¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz
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Juan Vázquez de Mella había destacado como diputado tradicionalista en las Cortes, en las que ocupó escaño desde 1893 a 1916. Tanto como parlamentario, como en los innumerables mítines en los que participó, destacó por su oratoria, acompañada de un tono de voz áspero y duro. Director de prensa y teórico del tradicionalismo, rompió en 1918 con el pretendiente don Jaime. Las primeras desavenencias habían estado motivadas por la postura ante el conflicto europeo. Vázquez de Mella, admirador de los imperios centrales, se mostró como un decidido germanófilo, frente a la defensa de los aliados que hacía el pretendiente. Esta fue una de las causas de la escisión, pero no la única.
En 1919 Vázquez de Mella presenta su nueva organización, un partido católico tradicionalista. Su programa político trata de dar una salida posibilista al carlismo, dotarlo de más realismo para conseguir su desarrollo político. Habla de monarquía tradicional, voto imperativo, representación por clases y regionalismo federativo. Se pone el énfasis en la unidad de la patria, pero respetando el foralismo y, en el tema social, se muestra partidario del corporativismo. A pesar de participar en las elecciones, aboga por una dictadura militar que acabe con el parlamentarismo liberal. La cuestión dinástica, fundamental para los jaimistas ortodoxos, se convirtió en algo secundario. El mellismo aspiraba a superar el enfrentamiento entre ortodoxia carlista y alfonsismo liberal. Añadían a su credo una defensa cerrada del catolicismo, una postura integrista respecto al tema religioso. Su lema era «Tradición, Catolicismo, Patria, Monarquía». Aspiraban así a liderar un gran proyecto contrarrevolucionario, una federación de extremas derechas, pues según su fundador la lucha había de ser con las extremas izquierdas, ya que los partidos moderados estaban condenados a desaparecer.
Es un proyecto político antiliberal y contrarrevolucionario con semejanzas a otros que surgieron en Europa tras la Primera Guerra Mundial. En suma, una derecha autoritaria que veía con buenos ojos el golpe de Primo de Rivera, convirtiéndose en firmes defensores de la Dictadura. Esto lo acercó a un reconocimiento de facto de la rama alfonsina.
En Cataluña, las ideas de Vázquez de Mella, ya antes de la escisión, habían seducido al sector más españolista del carlismo, opuesto a los acuerdos y las alianzas con la Lliga Regionalista. Además, este sector era el más clerical y ultraderechista del tradicionalismo catalán. Francisco de P. González Palou, fundador del Círculo Obrero Tradicionalista La Margarita y del Requeté en Barcelona, explicaba las razones que le llevaron a separarse del jaimismo y abrazar el mellismo: «la estrecha alianza con el catalanismo, la negativa de don Jaime a contraer matrimonio, la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles en mayo de 1914 por el rey don Alfonso XIII [...] y el manifiesto de Don Jaime [...] desautorizando a los que durante la guerra mundial de 1914 se pusieron de parte de los imperios centrales». Españolismo, integrismo y germanofilia.
Los mellistas catalanes convocaron una asamblea regional en mayo de 1920 en el Círculo Tradicionalista El Loredán de Badalona para organizarse. Asistieron más de un centenar de delegados. Allí estaba su jefe regional, el abogado Teodoro de Mas, el también abogado Pedro Vives, el canónigo José Montagut o Ildefonso Cebriano, director de Monarquía Cristiana. Mella puso especial interés propagandístico en Cataluña, donde pensaba que sus ideas autoritarias y tradicionalistas podían encontrar eco en unos momentos de grave enfrentamiento social y político, donde ya existía un «partido militar» y una derecha que pedía mano dura. En junio de 1921 Vázquez de Mella se embarcó en la gira propagandística por Cataluña que hemos visto y que, además de a Barcelona, lo llevó a Badalona, Vic, Girona, Olot y Tarragona.
