¡Ellas!. José Ramón Alonso

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¡Ellas! - José Ramón Alonso Lienzos y Matraces

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cómo se acababan los últimos litros de gasolina del depósito. Fue su último mensaje. Nunca más se supo de ellos.

      Inmediatamente, se puso en marcha un potente dispositivo de búsqueda y rescate. Se considera el mayor intento de salvamento de un avión perdido en el mar de la historia naval. Estuvieron diecisiete días buscando, usando todos los barcos y aviones disponibles en la zona, gastando más de cuatro millones de dólares, lo que era una gigantesca fortuna en la época, y explorando seiscientos cincuenta mil kilómetros cuadrados en el océano, una superficie mayor que la de España, para tratar de localizar los restos del avión o a unos posibles supervivientes. Finalmente, el Gobierno norteamericano no tuvo más remedio que cancelar la búsqueda. En 1938 se construyó un faro en Howland Island con el nombre de Amelia Earhart. De algún modo era como si esa torre estuviera marcando ese lugar sobre el mar, llamando a Earhart y a Noonan, guiándolos a casa.

      Se ha dicho que Amelia Earhart, durante su último viaje, podía estar llevando a cabo una misión de espionaje para las Fuerzas Armadas norteamericanas que consistía en fotografiar islotes del Pacífico capaces de albergar guarniciones japonesas. Al parecer, el ejército había sustituido los motores del Electra por unos más potentes y había instalado dos cámaras fotográficas en el bimotor durante su estancia en Darwin, todo lo cual podría apoyar esta teoría del espionaje. También se ha sugerido que Earhart y su tripulante podrían haber sido capturados por los japoneses, y haber fallecido por enfermedad durante el cautiverio o haber sido ejecutados, ya que eran unos testigos demasiado peligrosos, por lo que podían haber visto y por su fama internacional. En 2012 se encontraron en el islote de Nikumaroro, no lejos de la ruta que debían seguir los pilotos, unos restos de productos de belleza americanos de los años treinta. Algunos han pensado que podían haber pertenecido a Earhart, pues entre otras cosas había una crema contra las pecas, una conocida obsesión de ella. Se puso en marcha una búsqueda del avión en los arrecifes alrededor de la isla. Quizá algún día sepamos la respuesta a este enigma.

      Se conserva una carta de Amelia a su marido, escrita para que se abriera en caso de que algún vuelo fuese el último. Dice así:

      Por favor, que sepas que soy plenamente consciente de los riesgos. Quiero hacerlo porque quiero hacerlo. Las mujeres deben intentar hacer cosas al igual que los hombres lo han intentado. Cuando ellas fallen, su fracaso será un reto para otras.

      Así fue. image

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      Para leer más

      GAST, P., «DNA tests on bone fragment inconclusive in Amelia Earhart search», CNN, 4 de marzo de 2011.

      GOLDSTEIN, D. M., y DILLON, K. V., Amelia: The Centennial Biography of an Aviation Pioneer, Washington, D. C., Brassey's, 1997.

      MARCK, B., Ellas conquistaron el cielo. 100 mujeres que escribieron la historia de la aviación y del espacio, Barcelona, Editorial Blume, 2009, pp. 124-133.

      Página oficial de Amelia Earhart: www.ameliaearhart.com

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      El mérito de Rosa Parks, lo que la hace estar en este grupo de grandes mujeres, es el heroísmo de lo cotidiano. Ella demostró que un pequeño gesto, una respuesta valiente y aparentemente simple, puede estar cargado de significado y ayudar a cambiar, a mejor, el mundo. Ella dio un pequeño paso con un enorme poder transformador.

      Rosa Parks nació el 4 de febrero de 1913 en Tuskegee, Alabama, la zona más profunda del profundo sur de los Estados Unidos. Su nombre de pila era Rosa Louise McCauley y tenía ascendencia africana, cheroqui, creek, irlandesa y escocesa, una mezcla de sangres que encaja en lo que ahora denominamos, de una manera un tanto absurda: «gente de color».

