La censura de la palabra. José Portolés Lázaro

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La censura de la palabra - José Portolés Lázaro Oberta

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censoria, estuviera prohibido hablar de su existencia (Darnton, 2014: 148); es decir, se censuraba el hablar de la censura.

      PARTE I

       LA CENSURA DESDE LA PRAGMÁTICAY EL ANÁLISIS DEL DISCURSO

      Capítulo 1

      EL CENSOR COMO TERCERO

      Para estudiar la censura de la palabra, se debe partir del hecho de que quien habla o escribe hace algo y eso que lleva a cabo puede importunar a otros. Con hacer no solo se ha de pensar en que articula sonidos al hablar o dibuja trazos al escribir, sino también que realiza algo con esos sonidos o esos trazos: cambia el estado mental de otras personas. Del mismo modo que, cuando se construye un puerto, la costa es distinta a como era antes, en el momento en el que se le ordena algo a otra persona su mundo es diferente: quien ha ordenado se sitúa en una posición superior –puede ordenar– y emplaza al otro a cumplir su mandado. Esto también sucede si simplemente se asevera algo. Al escuchar, pongamos por caso: «Esa camisa te sienta muy bien», la camisa no cambia, pero nosotros sí. Esas palabras nos confirman que acertamos al comprar la camisa, nos muestran que otra persona se preocupa de nosotros, nos alegran; en fin, después de escucharlas no somos los mismos.

      En los cuentos y en los milagros también se actúa con palabras sobre las cosas. Con «Ábrete, Sésamo», Alí Babá franquea la entrada de una cueva y Jesucristo resucita el cuerpo muerto de Lázaro diciendo: «Levántate y anda», pero, por eso mismo, son cuentos o milagros. Lo habitual es que los seres humanos no podamos hacerlo y nos limitemos a actuar con nuestras palabras en lo que podemos: la mente de otros seres como nosotros. El filósofo John Austin (1982 [1962]) consideró central este hecho para explicar la comunicación humana: hacemos cosas con las palabras. En su teoría diferenció en los actos de habla tres tipos de actos: actos locutivos, actos ilocutivos y actos perlocutivos.

      Los actos locutivos consisten en decir o escribir algo. En cuanto a los actos ilocutivos de Austin, constituyen aquello que se hace con los actos locutivos, con «Esa camisa te sienta muy bien» se han dicho unas palabras, pero también se ha aseverado –no se ha preguntado, ordenado, sugerido o pedido, como pudiera suceder con otros enunciados– lo bien que le sienta a alguien la camisa. Y una tercera distinción de Austin es la de los actos perlocutivos. Estos constituyen los efectos o consecuencias, buscados o no buscados, que ocasiona en el interlocutor un acto ilocutivo; así, el enunciado anterior alegró a quien vestía la camisa, otro enunciado podría haberlo intrigado, indignado, persuadido de algo o desanimado.

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