En Barcelona, los mellistas se habían agrupado en 1920 en el Círculo Católico Tradicionalista. En agosto abren la que será su primera sede, en Alta San Pedro, hasta entonces local de sindicatos católicos. En el momento de su inauguración no llegaban a la cincuentena de socios. Crecerán. Su presidente es el abogado Pedro Vives Garriga, un veterano carlista, ferviente germanófilo, sospechoso de espiar para los alemanes. Vives es, además, hombre de acción. Había estado implicado en peleas callejeras en sus años mozos, en 1909 fue detenido por atropellar a Santiago Gubern, diputado del Centre Nacionalista Republicà, y era acusado por los cenetistas de haber pagado a pistoleros del Sindicato Libre y de servirles de enlace y coordinador desde el Círculo. Durante el mitin de Vázquez de Mella en Barcelona, Vives no dudó en ir a buscar a los alborotadores jaimistas que habían silbado y pataleado al inicio del acto. De resultas de la trifulca resultó mordido en un dedo.
En Badalona, la escisión mellista se hizo durante unos años con la dirección del Círculo Tradicionalista El Loredán, la principal entidad carlista de la ciudad. De sus filas saldrán algunos de los fundadores de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS). Pero eso es una historia que conoceremos más adelante.
Los mellistas del Círculo Católico Tradicionalista dieron un apoyo entusiasta a la Dictadura de Primo de Rivera. En noviembre de 1923 celebraron una asamblea para reorganizarse tras el golpe militar. Se nombró una nueva directiva y se aprobó «exteriorizar un aplauso fervoroso y una felicitación efusiva a la gestión purificadora realizada por el Directorio». Como premio por su apoyo, Pedro Vives será nombrado concejal del Ayuntamiento de Barcelona en 1924. En ese cargo se mantendrá hasta 1930. Disuelto el mellismo como organización política tras la muerte de su fundador en 1928, sus antiguos partidarios barceloneses se convirtieron en un grupo de apoyo a la Dictadura. Sus características, más ultraderechistas que tradicionalistas, las vieron reflejadas en el nuevo régimen. Vives siempre defenderá que «en el terreno político» debían cooperar con la labor de Primo de Rivera «ya que después de haber barrido a los partidos políticos que empobrecieron a España, nos libró de la anarquía, que amenazaba hundirnos en el caos, y ha resuelto el problema de Marruecos merced a su clarividencia y energía». A pesar de ello nunca se disolvieron dentro de la Unión Patriótica, como sí hicieron sus correligionarios de Badalona o Manresa.
El Círculo tiene juventudes, sección dramática y de Excursiones y Tácticas, que encubre actividades paramilitares. Pronto llegarían a ser dos centenares de socios. Además de por su españolismo, la entidad destaca por su integrismo católico. En 1925 son los principales promotores de un peregrinaje a Roma con motivo del Año Santo. Esos días, por las salas de la entidad atruena la voz del canónigo José Montagut, organizador de la expedición. Montagut, proveniente de la corriente integrista del tradicionalismo, se había convertido en un firme defensor del programa de Vázquez de Mella. Sus ortodoxos principios católicos y el decidido españolismo del mellismo casan a la perfección con el integrismo religioso y feroz anticatalanismo del padre Montagut. Para el canónigo está claro el objetivo de la peregrinación: «una manifestación de españolismo en la capital del cristianismo». Además, como sabemos, se convirtió en un fanático primorriverista y publicista de la Dictadura.
En octubre de 1926, el Círculo Católico Tradicionalista lanza su propia publicación, Plus Ultra. Su objetivo es «elevar en cada corazón español un altar de veneración perpetua a la SANTA MADRE ESPAÑA». El españolismo, el antiseparatismo y la defensa de la religión llenarán sus páginas, sin descuidar las loas al Directorio y al dictador. A pesar de salir con pretensiones de «semanario de batalla», solo publicaron seis números en su año y medio de existencia.
El mellismo barcelonés no estuvo exento de tensiones internas. En marzo de 1924 se organizó, al margen del Círculo Católico Tradicionalista, la Juventud de Acción Tradicionalista. La presidía Francisco de P. González Palou, al que ya conocemos. Duró poco, ya que un año después se disolvió cuando un sector cuestionó su colaboración con la Dictadura. El secretario era José M. Thió Rodés, que en 1920 había participado en la Unión Española de Estudiantes de Cataluña, y como bibliotecario figuraba Ildefonso Cebriano, al que conoceremos mejor.
Otros disidentes del Círculo Católico Tradicionalista crearon en febrero