      El incidente que se convertiría en todo un símbolo de la lucha contra la segregación racial, y que haría de Rosa Parks la personificación de esta, tuvo lugar el 1 de diciembre de 1955. Rosa había terminado su trabajo de costurera en un gran almacén y regresaba a casa en un autobús de su ciudad, Montgomery, Alabama. Cuando unos hombres blancos subieron en una de las paradas, el conductor les ordenó a ella y a otros tres pasajeros negros que se levantaran para cederles los asientos. Basándose en las llamadas leyes Jim Crow, procedentes de la época de la esclavitud, todos los aspectos de la vida cotidiana —restaurantes, escuelas, salas de espera, baños públicos, etc.—estaban segregados. Los autobuses también.

      En concreto, el sistema de autobuses de Montgomery había hecho circular una ordenanza municipal donde indicaba que las cuatro primeras filas del autobús se reservaban para blancos, mientras que los negros debían sentarse en la parte trasera del vehículo. Si había más blancos, se sentaban en las siguientes filas y si había personas de color allí sentadas, se tenían que levantar o bajarse del autobús. Todos los conductores eran blancos y tenían la autoridad para ampliar la zona de los pasajeros blancos u obligar a que un pasajero negro cediese su asiento en la zona intermedia a un pasajero blanco. El mismo conductor que reclamó en ese momento a cuatro personas negras, incluida Rosa, que dejasen los asientos libres la había hecho bajar del autobús, un tiempo antes, dejándola en medio de la lluvia. También esta vez el autobusero les dijo que «lo hicieran fácil y se levantaran». Los tres hombres accedieron, pero Rosa no. Cuando el conductor vio que seguía sentada, puso el freno de mano, se acercó con rapidez hacia ella y le preguntó si se iba a levantar. Ella contestó: «No, no lo voy a hacer». El conductor replicó: «Bueno, si no te levantas, tendré que llamar a la policía para que te arresten». A lo que ella dijo: «Haga lo que tenga que hacer». El conductor bajó del autobús y regresó con un policía que se llevó detenida a Rosa Parks.

      En su autobiografía, Parks cuenta lo siguiente:

      La gente siempre dice que no cedí mi asiento porque estaba cansada, pero no es cierto. No estaba cansada físicamente, o no más cansada de lo habitual al final de un día de trabajo. No era vieja, aunque alguna gente tiene una imagen mía como si fuera mayor entonces. Tenía 42 años. No, de lo único que estaba cansada era de ceder.

      Y ese día ella decidió que no, que no se iba a mover, que no iba a ceder. La mayoría de los historiadores consideran ese momento, esa fecha, como el día del nacimiento del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, el inicio de la lucha por la igualdad de todas las personas, independientemente del color de su piel.

      Los padres de Rosa eran un carpintero y una maestra. Se separaron cuando ella tenía dos años, con lo que Rosa se mudó con su madre y su hermano pequeño, Sylvester, a la casa de sus abuelos maternos en Pine Level, a las afueras de Montgomery. Fue a escuelas rurales hasta los once años, momento en el que empezó a estudiar en la Montgomery Industrial School for Girls —Escuela Industrial de Montgomery para Niñas—, un centro privado. Esta escuela, dirigida a muchachas de la comunidad afroamericana, había sido fundada y financiada por mujeres de ideas progresistas del norte de los Estados Unidos. En la Alabama de aquella época, la pretensión de ofrecer a los afroamericanos una educación igualitaria era todo un desafío. Prueba de ello es que durante el tiempo que permaneció abierta aquella escuela sufrió, dos incendios intencionados. Tras terminar allí la educación primaria, Rosa Parks asistió al college de profesores del estado de Alabama para negros, pero tuvo que abandonar su educación secundaria para atender, primero, a su abuela y, luego, a su madre, ambas con problemas serios de salud. Años más tarde, después de casarse, volvió a estudiar y consiguió alcanzar

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