40 ejercicios de neurociencia para deportistas. Néstor Braidot
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Por eso, una acción saludable requiere:
• Una práctica deportiva diaria. Aunque no es indicador de crecimiento de la inteligencia, ayuda a evitar la aparición de enfermedades neurodegenerativas como las demencias y el envejecimiento prematuro o, al menos, a postergarla.
• La imposición de desafíos en las actividades. Es valioso no acostumbrar al cerebro a las rutinas. Caso contrario, se adormece y debilita. Cambiar de vez en cuando crea nuevas conexiones cerebrales.
• Evitar los ejercicios deportivos antes de dormir. En especial considerando que se genera adrenalina, lo que promueve que se permanezca en alerta por un tiempo prolongado. Se recomienda evitar la acción entre 5 y 6 horas antes de dormir.
Por sus efectos en el ánimo y la motivación, es ideal el deporte regular y constante: contribuye a regular las funciones del sueño, el ánimo y la alimentación.
Director técnico
La neurociencia demostró que el cerebro es plástico: tiene la capacidad de mejorar, crecer y generar nuevos entramados neuronales a lo largo de toda la vida.
Algunas acciones clave para alcanzar ese objetivo son:
• Estimularlo para que pueda percibir más y mejor.
• Mejorar la atención para capitalizar experiencias y aprendizajes.
• Optimizar la concentración para liderar la evolución de nuestro cerebro.
La inteligencia, según la definición académica, es la “facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad”.
Pero la manera en la que la inteligencia se aplica, se desarrolla y se utiliza no es unívoca.
Reconocer la diversidad permite aplicar ejercicios apropiados para abonar esa sabiduría, desarrollarla, ampliarla y convertirla en más plástica.
Así, es posible detectar una variedad de tipos de inteligencias que se vinculan a la actividad deportiva de manera determinante.
Ellas son:
• La inteligencia lingüística.
Involucra una habilidad especial en el empleo del lenguaje hablado y escrito, la capacidad para aprender diferentes expresiones técnicas (como los términos propios del golf o el tenis) y emplear el lenguaje para lograr determinados objetivos (al motivar o motivarse frente a una competencia).
También abarca el poder mnemotécnico del lenguaje, es decir, la capacidad de un individuo para recordar información y relacionarla, y la habilidad para transmitir conocimientos.
• - La inteligencia visual-espacial
Es la que ostentan las personas con habilidades para percibir las formas, los movimientos, la rotación de figuras y la creación de imágenes mentales.
Muy útil a la hora de plantear, por ejemplo, una jugada o un recorrido.
• La inteligencia lógico-matemática
Es la que utilizamos para realizar cálculos y trabajar con números. Por ejemplo, ayuda a determinar el alcance de patear una pelota o hacer un saque.
• La inteligencia corporal-cinestésica
Su característica principal es la habilidad para dominar el cuerpo, tanto para expresarse a través de él como para alcanzar diferentes metas. Claramente, una condición indispensable a desarrollar frente a la práctica deportiva.
• La inteligencia musical
Abarca un conjunto de habilidades que permiten componer, cantar, dirigir una orquesta, tocar muy bien un instrumento o saber escuchar, por ejemplo, al prestar atención a ciertas indicaciones.
• La inteligencia interpersonal
Se revela en la posibilidad de establecer relaciones armónicas y productivas con los demás.
Está estrechamente relacionada con la empatía, es decir, con la capacidad para conectar con el otro y lograr un compromiso en el que casi siempre interviene un componente afectivo.
Provee una actitud de escucha activa que facilita la comprensión no sólo de sus necesidades, sino también de sus sentimientos y estado de ánimo.
Todas cuestiones esenciales para la convivencia en prácticas deportivas de equipo.
• La inteligencia emocional
Involucra la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás.
Se trata de dejarlas fluir, dirigirlas y equilibrarlas inteligentemente.
Su nivel idóneo se mide en función de la calidad de la relación que una persona es capaz de establecer consigo misma y con los demás. Por eso, está muy relacionada con la inteligencia social e intrapersonal.
Una variante que colabora en la constitución del ánimo del deportista, determinante para el alcance de los logros en las distintas disciplinas.
• La inteligencia naturalista
Se distingue por la habilidad para identificar, reconocer y clasificar las especies (flora y fauna), como así también otros elementos de la naturaleza: el viento, las tormentas y las mareas.
Estos conocimientos permiten distinguir lo que es útil o inocuo de lo que puede ser dañino o peligroso.
En el deportista, permite afinar el sentido de detectar aquello que, desde la naturaleza, puede impactar su práctica. Por ejemplo, correr contra el viento.
• La inteligencia espiritual
No tiene que ver exclusivamente con las manifestaciones religiosas: abarca varias particularidades.
Desde la inquietud por las cuestiones cósmicas o existenciales (¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Qué nos depara el futuro?) hasta un logro de un estado del ser y el efecto en los demás, como ocurre con las personas que llevan una vida dedicada al altruismo.
Un ítem cercano a la concepción del espíritu deportivo.
Estas inteligencias anidan en el cerebro.
El sistema ejecutivo o cerebral frontal es calificado como el director de la orquesta (o técnico).
Es su responsabilidad que los sujetos puedan evaluar las consecuencias de los sucesos, programar objetivos, conservar y ordenar información en la memoria de corto plazo e identificar y diferenciar estímulos, pudiendo clasificar lo pertinente de lo descartable.
Las secciones del cerebro involucradas en este esquema se encuentran en los lóbulos frontales.
La actividad deportiva continuada, como el prepararse para una competencia o el correr, colabora con el desarrollo de mayores conexiones neuronales en estas áreas.
El incremento en el tendido de esta red promueve el desarrollo óptimo de las funciones antes