¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz
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Sin Goicoechea, el estrado presidencial lo ocupan Miguel de Gomis, presidente honorario de la entidad, María Flaquer, de la Sección Femenina, José Bertrán Güell, encargado de los cursos que organiza la entidad, y el conde de Valdellano, en representación del vecino Círculo Tradicionalista. En los parlamentos no entran mucho en política, saben que les pueden cerrar el local. Según recogía La Vanguardia, su objetivo era «la preparación de una juventud católica que pueda servir de base a una campaña cultural intensa que lleve a la conciencia ciudadana hacia derroteros de sana moralidad, haciéndola apta para que pueda cumplir los fines a que aspiran los partidos de derechas, defensores de la moral católica y de los principios cristianos que nos legara la religión de nuestros mayores».
Uno de los primeros actos organizados por la entidad monárquica contará con un viejo conocido, René Llanas de Niubó. Con la proclamación de la República, Llanas se ha aproximado al carlismo. Estudia medicina y milita en la AET. Sin dejar su militancia tradicionalista, ahora se acerca a los alfonsinos. Desde junio es presidente de la Sección de Estudios Histórico-Religiosos de la Peña Blanca. Ese mismo mes diserta en el local alfonsino sobre «Valores históricos del problema catalán». Se ha convertido en un propagandista de la causa españolista. Desde que se proclamó la República pronuncia conferencias allá donde le llaman, la Casa de los Castellanos, el Centro Social Católico de Terrassa, el Centro de Defensa Social –donde comparte escenario con Poblador– o Acción Católica. Además de su particular visión de la historia de España y Cataluña, en estas charlas se explaya sobre algunos de los demonios de la extrema derecha: judaísmo, masonería, comunismo o escuela laica.
A las elecciones catalanas del 20 de noviembre de 1932 los alfonsinos se presentaron con los carlistas en la candidatura Derecha de Cataluña o Dreta de Catalunya, pues también utilizan su denominación en catalán. Los dos grupos monárquicos han realizado un acercamiento. Sus programas reaccionarios se parecen. Los resultados fueron desastrosos. En Barcelona no llegaron al 4 % de los votos. Si nunca habían tenido mucho aprecio por un sistema basado en elecciones, ahora menos. Desde sectores carlistas, como Reacción, se habla de la violencia como respuesta para salvar al pueblo. Las divisiones internas entre los tradicionalistas se enconan. Los alfonsinos optan por seguir conspirando contra la República. A pesar del fracaso, la colaboración entre carlistas y alfonsinos continuó a nivel estatal, pero no en Barcelona, donde, como veremos, en las elecciones de 1933 no repetirán alianza.
A partir de 1933, bajo la presidencia de Julio Díaz Camps, que había sido miembro de la Comisión de Propaganda de la Unión Patriótica del Distrito IV, la Peña Blanca aumenta su actividad. Mantienen su oferta cultural, con veladas poéticas, teatro y bailes, e invitan a dar conferencias en su local a figuras del pensamiento reaccionario español como José María Pemán, Ramiro de Maeztu o el canónigo integrista José Montagut.
La ideología monárquica de la Peña Blanca no pasa desapercibida a las autoridades republicanas. En julio el Gobierno Civil había requerido el registro de socios, las actas y la contabilidad. Como veremos, en agosto de 1932, tras el fracaso de la Sanjurjada, les cerrarán el local y, hasta el 31 de octubre, no se les levantará la clausura. La sede será de nuevo clausurada el 23 de julio de 1933, a raíz de un supuesto complot, esta vez hasta finales de agosto. En septiembre mudan de local a la Rambla de Cataluña 86.
Ese año la Brigada Social, en un informe sobre la Peña Blanca dirigido al gobernador civil, explicita que eran 220 socios de «ideas monarquizantes y de acentuada actuación de extrema derecha tradicional» y que siguen las orientaciones de Derecha de Cataluña, el partido que formarán los alfonsinos. Está relación la dejarán clara en los nuevos estatutos que presentan a la autoridad en enero de 1934.
