La transición española. Eduardo Valencia Hernán
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39. Reventós Carner, Joan. Político y dirigente del Moviment Socialista de Catalunya (MSC), fundador de Convergencia Socialista de Catalunya, PSC, y presidente del Parlamento de Cataluña (1995-99).
40. MARTÍ, José, op. cit., p. 72. Nota del autor: Pablo Porta fue en años posteriores presidente de la Federación Española de Fútbol.
41. TUSELL, Javier, Manual de Historia de España. Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1994, p. 677. También ver Mundo Obrero, 1-2-1956.
42. MARTÍ, José, op. cit., p. 85.
1.4. El aislacionismo y el periodo autárquico (1945-1955)
Recién acabada la II Guerra Mundial en 1945 con la derrota del fascismo en toda Europa Occidental y en los Estados que formaban parte del Eje, prácticamente no hubo espacio temporal en la política internacional para buscar nuevos enemigos ideológicos de tal forma que un régimen pseudofascista como el español se convirtió, de un día para otro, en un aliado estratégico para las alianzas occidentales ante el peligro bolchevique, favoreciendo de esta forma que desde 1947 hasta 1950 se consolidase el franquismo en España, efecto que trajo como consecuencia la práctica desaparición de la efímera oposición interna antifranquista.
Tanto en Cataluña como en el resto de España las acciones políticas provocadas por la oposición al régimen no llegaron a superar las anécdotas puntuales, aunque alguna de ellas llegara a ser llamativa más por su contenido histórico que político. Véase como ejemplo el relevo en la Presidencia de la Generalitat en el exilio en el verano de 1954, de Josep Irla por el exconseller Josep Tarradellas en la Embajada de la República Española en México43.
Por otro lado, el llamado catalanismo conservador estaba en plena dispersión y el desconcierto era evidente, siendo sus principales dirigentes miembros de la Lliga Catalana que proponían salidas políticas diferenciadas y contradictorias. Ejemplos como la conversión franquista de Ferran Valls i Taberner y la aceptación como procuradores de las primeras Cortes franquistas de Joan Ventosa i Calvell y Ramon d’Abadal como principal promonárquico junto con el moderado activismo catalanista de Josep Puig i Cadalfach, disentía con la expatriación voluntaria del conde de Güell, con el republicanismo de Felip de Solá i Cañizares o con el intento frustrado de Narcís de Carreras y de Ventosa de reconstruir de nuevo la Lliga Catalana44.
En resumen, los años entre 1947-50 fueron tiempos de represión y de división a pesar de que el régimen comenzara su adaptación a las nuevas circunstancias políticas con el fascismo derrotado, hecho que facilitó el regreso de las embajadas, aliviándose en parte el clima de terror que hacía imposible una respuesta al franquismo45. Este periodo lo definió el historiador Javier Tusell como «El cambio cosmético»:
«Franco —dice Tusell— descubrió en fecha muy temprana la necesidad de mostrar una apariencia de cambio en sus instituciones y encontró un procedimiento para hacerlo con la aprobación de disposiciones legales que, siendo de rango constitucional, en realidad modificaban mínimamente el fondo de poder que siempre y de manera inequívoca mantuvo en sus manos. Así se explica la Ley de Cortes de 1942, mucho más que como un intento de aparentar ante los aliados una apariencia política que no existía.»46
La oposición desde el exilio también hizo esfuerzos por coordinar sus acciones llegando incluso a acuerdos contra natura. De esta forma los socialistas: Indalecio Prieto, Trifón Gómez, Luís Jiménez de Asúa y Antonio Pérez llegaron a pactar con los monárquicos representados por el antiguo dirigente de la CEDA, José Mª Gil Robles, y así, mediante el apoyo del gobierno británico se establecieron unos lazos políticos que culminaron con el Pacto de Sant Joan Lohitzune (Pacto de San Juan de Luz) el 30 de agosto de 1948, enmarcado en la nueva política anticomunista conocida como la Doctrina Truman47. Sin embargo, este acuerdo fue un error desde su inicio, pues Don Juan de Borbón ya había pactado anteriormente con Franco, en el yate Azor, despreciando el acuerdo antes mencionado. Indalecio Prieto, desacreditado, dimitió como presidente del PSOE y vicepresidente de la UGT.
