Leer antes. Márgara Noemí Averbach
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No hay duda de que la valoración es el más personal de los dos elementos de la reseña; la guía de lectura está más ligada a la formación y a un marco crítico específico, una postura teórica, aunque hay que aclarar que esos elementos también son elecciones personales. Por esa razón, desde mi punto de vista, una crítica debería escribirse en primera persona. Muchas veces (es mi caso) el suplemento no permite ese uso pero hay momentos en que me parece imprescindible. Un ejemplo es la crítica a Un hombre afortunado de John Berger donde mi historia personal pesaba demasiado en mi relación con ese libro como para no hablar de mí misma.
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Hay algo que decir sobre el tipo de lenguaje que se utiliza en el trabajo periodístico. Vuelvo a aclarar que lo que sigue es una opinión personal que no todos comparten.
Cuando mi amiga y yo llegamos por primera vez al diario en el que empezamos a trabajar, el intelectual reconocido que dirigía la sección cultural, un hombre que en ese momento debía tener más de cincuenta años (nosotras teníamos poco más de veinticinco), nos dijo que desconfiaba de los egresados de Letras. Que para él haber pasado por las aulas era más un problema que una ventaja: según él, los universitarios tendíamos a hablar solo para otros universitarios y eso dejaba afuera la mayor parte de los lectores del suplemento.
Con el tiempo, entendí que el “lector promedio” no es el mismo en todos los suplementos. En algunos, se trabaja sobre la suposición de que los únicos que leen las críticas son universitarios o intelectuales con mucha lectura previa y posturas teóricas elaboradas. En esos suplementos, no hay límite para el nivel técnico que puede tener el lenguaje en las críticas.
A mí, esa posición me parece elitista. Hay muchos lectores de libros que leen ficción o libros sobre historia y política sin una base teórica anterior, sin carreras universitarias de ningún tipo o con carreras de otro tipo. Es cierto que cualquiera que lee una reseña tiene cierto interés por la lectura pero es importante escribir para quienes aman los libros (en mi caso, los libros de literatura), no solo para quienes conocen la jerga de los que pasamos alguna vez por las aulas universitarias de las carreras directamente relacionadas con lo literario. En el caso de la escritura para diarios, es indiscutible que el público está supuesto desde la primera obra, como decía Cesare Pavese (aunque él hablaba de la ficción)1.
El lector promedio que yo doy por supuesto, es decir, la persona para quien escribo, no es un intelectual. Por eso, trato de escribir sin jergas específicas. Doy por sentado que la mayoría de quienes me leen desconocen la teoría literaria y no manejan sus términos. Tal vez una de las anécdotas más dolorosas de mi historia como crítica literaria en diarios fue una tarde en que uno de mis tíos, un agrónomo sin demasiado acercamiento a los libros, me dijo que no entendía mis comentarios.
Notas principales
En algunos casos, además de las críticas, los periodistas culturales (para darle algún nombre al oficio que trata de ilustrar este libro) hacen notas más largas para la sección abierta de los suplementos en los que trabajan. Esas notas suelen ser introducciones generales a temas de interés para el suplemento, por ejemplo obras de un autor o movimientos literarios.
El pedido de la nota puede venir desde el diario (ese es el caso más común) o, al contrario, ser un ofrecimiento del periodista. A veces, el suplemento necesita una nota por una efeméride, una visita de un autor conocido al país, un premio importante, cualquier noticia cultural del momento: recuerdo todavía el momento en que Toni Morrison recibió el Premio Nóbel. Yo escribí la nota central del sábado siguiente porque conocía a esa autora estadounidense desde hacía mucho. Cada vez que se otorga el Nóbel de Literatura, los suplementos necesitan especialistas que escriban sobre el elegido y si tienen un crítico que sabe sobre el tema, lo utilizan.
