¡Ellas!. José Ramón Alonso

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¡Ellas! - José Ramón Alonso Lienzos y Matraces

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      Perfil de Rosa Parks en el portal Biography: www.biography.com

      Página oficial de Rosa Parks: www.rosaparks.org

      PARKS, R., HASKINS, J., Rosa Parks: My Story, Nueva York, Dial Books, 1992.

      SHIPP, E. R., «Rosa Parks, 92, Founding Symbol of Civil Rights Movement, Dies», The New York Times, 25 de octubre de 2005, p. 2.

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      Marie Curie es una de las figuras más extraordinarias de la historia de la ciencia. Su vida fue un ejemplo de esfuerzo, de tesón, de creatividad, de pasión. Pionera en el estudio de la radiactividad, un término que inventó ella misma, no solo fue la primera mujer en ganar el Premio Nobel, sino la primera persona en ganar dos Premios Nobel en dos disciplinas distintas: física y química.

      Dos fueron las fuerzas extraordinarias, creativas y destructoras al mismo tiempo, que guiaron su vida: la propia radiactividad y el amor. Ellas vertebran un romance arrebatador con Pierre Curie, su marido y compañero, su profesor y discípulo al mismo tiempo; el descubrimiento épico, luchando contra todos los imposibles, de dos nuevos elementos: el radio y el polonio; el Premio Nobel en Física en 1903; la muerte súbita de Pierre en un accidente estúpido en 1906; su romance con el físico Paul Langevin por el que fue vilipendiada e insultada por la prensa francesa; su segundo Nobel en Química; su implicación en la Primera Guerra Mundial salvando vidas de los soldados franceses mediante las petites Curies; su lucha por la libertad de Polonia; su eterno compromiso ético con la ciencia y la investigación.

      Marie Curie —cuyo nombre original era María Salomea Skłodowska—nació en Varsovia el 7 de noviembre de 1867. Era hija de un profesor de secundaria que fue quien le enseñó las primeras nociones sobre ciencia. En aquella época, el país no existía: estaba troceado y duramente reprimido por Rusia, Austria y Prusia, de modo que Marie, que desde niña tenía una enorme afición por la lectura, asistía a sus clases normales en el instituto y, a continuación, a clases clandestinas de cultura polaca en la llamada Universidad Volante, un grupo de profesores que impartían clases en cualquier domicilio, algo que se volvería a repetir cuarenta años después, durante la invasión nazi, y más tarde, entre 1957 y 1977, bajo el régimen comunista.

      Durante su juventud, Marie se involucró en una asociación estudiantil revolucionaria y el temor a que la detuvieran la llevó a mudarse de Varsovia, en la zona gobernada por Moscú, a Cracovia, anexionada en esos momentos por Austria. A los veinticuatro años, dejó esta última ciudad y, siguiendo a su hermana mayor Bronislawa, continuó sus estudios en París, en la Universidad de la Sorbona, uno de los mejores centros educativos y científicos de la época.

      Aunque al principio tuvo que trabajar duro para ponerse a la altura de sus compañeros, ya que no hablaba bien francés y su base académica era más endeble, se licenció en Física en 1893 con el número uno de su promoción, y en Matemáticas un año después. Ese 1894 conoció a un profesor de Física de la universidad: Pierre Curie, y empezó a trabajar con él en el laboratorio. Un año después se casaron. Como regalo de bodas, recibieron algo de dinero que destinaron a comprar dos bicicletas con las que, tras adornar los manillares con flores, recorrieron la campiña de la isla de Francia y la Bretaña, alojándose en los sitios más modestos y sin apenas dinero para comer. Una verdadera luna de miel.

