Sed de más. John D. Sanderson

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Sed de más - John D. Sanderson Oberta

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y muy querido. Paco siempre le aconsejaba a Jorge que tenía que hacer una vida más normal, porque tenía mujer, se casó con una mejicana, y dos hijos, y a veces venía ella a Roma y Jorge andaba por ahí con otras. Paco, que sufría mucho por él, le decía, «¡Hombre, Jorge, que ha venido tu mujer de Méjico!».

      No podía predecir entonces Asunción lo preponderante que llegaría a ser la presencia de Antonio Passalia en la vida cotidiana de su familia. La rocambolesca compra de un coche deportivo rojo en Roma por parte de su marido, que tuvo que poner a nombre de Passalia para poder traerlo a España, provocó que este acabara instalándose en Madrid durante casi dos años, todo a cuenta de los Rabal.

      Ponti, por su parte, no las tenía todas consigo con respecto al proceso de producción de la película, y así relataba su experiencia al acudir al rodaje (Faldini y Fofi, 1979: 351, traducción nuestra): «Todo lo que vi fue a una mujer que caminaba por una estación de tren. Y caminaba, y caminaba. ¡Dios mío, qué aburrimiento!». Esto sucede ya en la primera escena, pero se puede disentir sobre el aburrimiento, ya que se trata de un interesante plano-secuencia en el que Marisa se pasea por la ciudad despertando la euforia de una extensa coreografía de admiradores. Vende helados en una estación de tren acompañada de su confidente, Fumetto (Giancarlo Zarfati), niño vagabundo que aporta el contrapunto cómico al desparpajo físico de la protagonista. Entre tanto hombre destaca un joven marinero, Ángelo (Renato Salvatori), candidato mejor situado para convertirse en su novio oficial. Un día aparece un nuevo jefe de estación, Antonio, más interesado por el porvenir personal de Marisa que por su atractivo, ya que adopta un papel paternalista al pretender enviarla a una escuela de telegrafistas para que asegure su futuro. Ella intenta flirtear con él, pero Antonio se mantiene firme, entre otros motivos porque ya tiene novia formal, Luisa (María Cuadra). Antonio es Paco Rabal.

      Rabal actúa de forma distendida con un tempo actoral mucho más dinámico que en las dos películas anteriores. Disfruta de menos minutos en pantalla (hay muchos hombres para una sola mujer), pero su Antonio tiene un proceso evolutivo más elaborado que los muy previsibles Sergio Gresky y Giacomo. La vena cómica ligera que había empezado a explorar en España bajo la dirección de Sáenz de Heredia encontró una saludable continuidad en este film de Bolognini. Cuando su personaje empieza a perder seguridad tiene momentos particularmente graciosos.

      Como Antonio no le hace sentimentalmente caso a Marisa, y su novio marinero Ángelo se marcha a una misión militar, ella empieza una relación con Lucicotto (Ángel Aranda), el segundo mando de la estación. Entre tantas hormonas desatadas aparece Luisa, recelosa ante el torbellino generado alrededor de la protagonista, y aunque Antonio es inocente, finalmente discuten y ella pone fin a su relación. La honestidad de Antonio ha actuado en su contra por una serie de malentendidos, pero ahora tiene el camino libre para cortejar a la joven protagonista que, sin embargo, ya ha perdido su interés por él. Rabal hace un efectivo alarde tragicómico al mostrar cómo su personaje se viene abajo por el abandono de su novia y, más aún, por el rechazo de Marisa cuando le declara tardíamente su amor. Ella acabará marchándose de la ciudad con Ángelo para labrarse un futuro mejor, pero distinto al que Antonio tenía previsto para ella.

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      Ángel Aranda, Renato Salvatori, Marisa Allasio y Francisco Rabal en un descanso del rodaje de Marisa la civetta.

      Es un film menor, ameno y divertido, al que Rabal contribuye con una interpretación ajustada a las necesidades de una puesta en escena coral al servicio de la protagonista. Además, sobrevive meritoriamente a una película «con niño», fórmula popular en España gracias al éxito de Joselito y continuada por Marisol, a la que Rabal le tenía auténtico pavor. Sin embargo, Marisa la civetta no llegaría a estrenarse en España, pese a la coproducción con Balcázar Producciones Cinematográficas, por mostrar una liberalidad de costumbres alrededor de la protagonista inaceptable para el estricto código moral de la época, ya que ni siquiera se propiciaba un final redentor que compensara los ingenuos escarceos anteriores.

      En cualquier caso, el primer paso ya estaba dado. Con sus dos primeras películas extranjeras Rabal había comprobado que podía hacer el mismo tipo de papel que en su propio país sin desmerecer en absoluto al resto del reparto, y con esta última demostraba una versatilidad, también labrada con anterioridad en España, que le permitía abrirse camino ante otro tipo de retos profesionales que no tardarían en llegar. Su hermano Damián era muy optimista a la vista de los resultados, y compartía esa sensación con quienes esperaban noticias suyas en España:

      Querida familia toda:

      Como Paco dice en su carta estamos muy contentos de que todo se haya normalizado. Además Paco tiene un ambiente estupendo en Italia y creo que muy pronto tendrá un buen mercado abierto. También hay proyectos para América, en fin, que el porvenir artístico de nuestra «estrella» se ve clarísimo.

      Hemos hablado aquí los dos mucho de esto. Conviene hacer poco cine en España por ahora, para dejar descansar un poco aquel ambiente y al mismo tiempo darse a conocer en el extranjero, donde está el grifo del dinero.

      Yo lo paso muy bien, y este viaje y la gente que trato me está sirviendo de mucha experiencia. También yo necesito mucho este trajinar por el mundo y tratar gentes de la profesión, buenos y malos, para afilar mis armas dentro de la misión que tengo que desempeñar junto a Paco.

      Dar muchos besos a todos, los niños sobre todo, que tanto nos acordamos de nuestros Rabalitos y Rabalitas.

      Pronto se darían cuenta de que les hacía falta un especialista que conociera el territorio foráneo, y pusieron la carrera de Rabal en Italia en manos del representante Frank de Blassi.

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