CONFABULADORES Y PISTOLEROS CONTRA LA REPÚBLICA9
El elegante Café Restaurant Mirza, inaugurado en 1930 en el paseo de Gracia, se ha convertido en una especie de cuartel general de los alfonsinos, sobre todo hasta que abran su sede en el mismo paseo.10 En este distinguido local esperan, una noche de septiembre de 1931, tres monárquicos alfonsinos, el capitán aviador Alfonso María de Borbón y León, marqués de Esquilache y primo de Alfonso XIII, y dos dirigentes locales, José Bertrán Güell y el aristócrata, industrial y abogado Pedro Bosch-Labrús y Blat. Tienen una cita con otros personajes del mundo ultra. Pronto aparecen por el local el conde de Valdellano, representante del sector más ultra e integrista del carlismo, y los ibéricos Juan Sabadell y Francisco Palau. Se trata de una reunión conspirativa para estudiar cómo derribar la República. En ella se habla de crear las condiciones para que militares afines puedan realizar un pronunciamiento. Los ibéricos formulan tres condiciones para apoyar el supuesto golpe: que los paisanos salgan armados, que a los que intervengan se les dé a posteriori colocación y que a las familias de los que resulten heridos o muertos se les ayude económicamente. Todos se muestran de acuerdo y se emplazan para un nuevo encuentro.
No es la primera reunión de este tipo que mantienen alfonsinos e ibéricos. Los alfonsinos empezaron a conspirar contra la República desde los primeros días de esta. Su objetivo es ayudar a implantar una dictadura militar que permita la restauración monárquica. En Barcelona, los primeros aliados que encontraron fueron los ibéricos. A pesar de su evolución política criptofascista, los ibéricos solo encuentran compañía en el mundo reaccionario. Andan disminuidos, «han perdido las tres cuartas partes de sus efectivos» pero «conservan los más valiosos de estos».11 A finales de abril habían constituido un comité revolucionario formado por Francisco Palau, Antonio Correa, Enrique Ponz, José Catalá de Bezzi y Benito Belén Patricio, un tarragonés, de ideas monárquicas, empleado de Riegos y Fuerzas del Ebro, que acabaría militando en el PNE.
Francisco Palau seguirá liderando la Peña Ibérica. Está empleado como ingeniero en Cementos Sansón, una cementera situada entre Sant Feliu de Llobregat y Sant Just Desvern. Durante la semana laboral reside allá, pero también mantiene un piso en Barcelona. Seguramente había conseguido el trabajo gracias a su amigo Domingo Batet, gerente en la misma cementera, que a su vez había sido colocado por un tío suyo, consejero delegado de la fábrica. Se trata de una empresa con fuerte presencia del Libre; su delegado sindical había sido Fausto de la Peña Asó, dirigente catalán de la Confederación Nacional de Sindicatos Libres y hermano de Gaspar, destacado miembro de la Peña Ibérica. Todo queda en familia.
En mayo, José Bertrán Güell y Pedro Bosch-Labrús entraron en contacto con ellos. Uno de los primeros acuerdos fue intentar atraer a elementos obreros a la causa. Desarticulados y perseguidos los Sindicatos Libres, optaron por crear una nueva organización, la Federació Obrera Catalana (FOC). No se hará realidad hasta meses después.
En enero de 1932 haría su presentación pública la FOC. Se encarga de su organización Ángel Sabador Roldán, un propagandista y exdirigente libreño. Los alfonsinos son los encargados de aportar el dinero necesario para ponerla en marcha. La entidad obrera trató de disimular su cercanía a los Libres, aunque este hecho no pasó desapercibido para la CNT, que pronto los acusó de amarillismo. Hizo gala de un cierto catalanismo y su publicación FOC contenía artículos en castellano y catalán. En su manifiesto de presentación se definen como una organización de «tipo profesional que tengan desterradas de su seno las ideas políticas y las filosóficas, porque las confesionalidades y el politicismo actúan de fuerza disolvente, mientras el profesionalismo y la cuestión económica representan el aglutinante». Sobre la cuestión catalana afirman que «el anhelo autonomista es admitido por la organización como una exaltación de amor a la tierra nativa y de mejoramiento económico, pero sin que represente pérdida de la trabazón nacional». Pidieron el voto favorable al Estatut.