Sed de más. John D. Sanderson
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A partir de esta revelación, la interpretación de Rabal derivará en una dinámica histriónica persistente hasta el final de la película, probablemente por indicación del director. Nadia se ofrece a cuidarle; él se niega para no contagiarla, pero ella acaba mudándose a su casa con todas sus pertenencias, incluyendo una estampa de la virgen de Nápoles que le regaló un niño adoptado por su hermana. En un clímax catártico, ella le reza una plegaria a la estampa: «Me he burlado de ti, te he insultado. Castígame, pero cúrale a él», y cuando vienen los servicios médicos para llevárselo a una leprosería descubren que, milagrosamente, se ha curado. La película acaba con los dos arrodillados ante la Virgen de Nápoles en la basílica de Pompeya.
Costa dirige a Rabal en la escena en la que descubre su enfermedad. Foto: Filmcolor.
Nadia (Britt) y Sergio (Rabal) de rodillas ante la Virgen de Nápoles. Foto: Filmcolor.
Al reflexionar mucho tiempo después sobre aquel primer paso en falso de su trayectoria internacional, Rabal recordaba como única lección positiva la recomendación que le hizo un compañero de reparto (Boyero, 1992: 22):
Creo que el mejor consejo que he recibido nunca sobre el trabajo del actor me lo dio el gran actor francés Bernard Blier. Estábamos rodando en Italia, yo tenía que bajar unas escaleras, gritar «milagro» y echarme a llorar, pero a mí no me salía ni a la de tres. Blier me dijo: «Concéntrate y siente esa emoción. Recuerda que un actor siempre tiene que creérselo para hacérselo creer después a los espectadores».
El espectador asiste incrédulo al desarrollo de unos acontecimientos que culminan con el desenlace de la milagrosa curación. Aún más increíble, a la vista de sus rendimientos interpretativos, sería el rédito obtenido por May Britt, ya que a continuación trabajó en dos películas norteamericanas rodadas en Europa, Guerra y paz (War and Peace, King Vidor, 1956) y El baile de los malditos (The Young Lions, Edward Dmytryk, 1958), producidas respectivamente por Paramount Pictures y Twentieth Century Fox, a años luz del tándem Donati-Carpentieri. De ahí daría el gran salto oceánico, pero para casarse con el actor y cantante estadounidense Sammy Davis Jr. y poner un súbito fin a su carrera profesional.
Rabal comprobaría a su regreso a España que a él no le esperaba ningún cambio profesional. Revelación abundaba en las mismas lacras que las celebradas películas nacionales de la época, pero no sería ni mucho menos alabada por la prensa oficialista en su tardío estreno:
Revelación quiere ser cine católico, pero para ello le sobra el lastre folletinesco de su trama y la falta de persuasión de los argumentos que se esgrimen en la lucha entre los creyentes y la muchacha atea. Creemos sinceramente que, en especial en este género cinematográfico, no hay buen o mal cine católico. Lo es, íntegra o totalmente, o no lo es. Y por lo mismo nos cuesta considerar dentro del mismo a esta cinta, que cuenta con algunos aciertos y en conjunto retrata con fidelidad la mano creadora de un realizador que nunca alcanzó los linderos de la genialidad pero que ha sabido mantener un nivel medio aceptable en su veterana actuación porque Revelación, desde el punto de vista doctrinal, posee demasiados defectos.2
Pese al fiasco de esta primera incursión internacional, Rabal regresaría tercamente a Italia al año siguiente para protagonizar otra coproducción de temática religiosa, Serán hombres (Saranno uomini, Silvio Siano, 1957), con la perspectiva a más largo plazo de crear una cabeza de puente nacional en un país donde ya se habían asentado otros actores españoles. Ahora sopesaba más factores en su elección de la película, como refleja en una carta enviada a su esposa: «Creo que Mássimo Girotti hará el papel del cura. Salgo ganando porque éste en España, y en el mundo, es más conocido y además es mejor actor».3 Estaba bien informado, ya que Girotti tenía una distinguida trayectoria tras haber trabajado en los años cuarenta a las órdenes de Luchino Visconti, Roberto Rossellini o Vittorio de Sica, directores idolatrados por el actor español. Además, la protagonista femenina, Silvana Pampanini, estaba en la cúspide de su carrera y serviría de reclamo publicitario tras protagonizar el regreso a la dirección del mítico Abel Gance, La tour de Nesle (1955), y el film de Luigi Comencini La bella di Roma (1955). Rabal se mostraba agradecido por la camaradería de sus compañeros de reparto, tan necesitada en aquellos primeros pasos suyos en la cinematografía italiana:
Ayer fueron las pruebas en el Estudio De Paolis (creo que se pone así) que es donde por fin se rodará la película y que está más cerca que Cinecitta. Todo muy bien. La Pampanini me pareció muy normal y simpática. Lo mismo puedo decir de Girotti, muy simpático y educado, y allí me encontré con nuestro amigo Tamberlani,4 que hará mi padre y que se alegró mucho y yo de que así sea. Me dio muchos recuerdos para ti, Asunción, y quedé con él en ir a comer a su casa. Nos hicieron fotos juntos a los tres protagonistas que ya os enviaré cuando me las den.5
El inicio de este extracto revela la temprana ingenuidad del actor español. El cambio de estudios se debía en realidad a la pesadilla administrativa que se estaba viviendo en aquellos momentos por incumplimientos en los pagos de la productora italiana ACES Films; la española Yago Films, que había cumplido con su parte, no tenía más remedio que esperar. Como contó décadas después un mucho más experimentado Rabal (Hidalgo, 1985: 52): «Los productores españoles se confiaron porque en la productora italiana había un cura, y resulta que estos italianos eran unos chorizos y no pagaban». Él ya estaba acostumbrado a vivir situaciones de impago en su país, pero en Italia la resolución era más drástica: no se iniciaba el rodaje hasta que se hubieran satisfecho las cantidades demandadas. Rabal llevaba en Roma desde el 14 de julio, y dos semanas después empezaba a mostrar su impaciencia ante la paralización del proyecto sin saber muy bien qué hacer salvo curtirse en estos menesteres:
Esta mañana no he salido del hotel. He comido aquí y escrito a Damián detallándole todas las cosas que voy viendo por aquí. Por ejemplo, que conviene aclarar para ir contando desde qué día empiezo a estar bajo las órdenes de Yago, o sea que como en este caso se ha retrasado la película, pudiera retrasarse más y yo pierdo lamentablemente aquí el tiempo, por bien que me paguen las dietas. También advirtiéndole que se debe firmar la cláusula de que si una película que ellos me mandan, como por ejemplo esta de ahora, se suspendiese aunque fuese culpa de la casa extranjera, y no de Yago, éste debe de pagármela lo mismo que si se hubiese realizado y se contaría ya como película hecha, ya que no soy yo el que me contrató sino ellos. En fin, todas estas cosas que para otra vez habremos de firmar condiciones adicionales en caso de que me envíen al extranjero. Ya no creo que pase nada, pero ha habido la lejana posibilidad de haberse suspendido esta coproducción por una nueva ley que aquí ha salido de que hay que depositar en un banco el dinero íntegro que se ha declarado del coste de la película. Ellos habían declarado más de lo que la realidad les costaba y ahora no tenían para depositarlo.6
No se había entregado el dinero ni el guión traducido necesario para establecer unos fundamentos sobre el proceso creativo