Al contrario, cuando el crítico ofrece las notas, suele tratarse de temas que le interesan especialmente y que supone que el suplemento puede aceptar.. Cuando yo lo hago, suele tratarse de notas sobre algo que está en el candelero del momento: una película, una serie, un libro sobre los cuales quiero decir algo que me parece importante o un debate que se está dando en el mismo suplemento.
Hay similaridades y diferencias entre las metodologías de redacción de estas notas y las que se utilizan en las reseñas. En cuanto a las similaridades, tal vez la esencial es una idea rectora sobre el lector promedio y el lenguaje que debe usarse para establecer una buena comunicación con él. Como mis reseñas, mis notas centrales no están pensadas para especialistas. Están ahí para que quienes nunca han leído, digamos, a los autores amerindios estadounidenses o las obras canónicas de William Faulkner (ver las notas al respecto) decidan si esos libros merecen su atención y por lo tanto, las escribo en un lenguaje diferente al que utilizo para un artículo especializado o una ponencia en un congreso sobre literatura.
En cuanto a las diferencias entre los dos tipos de notas, la primera es casi obvia aunque, para quienes no están familiarizados con el trabajo periodístico, tal vez sus consecuencias no lo sean tanto: en las notas centrales, el periodista cultural tiene un espacio mucho más amplio para expresarse y el espacio es siempre importante en los medios. Contar con más cantidad de palabras para decir algo cambia el enfoque de quien redacta: hay más posibilidades para explorar temas adyacentes y para las explicaciones secundarias; las oraciones pueden ser más largas y, sobre todo, es posible desarrollar las ideas y conceptos con mayor profundidad. No creo que yo lo haga conscientemente pero lo cierto es que, en las notas principales, mi estilo es más complejo, más adjetivado, más semejante a mi literatura de ficción.
La segunda diferencia se relaciona específicamente con la falta de formato previo. Como ya expliqué, para mí las reseñas tienen componentes básicos que cambian solo en casos excepcionales. En cambio, cuando escribo una nota larga, el formato está definido por el tema de que se trate. Por ejemplo, si se va a decir algo sobre un tema muy tratado en otros medios o en mi propio medio, tal vez el tono esencial sea el del debate (así ocurre aquí con algunas notas sobre el canon de la literatura estadounidense). En cambio, si se trata de un autor al que se recuerda por una fecha especial, la idea es más bien la de hacer una introducción a su obra. Así, cuando la idea es el debate, yo hago referencia a las notas anteriores y planteo mi opinión no siempre como parte de una discusión sino como una ampliación de las anteriores (por ejemplo, en mi discusión de la película de Quentin Tarantino, Django Unchained, escribí porque sentía que había cuestiones centrales de esa película que no se habían tocado en las notas anteriores, no para refutar a los autores de esas notas).
Sin embargo, hay tipos de notas centrales que sí tienen formatos definidos: el ejemplo más evidente es el de la entrevista, un género especial que en realidad, es fruto de una colaboración entre un periodista que pregunta y la persona que le contesta. La calidad de una entrevista depende de ese trabajo conjunto: las preguntas deben ser buenas y estar bien preparadas; las respuestas, reflexivas e interesadas. La colaboración existe aunque haya tensión entre los dos autores, como puede suceder sobre todo en las entrevistas con políticos o sobre política. En cultura, la tensión también es posible pero muchísimo menos frecuente.
Desde mi punto de vista, en una entrevista seria, quien pregunta tiene obligaciones ineludibles: 1-preparar preguntas que lleven al autor o autora a explorar sus ideas principales sobre la escritura; 2-tener la capacidad para repreguntar, modificar preguntas y adaptarse al ritmo y sentido de la conversación más allá de la preparación; 3-ser fiel a lo que se dijo en la transcripción y redacción de la nota, es decir no modificar las respuestas.
Una vez realizada la entrevista, parece haber diferentes maneras de prepararla para la publicación. Como lectora de medios, he visto muchas entrevistas redactadas en discurso indirecto: “Me dijo que…”, “Confesó que…” Yo estoy completamente en desacuerdo con eso: suelo organizarlas como un