México ante el conflicto Centroamericano: Testimonio de una época. Mario Vázquez Olivera

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México ante el conflicto Centroamericano: Testimonio de una época - Mario Vázquez Olivera Pública memoría

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mayo de 1979.88

      Ahora bien, para poder evaluar el carácter del apoyo de Gustavo Iruegas, encargado de negocios de la Embajada de México en Nicaragua, y sus implicaciones en términos de intervención o no, debemos analizar algunos ejemplos concretos.

      Conclusiones

      Como se ha visto hasta ahora, no todas las acciones emprendidas por el gobierno de México pueden calificarse como intervencionistas, como resultado de una política exterior activa o como derivadas de los principios tradicionales de política exterior. Sí podemos afirmar que el eje de la política de México hacia Nicaragua entre 1978 y 1982 tuvo que ver con la decisión de llevar adelante una diplomacia activa, con una marcada vocación “centroamericanista”. También influyeron, desde luego, la identificación ideológica de los distintos actores que participaron en la toma de decisiones.

      En primer lugar, podemos concluir que el gobierno de José López Portillo fue el último gobierno mexicano de corte nacionalista, en el que todavía se hacía una defensa de la ideología de la revolución mexicana y que, por lo mismo, el presidente de México tenía cierto grado de identificación con la lucha de los sandinistas, en tanto buscaban derrocar a la dictadura que venía ejerciendo por décadas la dinastía Somoza. Por su parte, las ideas progresistas del canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa y sus vínculos con otros diplomáticos, tanto en América Latina como en Europa, lo hacían proclive a dar su apoyo a estos movimientos.

      Pero, en definitiva, quienes fueron más allá y tuvieron una participación muy cercana a la lucha de los sandinistas en Nicaragua fueron el encargado de negocios de la Embajada de México en Managua, Gustavo Iruegas y su esposa Susie. Ambos fueron fieles a sus convicciones y consecuentes con su forma de pensar. De aquí la huella que Iruegas ha dejado en la diplomacia mexicana, por su solidaridad con los movimientos revolucionarios, por su compromiso con la defensa de las causas justas y por su sensibilidad ante el sufrimiento de quienes huían de la represión y la tortura.

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