¡Viva Cataluña española!. José Fernando Mota Muñoz
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу ¡Viva Cataluña española! - José Fernando Mota Muñoz страница 30
Aunque la mayoría de la militancia tiene ya una edad, también se han acercado algunos jóvenes. En lo que coinciden los nuevos militantes del partido albiñanista es en su fanático españolismo y su feroz anticatalanismo. El PNE barcelonés hace de ello su principal bandera y seguramente ese es su principal atractivo. En ellos debía pensar el falangista Fontana cuando escribía: «Barcelona, como todas las ciudades españolas, tenían un sector de lo que yo llamaría “españolismo profesional”, chabacano y romo, que ofrecía blanco abundante para las divertidas sátiras del Be Negre» (Fontana, 1951: 20).
El PNE será un auténtico vivero para los grupos de extrema derecha de la ciudad. Muchos de los militantes españolistas que conocemos y conoceremos pasaron en algún momento u otro por el albiñanismo. A la vez se convirtió en partido refugio, recogió a militantes de proyectos españolistas frustrados. Por el partido pasarán, entre 1930 y 1934, más de trescientos militantes.
Tras el fiasco de la Sanjurjada, la derecha se dividió entre los que se decantaban por una vía sediciosa, por preparar un nuevo golpe de Estado, y los que planteaban una vía electoral y parlamentaria; un breve ejemplo de estos en Barcelona fue Concentración Española.
ESPAÑA-REPÚBLICA: CONCENTRACIÓN ESPAÑOLA20
Carteles pegados en algunas calles de Barcelona anuncian un acto españolista en el Teatro Bosque para la mañana del domingo 16 de octubre de 1932. Se trata de la presentación en sociedad de un nuevo partido: Concentración Española. La afluencia de público es escasa. Ni de lejos se llena el teatro. El primero en tomar la palabra es el jefe del nuevo partido, el veterano periodista Antonio Bermejo Muñoz. Se trata de un antiguo anarquista, de origen madrileño, pasado al republicanismo radical. Hombre de acción, había sido detenido en diversas ocasiones en la primera década del siglo en manifestaciones y tumultos. Como periodista había dirigido en 1907 el semanario ¡Are més que may!, situado en el ala más españolista del lerrouxismo. Como sindicalista había figurado en la comisión de huelga de los tipógrafos en 1913. Se alejó de todo ello durante la Dictadura. Le siguen en el estrado el abogado Eduardo Stern, al que ya conocemos como upetista y excandidato monárquico en 1931, Manuel Palacio, otro antiguo militante radical, e Ismael Márquez Cubero, otro abogado, de origen cordobés y excombatiente en guerras coloniales.
En sus parlamentos exponen su programa: sostener el nombre de España por encima de todo, amor a Cataluña como la tierra en que viven o han nacido y unidad de la patria. Se presentan como republicanos, ni de derechas, ni de izquierdas, para «españolizar Cataluña». Su lema «España-República». Y para ello apelan a los, según ellos, 400.000 españoles nacidos fuera de la región que hay en Cataluña. Su objetivo es movilizar con un discurso españolista a los inmigrantes no catalanes de Barcelona de cara a las elecciones autonómicas de noviembre de 1932.
Los oradores se ven interrumpidos en diversas ocasiones por los gritos y pataleos que llegan desde la platea. Se trata de un grupo de nacionalistas catalanes que tratan de reventar el acto. A pesar de ello, el mitin prosigue, hasta que explota un petardo en el patio de butacas con la consiguiente confusión y alarma. El delegado gubernativo decide suspender el acto. Hay tres detenidos. No ha sido la presentación en sociedad que esperaban.