      Tras titularse, decidió hacer el doctorado. Solo una mujer, la alemana Elsa Neumann, había conseguido doctorarse anteriormente. Marie buscó un tema con Pierre y encontraron una referencia del físico francés Henri Becquerel, en 1896, acerca de unas radiaciones de origen desconocido emitidas por el uranio, lo que ahora llamamos radiactividad. La principal fuente de uranio en esa época era un mineral llamado pecblenda y lo que llamó la atención de Marie y Pierre es que la pecblenda emitía más radiactividad que el uranio que se extraía de ella, por lo que pensaron que debía existir algún otro componente en el residuo que tuviese incluso más radiactividad que el propio uranio. Se pusieron manos a la obra, y nunca mejor dicho, pues con un trabajo enorme consiguieron procesar con sus manos ocho toneladas de mineral de pecblenda, y lograron obtener un gramo de sustancia radiactiva. También trabajaron con otro mineral llamado chalcolita y, a partir de esa ingente labor de purificación, consiguieron identificar dos nuevos elementos químicos, completamente desconocidos hasta entonces.

      Al primero lo llamaron «polonio», en honor a la patria de Marie, fragmentada entre varias potencias y desaparecida del mapa político. Ese nombre debía servir para llamar la atención del mundo sobre la situación terrible que vivían su patria, su cultura y sus compatriotas. Era un mensaje a favor de la libertad de Polonia y del deseo de los polacos de recuperar su identidad como nación. Al segundo lo llamaron «radio», por su alta radiactividad. Esos nuevos elementos estaban en tan baja proporción, en tan pequeña cantidad, que la balanza no servía en este trabajo. Marie Curie, en su discurso tras recibir el Premio Nobel de Química, indicó que se abría el camino a una nueva química: la de los imponderables, los elementos imposibles de pesar.

      Dentro de la pareja de investigadores que formaban los Curie, Marie se centró en purificar los nuevos elementos, y obtuvo datos suficientes para determinar su masa atómica y su número atómico, lo que permitió situarlos en la tabla periódica y posibilitó el trabajo de otros investigadores, como Rutherford y Soddy, que desarrollaron la teoría de la transmutación atómica, una hipótesis que postulaba que los átomos radiactivos se están transformando continuamente, lo que da lugar a otros elementos.

      Pierre, por su parte, se centró en las características y posibles aplicaciones de los nuevos elementos. Sorprendido, vio que tenía una pequeña quemadura en el muslo y descubrió que lo había causado una muestra de material radiactivo que llevaba en el bolsillo. Llegó a colocarse durante un experimento una pequeña cantidad de radio sobre la piel, para ver cómo se iba formando lentamente alrededor un halo de células muertas. Pensó que eso podría servir también para destruir células malignas. La radioterapia, una nueva herramienta en la lucha contra el cáncer, había nacido.

      En 1903, Pierre y ella recibieron la mitad del Premio Nobel de Física, mientras que la otra mitad fue para Henri Becquerel por sus descubrimientos sobre la radiactividad espontánea. Al principio solo se lo querían dar a Pierre, pero un miembro del Comité lo avisó y él contactó con los demás para reivindicar el trabajo de Marie. Si Marie no iba incluida en el premio, lo rechazaría.

      El 19 de abril de 1906, Pierre Curie sufrió un trágico accidente en las calles de París. Era un abril lluvioso y, como tantas veces, Pierre se protegía caminando con su paraguas detrás de un coche de caballos. El cochero giró y se cruzó con otro carro que venía en dirección contraria. Pierre no lo vio venir hasta el último momento, intentó esquivarlo, resbaló y se agarró a uno de los caballos, que se encabritó. Enredado en los arreos del vehículo, estorbado por el paraguas y su ropa de invierno, Pierre cayó entre los caballos y una de las ruedas delanteras del carro le aplastó el cráneo. Murió en el acto. Ningún cochero quiso recoger el cadáver ensangrentado por no manchar los asientos y hubo que esperar horas a que llegara una camilla para poder recogerlo y llevarlo a la morgue.

      Tras la muerte de Pierre la economía de la familia Curie quedó en una situación muy delicada. Se le ofreció a Marie una pequeña pensión que ella rechazó, y cayó en una profunda depresión en la que la acompañó el padre de Pierre, que se había trasladado a vivir con ella y la ayudó con el cuidado de sus hijas. Mientras, sus amigos universitarios explicaron a las autoridades académicas que ella era la única capaz de continuar la obra

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