¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz
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Es entonces cuando estrechan relaciones con otros carlistas disidentes bragados en la acción callejera, con libreños, la mayoría de los cuales, como los ibéricos, se encuentran fuera del carlismo oficial por su apoyo a la Dictadura y su línea españolista. No solo serán militantes de base los que se acerquen a la Peña Ibérica, también se afiliarán dirigentes del Libre como los periodistas Feliciano Baratech o Fernando Ors Martínez.
La vocación política de la Peña Ibérica se pondrá pronto de manifiesto. Ese mismo 1927 organizan un ciclo de charlas. Lo inaugura Salvador Palau Rabassó, el hermano maurista de Francisco, hablando de «Iberismo y deporte». El mes siguiente es el turno de José Baró, concejal y presidente de la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España, que se explaya sobre «los movimientos sociales ante el nacionalismo», arremetiendo contra los ideales internacionalistas de Marx y alentando «al espíritu patriótico de los jóvenes para que hagan de España una nación moderna y poderosa».25 Apelaciones patrióticas a una juventud nueva y sana que ha de salvar España. Discursos con regusto fascistoide.
En 1928 lanzan una nueva publicación, de nuevo dirigida por Poblador. El 21 de enero, esta vez tras la celebración del derbi, sale La Verdad Deportiva. Según el propio Poblador era un «órgano de la juventud españolista disimulando la deportividad para hacer banderín de lucha españolista». En sus páginas, de nuevo, se denuncia el favoritismo del que disfruta el Barça con «ese nido de cucarachas que se llama Federación». Dejan claro que «el Español Deportivo alberga en su seno a los que por encima de todo ponen su amor a España», un «Club maltratado y zaherido por los ególatras y los judíos, por los tornadizos y los arribistas». Este será el tono de una publicación de la que se conservan pocos números. El último que hemos visto es de 1929. En la revista escriben militantes ibéricos, algunos con seudónimos tan llamativos como Armando K. Morra o T. Fustigo.
Por cierto, que el de 1928 había sido otro derbi movido. La revista deportiva Xut, en tono irónico, escribía que los de la Peña Ibérica habían celebrado un banquete en honor de su secretario –Francisco Palau– «amb motiu d’èsser qui va repartir més garrotades en el partit Barça-Español».26
A finales de ese año de 1928, el grupo decide legalizarse. Será el momento en el que decaiga el adjetivo «Deportiva» del nombre. La Peña, para entonces, «ya no era una agrupación de deportistas sino más bien, una pléyade de patriotas pletórica de energías juveniles, que proclamaban arrogantes las sublimidades de la santa idolatría a la Patria».
En septiembre, Poblador presenta los estatutos de la Peña Ibérica en el Gobierno Civil. En su artículo primero, dejan claro que su objetivo es «la exaltación de los prestigios patrios». Fieles a su visceral anticatalanismo, proclaman que la lengua de la Peña será el castellano y, nostálgicos del Imperio español, afirman que podrán ser miembros de esta los españoles o portugueses o los hijos de padres nacidos en España, Portugal, Cataluña o Vasconia francesa, Córcega, Cerdeña, Andorra, Gibraltar, Tánger, Filipinas, Islas Palaus, Marianas, Carolinas y repúblicas iberoamericanas. La Peña define su actitud como «patriotismo deportivo», no como política, y explica que «antes que deportivos somos españoles y por eso queremos y, si es preciso sabremos imponer, que todo lo que sobresalga en actividades en nuestro querido suelo ha de respirar el ambiente españolista».27 Ninguna mención se hace ya al RCD Español.
Pero esto no quiere decir que dejen de utilizar el fútbol políticamente. En mayo, en el banquete de homenaje que organizan al jugador Julio Kaiser, al que acuden más de doscientas personas, entre los que intervienen, además de dirigentes del club, hay viejos conocidos con un claro perfil político como Salvador Palau o José Baró.28 Lo mismo ocurre el 30 de septiembre de 1928, cuando organizan una velada literario-musical en el Teatro Partenón en honor del RCD Español. Se trata de celebrar el inicio de la temporada y presentar el himno de la Peña. En el acto, además de ibéricos, se dejan ver miembros de la Unión Patriótica. Inicia la velada Fernando Ors Martínez, periodista deportivo, además de destacado dirigente del Libre, que presenta a los autores de la música y letra del himno. Seguidamente actúa la banda de música del Regimiento de Infantería Badajoz, bajo dirección de Luis Palanca, padre de dos futuros falangistas. La última pieza es el citado himno, por lo que Palanca cede la batuta a Luís Badosa, su compositor. Sigue un discurso de Salvador Palau «el cual fue un canto de amor a España y relato de virtudes ibéricas en pos de la fortaleza espiritual y material por medio del deporte». Después subió al estrado el poeta Pedro Luis de Gálvez, un bohemio de ideas ácratas, autor de la letra del himno, que leyó su poema dedicado a la Peña. El acto finaliza con los acordes de la Marcha Real y los consiguientes vivas a España, la Peña Ibérica y el RCD Español.29
En noviembre de 1928 la Peña tiene ya 82 socios, que eligen como nuevo presidente a Domingo Batet, pasando Poblador a la vicepresidencia. También figuran en la nueva junta históricos como Enrique Ponz y Ramón López de Jorge.
En esos años el RCD Español está viviendo un gran momento deportivo. En noviembre de 1928 gana al eterno rival, con lo que se proclama matemáticamente campeón de Cataluña. Este derbi no estuvo exento de nuevo de incidentes, pero esta vez fuera del campo. La bronca entre culés y pericos se produjo en el music-hall Eden Concert de la calle Conde de Asalto. Parece ser que la orquesta, por sugerencia de algún cliente, tocó alguna canción favorable al Barça y ahí empezó el jaleo, pues en local había público de las dos aficiones. El ibérico Antonio Ors Martínez, hermano del dirigente del Libre, sacó su pistola de somatenista y amenazó a la orquesta. Se generó un tumulto. Se oyó algún Mori Espanya! Finalmente tuvieron que intervenir las fuerzas del orden, que se llevaron detenido a Ors y al autor del grito antiespañolista.30
En febrero de 1929 el RCD Español se planta en la final de la Copa del Rey tras eliminar en semifinales al Barça. El rival es el Real Madrid. La final se juega en el estadio de Mestalla de Valencia. Se desplazan unos 4.000 pericos. Unos van en barco, otros en tren, los de la Peña Ibérica se desplazan en dos coches. Antes del partido pasean por la ciudad del Turia. Uno de los automóviles luce un curioso letrero: «La Peña Ibérica del Español saluda a Valencia y a su bellísima Reina de la Belleza Española». Los pericos que no han podido desplazarse se reúnen en bares, que instalan altavoces para la ocasión. En un partido poco lucido, por lo embarrado del campo y la lluvia persistente, el Español se impone por 2 a 1 y se proclama por primera vez en su historia campeón de España. A pesar del frío y la lluvia, grupos de seguidores españolistas pasean por Barcelona celebrando el triunfo. La crónica de la final en ABC parece redactada por un ibérico, dice:
... si se tiene en cuenta que el Real Club Deportivo Español ha sostenido durante muchos años una lucha deportiva, pero envenenada por cuestiones políticas, de manera que no había que contender solamente con los equipos contrarios, sino en muchas ocasiones con una gran parte del público, esto