Mis memorias. Manuel Castillo Quijada
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Mis memorias - Manuel Castillo Quijada страница 3
Para que este trabajo llegara a publicarse tuvieron que ocurrir varias cosas. La primera condición es que don Manuel viviera lo suficiente como para poder escribirlo. Su pasión periodística y su espíritu crítico, a veces ácido, se desbordan en unos textos que sirven de crónica de una España quizás no tan distinta en muchos aspectos de la que habitamos actualmente. Hay que ver cómo se repiten algunos de los vicios nacionales y seguimos arrastrando males endémicos en la convivencia política, en la enseñanza y en las relaciones interpersonales. Pero la sinceridad del texto también es compatible con su elogio a personas que Manuel conoció de cerca, como Nicolás Salmerón, Miguel de Unamuno y tantos otros personajes del mundo político, intelectual y del periodismo del primer tercio del siglo XX.
Manuel Castillo dejó en sus memorias una semilla para el tiempo presente. Así, indica a sus hijos que, en ausencia de herederos, «el último que quede que disponga en su testamento que el albacea de verdadera confianza y de completa garantía moral, para que se cumpla su voluntad, emplee todo lo que dejéis […] a una obra social de cultura que perpetúe nuestro nombre», en forma de premios que estimulasen a «estudiantes de modesta posición económica» y «para estímulo de los demás, y, así, aunque los favorecidos no nos conozcan, por lo menos al recibir ese beneficio, sabiendo que su origen procede de una familia laboriosa y modesta, dentro de la profesión docente».
Los hijos de Manuel, Agustina, Diego, Luis y Purita, guardaron, durante los años del exilio en México, las indicaciones del testamento «como un bien común» que se tradujo en la última voluntad de Diego a favor de premios y acciones culturales en la Universidad de Cáceres y en la Universitat de València, reinterpretando el deseo de su padre, lo que se tradujo en el fomento de los estudios universitarios sobre la paz. Su albacea de confianza fue Arturo García Igual, mi padre, quien mantuvo en México una gran amistad con los hijos de Castillo, reforzado por el hecho de haber sido compañeros oficiales del Ejército Popular de la República. Tras el retorno del exilio y el fallecimiento de Diego en Valencia, Arturo gestionó de manera eficaz y con amplitud de miras la cesión del legado que permitió impulsar el Patronat Sud-Nord de la Universitat, entidad facilitadora de la solidaridad, primeramente con un sistema de becas y posteriormente con un premio a trabajos de difusión periodística e investigación académica en el área de cooperación internacional.
Al final de esta cadena histórica a los presentes solo nos queda honrar la memoria y aprender de nuestros antecesores. A este respecto, la labor de la Fundación General de la Universitat de València es meritoria, con el apoyo de todos los rectores desde su creación y, en particular, de Esteban Morcillo Sánchez, quien ha impulsado la presente publicación.
La obra no ha sido sencilla de editar pues todo surgió de un manuscrito que encontré en la documentación que dejó mi padre, Arturo García, al fallecer, en 2010. Eran muchas páginas mecanografiadas por el propio Manuel que estaban esperando el momento de ser releídas. Tenía que haber un interés histórico en el personaje, que lo tenía, y alguien con capacidad de explorarlo. Aquí es donde intervino la profesora Nuria Tabanera, verdadera productora de este proyecto. Nuria me ha hecho apreciar la historia y el trabajo de sus profesionales, que la explican e interpretan con humildad y rigor, para que el resto de la humanidad se beneficie de ello. Y para respaldar esta empresa, contamos con el apoyo de otras muchas personas como Guillermo Palao, José Miguel Soriano y Ximo Revert, que no cejan en emprender iniciativas universitarias para el bien común.
Confiamos en que los premios Manuel Castillo, que se otorgan desde hace ocho años, estén a la altura de la crónica y los hechos del personaje que ahora salen a la luz. Los premios en sus distintas modalidades siguen pretendiendo «estimular la investigación académica y periodística en el ámbito de la cooperación y el desarrollo humano. También pretende reconocer y difundir los resultados de más interés para la sociedad española, y especialmente la valenciana, sobre la cooperación internacional, la paz y su contribución al desarrollo humano y sostenible de los pueblos en el mundo».
Por tanto, estas convocatorias mantienen vigentes las aspiraciones de Manuel, adaptadas al tiempo actual. Con la presente autobiografía se conoce algo más de la familia Castillo y de lo que representó la Guerra Civil y el exilio en la cotidianidad de nuestros padres y abuelos. Pero, sobre todo, aprendemos un poco más sobre los deseos de aquellos que vieron la República como un proceso de transformación social y cultural. Más que una ideología o sistema político, lo que nos enseña Manuel Castillo son los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad. A pesar de su fuerte personalidad, Manuel defendió la libertad de expresión hasta sus últimos límites y llegó a decir, en ciertos momentos críticos, cuando pidió la jubilación voluntaria de catedrático de instituto en 1938, «que tengan en cuenta que, además de catedrático soy periodista viejo, en cuya profesión no me jubilo, conservando la pluma muy suelta cuando se pone, como siempre se ha puesto, al servicio de la razón». Era una pluma que dejaría asombrados a los más brillantes columnistas de la España actual. Efectivamente, puedo imaginarme a Castillo trabajando en los medios actuales, y no solo en los escritos. En realidad, Castillo nunca se retiró de su vida periodística o como promotor cultural, y colaboró con el Ateneo Español o como presidente honorario de la Casa Regional Valenciana en México. Todo un orgullo y ejemplo para la presente generación.
José María García Álvarez-Coque
LEGADO MANUEL CASTILLO
Post fata resurgo 1 Sobre el relato autobiográfico de Manuel Castillo Quijada
Nuria TABANERA GARCÍA
Universitat de València
Cada hombre es importante para el mundo, cada vida y cada muerte; el testimonio que cada uno da de sí mismo enriquece el patrimonio común de la cultura.
Georges GUSDORF (1991)
Al cumplirse dos siglos de la redacción en 1765 por Jean-Jacques Rousseau de sus Confessions, consideradas como el ejemplo inaugural de la escritura autobiográfica,2 Manuel Castillo Quijada había terminado de mecanografiar en México un largo relato a partir de sus recuerdos, destinado inicialmente a sus cuatro hijos, Agustina, Pura, Diego y Luis. Su autor, voluntariamente, trataba de evitar la difusión más allá del ámbito familiar de un texto que, por ello, se convertía en un perfecto ejemplo de la llamada literatura gris, al elaborarse sin la intención de ser publicada. Pero, como ha ocurrido con otros ejemplos de ese tipo de documentos, mucho tiempo después de su creación y sin que su publicación pueda afectar a los protagonistas, el texto titulado por Manuel Castillo como Mis Memorias sale a la luz.
Son varias las razones que han animado a los que, desde la Universitat de València, se han empeñado en difundir las palabras de Manuel Castillo, escritas muy al final de una larga vida y cuidadosamente preservadas entre los papeles de la familia Castillo, primero por Arturo García Igual, albacea de Diego Castillo, fallecido en Valencia en 1981, y desde 2010 por José María García Álvarez-Coque, tras la muerte de su padre. La primera, y más importante, surgió del deseo de los miembros del Pleno del extinto Patronat Sud-Nord, presidido por el rector Esteban Morcillo, de honrar con esta publicación la memoria del patriarca de la familia que hizo posible su creación en 1991, convirtiéndose así en la primera instancia de cooperación de la Universitat.3 A esta razón se unirán aquellas que tienen que ver con el extraordinario interés histórico que conserva un relato autobiográfico