Los primeros pasos para formar Concentración Española se habían dado en septiembre de 1932. A partir del fracaso de la Sanjurjada, un sector del españolismo de extrema derecha trata de jugar la baza republicana y la vía electoral. Para ello busca aliados entre otros sectores españolistas de la ciudad: republicanos radicales desengañados con su partido y miembros de las casas regionales. De esta unión surgirá Concentración Española que, según sus estatutos, acata la República y nace para defender a los «no nacidos en Cataluña». Eligen como jefe del partido a Antonio Bermejo, al que acompañan en la dirección los abogados Ismael Márquez, Eduardo Stern y Juan Sabadell, del que ya conocemos su larga trayectoria ultra, del carlismo al integrismo para pasar en 1930 al mellismo y la Peña Ibérica, amén de colaborador de la publicación España Católica y conspicuo conspirador antirrepublicano hasta que rompió con los ibéricos. Tras su paso por Concentración acabará recalando, como otros, en el PNE. También figura como vocal en la junta el ebanista Rafael Martínez García, sindicalista del ramo de la madera, pero de firmes ideas españolistas, que más adelante, como tendremos ocasión de ver, se acercará a la Falange.
El 30 de septiembre de 1932 salía el primer número de su órgano de prensa con el original título de Concentración Española. La publicación se presentaba con un ¡Viva Cataluña española! Además de explicitar su programa, la publicación no hace ascos a cierto populismo cuando habla de eliminar impuestos o de podar los altos sueldos políticos. Se muestran muy críticos con «Esquerda» Republicana, como denominan al partido de Macià, y con la Generalitat, a la que acusan de estar creando un miniestado. Más virulentos son los artículos contra los partidos independentistas.
Aclaran que no es partido de castellanos, sino de españoles, y que defienden el castellano, pero no son contrarios al catalán. De hecho, publican algún artículo en catalán, en el que afirman «no som aquells espanyolistes d’Albiñana»; ellos se consideran españoles, pero no españolistas. Se consideran «la guardia montada para vigilar que Cataluña autónoma no se convierta en Cataluña separatista». Aceptan el Estatut, pero muestran su disconformidad con su aplicación.
Pero las divisiones habían empezado pronto. A los seis días de constituida Concentración Española un pequeño grupo disidente, impulsado por Daniel J. Hermosilla Torre, presidente de la fantasmagórica Confederación Interregional Hijos de Iberia, que curiosamente obtuvo una efímera fama «por la campaña que realizó defendiendo la causa del país catalán a raíz del plebiscito pro Estatuto», crea Confraternidad Española. Cuelga carteles en la ciudad en los que llama a los españoles de otras regiones a una reunión para el mismo día que Concentración tenía previsto su mitin de presentación.
Concentración publica un extra de su revista donde denuncia el confusionismo que pretenden crear los escindidos. Además, deciden aplazar su presentación para el día 16 de octubre, la que conocemos en el Teatro Bosque. Como hemos visto, el mitin no fue bien. Escaso público e incidentes. El día 24 de octubre volvieron a intentarlo. Se convoca otro acto en el Cine Triunfo. De nuevo poco público. En él insisten en la necesidad de «la unión de los no catalanes residentes en Cataluña, para presentar un frente único en las próximas elecciones». De nuevo se reprodujeron los incidentes, pero esta vez se pudo finalizar el acto. El día 29 volvieron a programar un acto de propaganda en Pueblo Nuevo.
Pero el confusionismo sembrado por Confraternidad seguía. El 9 de octubre se había constituido oficialmente el Partido Republicano Confraternidad Española, formado por «ciudadanos de las distintas regiones españolas no nacidos en Cataluña». No llegan al centenar. Pero la escisión, a su vez, pronto tuvo sus propios problemas internos y el 27 del mismo mes su presidente denunció en el juzgado por desfalco a algunos «individuos que habían pertenecido a la comisión organizadora del partido». Confraternidad Española ya no levantaría cabeza. Unos volvieron a Concentración y los restos del partido acabarán ingresando, en noviembre de 1934, en el Partido Agrario Español.
Para añadir desconcierto a la situación, paralelamente a estos partidos nació la Unión de Regionales de Cataluña. El 26 de octubre anunciaba su constitución. El primero de noviembre escenifican su presentación con un acto también en el Teatro Bosque. Los oradores afirman que su «única finalidad es defender los derechos y los intereses de los regionales que viven en