La transición española. Eduardo Valencia Hernán
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15. Companys i Jover, Lluís, presidente de la Generalitat de Cataluña (1933-39), fusilado en Barcelona en 1940.
16. Fabra, Pompeu, filólogo y presidente del Institut d’Estudis Catalans (1912-29).
17. Pous i Pagès, Josep, escritor catalán (1873-1952).
18. Pi i Sunyer, Carles, político catalán dirigente de ERC, alcalde de Barcelona, conseller de la Generalitat y presidente del Consell Nacional Catalá (1941) en el exilio.
19. Político e historiador catalán, presidente de la Generalitat en el exilio (1940).
20. Filósofo y político catalán, (1878-1943).
21. Presidente de la República Francesa en 1932 y 1939. Se retiró con la llegada al poder del general Henri-Philippe Petain (presidente del gobierno colaboracionista de Vichy 1940-44).
22. BENET, Josep, Desfeta i redreçament de Catalunya, op. cit., pp. 33-46.
23. MOLAS, Isidro y CULLA, Joan B., Partits polítics de Catalunya. Segle XX, Barcelona, Enciclopedia Catalana, 2000, pp. 76-77.
24. MARTÍ GÓMEZ, José, Joan Reventós, Barcelona, Planeta, 1980, p. 67
25. Poeta catalán representante del Noucentisme. Formó parte del gobierno de la Generalitat en el exilio (1945-47).
26. MOLAS, Isidro, op. cit., pp. 77-78.
27. Presidente del Parlamento de Cataluña (1984-88).
28. Dirigente carlista en la II República Española.
29. Maurici Serrahima y Pau Romeva i Ferrer eran militantes de la UDC.
30. La Confederación de Fuerzas Monárquicas fue una supuesta coalición de monárquicos que bajo la iniciativa de Gil Robles intentaron contactar en 1947 con la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas y con Indalecio Prieto después. Ver MOLAS, Isidro, op. cit., p. 46.
31. Dirigente derechista de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en la II República y ministro en el gabinete de Alejandro Lerroux.
32. Borbón y Battenberg, Juan. Conde de Barcelona y heredero al trono de España (1913-93).
1.3. Cataluña. Cultura, lengua y enseñanza bajo el franquismo
El 5 de abril de 1938, mientras las tropas franquistas ocupaban Lérida, el Gobierno nacional de Burgos abolió el Estatuto de Autonomía de Cataluña —en mala hora concedido por la República— según la exposición de motivos por una ley dictada por el general Franco. Esta norma borró cualquier indicio de nacionalidad y rastro de autonomía en Cataluña y además obligaba a los ciudadanos de Cataluña a someterse a las normas de las autoridades del orden público y eclesiástico. Veamos algunos ejemplos donde se refuerza esta afirmación. El 10 de agosto de 1938, el delegado de Orden Público de Lérida dispuso, entre otros asuntos:
«Respecto al uso del dialecto catalán, hay que atenerse estrictamente a las órdenes de la superioridad; pero quiero dirigirme a todos los españoles de esta provincia para decirles que los momentos actuales exigen que todos demos pruebas de un ferviente españolismo y entusiasmo por la Causa. Estos sentimientos es necesario evidenciarlos y exteriorizarlos; y, lógicamente, se da una prueba de ello no hablándolo en público (por lo menos).»33
El 27 de enero de 1939 el jefe de Servicios de Ocupación de Barcelona y subsecretario de Orden Público, general Eliseo Álvarez Arenas, la máxima autoridad gubernativa, dictó este bando:
«Persuadido de que Cataluña siente a España y la unidad española pese a la maldad de algunos y a los errores de muchos, el Caudillo Franco formula la promesa solemne de respetar en ella todo lo auténtico e íntimo de su ser y de su autarquía moral que no aliente pretensiones separatistas ni implique ataque a aquella sacrosanta unidad. Estad seguros, catalanes, de que vuestro lenguaje en el uso privado y familiar no será perseguido (...).»34
En el ámbito religioso, siguiendo la misma línea, el vicario general de la Diócesis de Barcelona distribuyó la siguiente orden el día después de la ocupación:
«Accediendo gustosamente a las indicaciones que nos han sido hechas por las dignísimas autoridades de esta provincia, rogamos a los Reverendos Rectores de iglesias, en la seguridad de que nuestro ruego será devotamente atendido, que en los actos de culto público que se celebren en sus respectivos templos no se use otra lengua vernácula que la lengua española.»35
Un testigo directo de la ocupación de Cataluña, Dionisio Ridruejo, jefe de Propaganda de Falange Española, comentó así la situación:
«La llegada de las tropas nacionales a Barcelona —puedo hablar de ello porque constituyó mi primera decepción, mi primera crisis de esperanza frente a la acción en la que participaba— fue, para empezar, una apoteosis. Pero, inmediatamente después, una brutalidad (…). Durante años fueron prohibidas todas las manifestaciones escritas y las oralmente públicas en idioma regional. Los institutos de cultura cerrados, la enseñanza del idioma proscrita, los rótulos comerciales traducidos y las ciudades y los pueblos llenos de impertinentes recomendaciones: “Hablad en español”, “Hablad en el idioma del imperio”, etc. El cuadro de las autoridades políticas y de los funcionarios, incluidos los nuestros, fue sistemáticamente forastero (...). En el orden económico se hizo todo lo posible para beneficiar