiva relativista plantea el problema del desarrollo de la conciencia de la propia historicidad latinoamericana en el plano de la confrontación ideológica, de la lucha política y vislumbra la salida en el plano de la militancia intelectual o más recientemente en la resistencia epistemológica. Si los pensadores sociales latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX consiguen producir un conocimiento relevante en el horizonte de la emancipación cultural, es en la medida en que, más allá de su convencimiento ideológico, del compromiso político o de la actitud militante más o menos marcada en sus trayectorias vitales, comparten un ámbito intelectual, en cuyo seno participan del proceso creativo y tienen acceso a un caudal de ideas y miradas que les permite avanzar en línea de un aumento de la competencia para captar la lógica procesual-constructiva del ser humano.

      De acuerdo con este planteamiento, lo crucial sería la posibilidad de subrayar el hecho de que el proceso, a través del cual se va elaborando socialmente una comprensión más fundamentada y realista de la propia especificidad histórica y del valor cultural, muestra en su decurso una estrecha relación, una interdependencia, con el incremento (o decremento) de la capacidad para entender la lógica intrínseca del proceso humano-social. La forma y la dinámica concreta de esta relación en el curso del proceso social latinoamericano sería, en esta ruta, el problema sociológico a considerar; en los trabajos aquí realizados apenas si podrían encontrarse algunas pistas de la existencia de esa conexión. Con todo, el problema de la emancipación cultural se ve de un modo diferente si se reconoce su inscripción en el proceso de desarrollo cognitivo de los seres humanos en el largo plazo. Desde este modo de entender, la clave para la producción de una ciencia propia no estaría en la apuesta por un particularismo científico o epistemológico, o en la búsqueda de una ciencia o una razón latinoamericanas, sino en el desarrollo de la competencia para pensarnos en la lógica de la constructividad humana. Si se reconoce la ciencia social moderna como una actitud mental ligada históricamente en su desarrollo al incremento de la consciencia de esa constructividad, más allá de un legado occidentalizante constituye la expresión histórica de un proceso humano abierto de cuyo desarrollo el pensamiento y la ciencia social elaborada en el subcontinente han sido y son parte constitutiva.

      Wilson Lara Bernal

      Julián Ramírez Daza

      Referencias

      Jaramillo, J. y Osorio, D. (2011). Gino Germani y la historia de la sociología en Argentina. Entrevista al sociólogo Alejandro Blanco. Revista Colombiana de Sociología, 34 (2), 155-165.

      Weinberg, L. (coord.) (2010). Estrategias del pensar. Ensayo y prosa de ideas en América Latina, siglo XX. México: Universidad Nacional Autónoma de México.

       El Ariel de Rodó, el esbozo de un proyecto para el “crecimiento de la conciencia social”

      Samuel Vanegas Mahecha

      Pontificia Universidad Javeriana

      Para la sociología, tal como la conocemos hoy, la década de 1940 provoca una división de aguas que consagró el canon clásico sobre el cual se establecieron los límites de lo que debía ser la disciplina. Si bien es cierto que la historia del análisis sociológico se puede remontar hasta la protosociología de los pensadores de la Ilustración, es con los balances de la década de 1930 —el más conocido y de más impacto es el de Parsons en 1937— que se empezará a establecer de manera organizada cuál es el corpus de la sociología (Turner, 1989).

      Que la sociología en ninguna parte del mundo fuera una disciplina establecida antes de la década de 1940 es algo que se olvida cuando se hacen las reconstrucciones de la sociología en América Latina (Blanco, 2006). Todos los balances se hacen acerca de lo que se produjo en la región hasta la primera mitad del siglo XX,

      […] la época en que los abogados, los filósofos, los historiadores y hasta los médicos se convierten en profesores y especialistas en la naciente especialidad, ya fuera por vocación, por perentorias necesidades de trabajo o por la búsqueda de prestigio para sus aspiraciones políticas o el desempeño de cargos públicos. Un escenario en que la improvisación cubrió con derroche de imaginación y talento la falta de capacitación profesional existente, lo que no estuvo exento

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