¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz

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¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz Historia

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política, se trataba de una entidad cultural dedicada a conmemorar la onomástica del rey, el aniversario del golpe de Estado y a organizar actos musicales y de exaltación católica.

      El salón de actos del Círculo Católico Tradicionalista, sito desde 1922 en el principal de la calle de la Boria 17, junto a la plaza del Ángel, aparece ese 19 de octubre de 1930 engalanado para la ocasión con banderas y gallardetes. Es una amplia sala en la que se han celebrado veladas musicales y representado obras teatrales de carácter religioso. En una de sus paredes se encuentra fijada una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, al que los mellistas, faltos de pretendiente real para su causa, hacían invocaciones monárquicas. Se ha convocado un acto en conmemoración de la Fiesta de la Raza y de afirmación españolista.

      La Fiesta de la Raza, oficial desde 1918, había sido popularizada durante la Dictadura como forma de «propagar el discurso primorriverista contra la Leyenda Negra, destacar la supremacía del castellano frente a las demás lenguas españolas y exaltar el legado del imperio español». Se le dio un carácter militar y católico, ya que coincidía con la celebración de la Virgen del Pilar, patrona de España. El régimen organizó para ese día desfiles y marchas, ceremonias de santificación de la bandera y misas de campaña. Para ello movilizó a los delegados gubernativos, al Somatén y a la Unión Patriótica. Ese año de 1930, tras la dimisión de Primo de Rivera, «el gobierno de Berenguer eliminó las connotaciones militaristas de la Fiesta de la Raza y optó por una celebración más discreta» (Quiroga, 2009: 251-253). Los mellistas no quieren rebajar el tono de la celebración.

      Dando los últimos toques se mueve nervioso por la sala Emilio Guiamet Borrás, que desde hace pocos meses es el presidente de las reorganizadas juventudes del Círculo, las Juventudes Tradicionalistas. Guiamet es un barcelonés de 27 años, trabaja de albañil y es miembro de los Sindicatos Libres. Es otro españolista que no desdeña el enfrentamiento directo con sus rivales sindicales. Tendrá una larga trayectoria en el mundo ultra.

      A la llamada españolista responde la Peña Ibérica, ya desligada del PNE, que nombra a José Ponz para el Comité, las Juventudes Tradicionalistas, representadas por Emilio Guiamet, y la UMN de Gracia, que envía a René Llanas de Niubó. Más adelante se sumarán los mauristas disidentes de Derecha Nacional. Acuerdan nombrar presidente a Pompeyo Claret Martí.

      Además, en 1927 Claret había sido nombrado presidente de la comisión encargada de organizar el Homenaje a los Mártires de la Independencia Española. Esta comisión se había puesto en marcha en 1909, coincidiendo con el centenario del fusilamiento de ocho patriotas barceloneses por las tropas francesas. A partir de entonces se institucionalizó un homenaje cada 3 de junio, fecha del ajusticiamiento. En 1911 se trasladaron los restos de los inmolados a la capilla de San Gabriel, en los claustros de la Catedral. Poco a poco el acto fue tomado tintes españolistas, sobre todo a partir de 1924, cuando se encarga de la organización la «domesticada» Liga Patriótica Española y la Junta Fe y Patria, que preside el coronel y reconocido anticatalanista Pío Berzosa Tablares. En 1927 toma el relevo en la dirección Pompeyo Claret.

      Como ya hemos visto con la Fiesta de la Raza, la Dictadura había fomentado la celebración de fiestas y conmemoraciones patrióticas como forma de difundir el nacionalismo español entre la población, de construir «memoria colectiva nacional basada en mitos históricos». El fusilamiento de los patriotas barceloneses era un hito que no podían dejar pasar; «las fiestas, ceremonias y monumentos son utilizados para consolidar los mitos y símbolos nacionales en la conciencia de los ciudadanos y tienen como objetivo hacer que las masas se sientan parte de la nación» (Quiroga, 2009: 240). El impulso que se da a este homenaje tiene ese fin.

      Desde los inicios, la comisión organizadora demanda la construcción de un monumento que recuerde a los patriotas. La oportunidad llegará en 1929. En 1928 el concejal Andrés Garriga Bachs compró dos casas en la calle del Obispo situadas frente a los claustros de la catedral para derribarlas. En su lugar se construyó una plaza –que llevará el nombre del concejal–con la idea de dar visibilidad a los claustros, a la iglesia de San Severo y al Palacio Episcopal. Fue entonces cuando se inició la construcción de un monumento a los Mártires de la Independencia. Se le encargó al escultor Josep Llimona, pero no la finalizó a tiempo. La plaza fue inaugurada por la reina en noviembre de 1929, con el pedestal, pero sin el conjunto escultórico. De hecho, este no se instalará hasta 1941. Como veremos, el homenaje decaerá en los primeros tiempos republicanos para ser recuperado a partir de 1935 como acto unitario de la extrema derecha españolista.

      Con este

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