Desde Cataluña, parece ser que el PiP era proclive a este pacto48 y su fracaso también aceleró la crisis dentro del Consejo Ejecutivo de la Generalitat del que ya habían dimitido Carles Pi i Sunyer en 1947, Josep Carner junto con Pompeu Fabra el 22 de enero de 1948 y Pau Padró con Rovira i Virgili posteriormente, por lo que el presidente Irla anunció el fin del Consejo Ejecutivo en el exilio. A partir de ese momento la representación institucional de Cataluña se personalizó casi en exclusividad en los presidentes de la Generalitat.
La década de los años cincuenta fue un periodo transitorio que culminó con el llamado Plan de Estabilización en manos de los gobiernos tecnócratas de Franco. El crecimiento demográfico en Cataluña había aumentado considerablemente, acercándose a los cuatro millones de habitantes, debido a la importante inmigración recibida desde las regiones de España menos industrializadas y de marcado carácter agrícola. Esta nueva mano de obra se concentró en los principales núcleos industriales cercanos a Barcelona, efecto que comportaría a la larga grandes cambios estructurales.
La posición del gobierno ante estos movimientos migratorios fue contradictoria, pues, si bien se formularon ciertas hipótesis favorables a romper el llamado círculo identitario catalán, esto no ha podido ser demostrado, ya que por el contrario eran las mismas autoridades franquistas las que rechazaban ese flujo migratorio, devolviendo en muchos casos a los emigrantes a su lugar de origen. No obstante, algo estaba cambiando en la actitud aislacionista del régimen, pues desde julio de 1951 el nuevo gobierno de Franco se esforzaba en liberar poco a poco el comercio exterior, finalizando de esta forma el periodo autárquico del estraperlo y del mercado negro que culminó en 1953 con la aceptación de ayudas económicas externas a cambio de tener en el territorio nacional bases militares norteamericanas.
Mientras tanto, en Cataluña iba creciendo una cierta conflictividad laboral aumentada por el boicot popular tras la subida del precio de los billetes en los tranvías en Barcelona, siendo este acto la máxima expresión de protesta desde el final de la Guerra Civil y que culmino con una huelga general el 12 de marzo de 1951 que exigía la liberación de los detenidos en las protestas populares que llegaron a tener un seguimiento de más de trescientos mil trabajadores contando no solo en Barcelona, sino también Tarrasa, Badalona, Mataró y Manresa.
La reacción gubernativa no se hizo esperar incrementándose de nuevo las detenciones y la represión policial, destacando ya por entonces la labor del activista del PSUC, Gregorio López Raimundo49. Estos hechos provocaron finalmente la sustitución del gobernador civil de Barcelona, Eduardo Baeza Alegría50, por Felipe Acedo Colunga, general del Ejército del Aire, conocido como «la Mula» por su enérgico autoritarismo ante la problemática social.
A raíz de estos actos reivindicativos surgieron dentro del movimiento obrero que había participado en la protesta, diferentes grupos activistas de ferviente carisma cristiano, destacando entre ellos las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Católica (JOC) que llegó incluso a aliarse con el PSUC en la lucha antifranquista.
En 1957, coincidiendo de nuevo con el boicot de la ciudadanía a subir en los tranvías51, hecho que originó nuevamente otra huelga general en Barcelona, esta vez con la importante colaboración estudiantil, tuvo lugar un intento fallido de algunos activistas monárquicos para colocar a Don Juan de Borbón en la Jefatura del Estado aprovechando una escala de este en el aeropuerto de El Prat en Barcelona. En esta acción se contó con la complicidad de monárquicos catalanes como Antonio Mª Muntañola Tey, el Barón de Viver, y con la dudosa aquiescencia del capitán general