Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias. AAVV
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Cuando restringimos el campo de estudio a grupos concretos y relativamente reducidos, como son los universitarios (como hacemos ahora mismo), se destacan los rasgos comunes de una posición generacional, lo que nos ayuda a entender un tiempo histórico determinado y las circunstancias que contribuyen a perfilar las actitudes de las personas que integran el grupo.2 Hablar de generaciones es una manera de hablar de coyuntura. Se hace referencia a un tiempo vivencial que comporta «un reaccionar unitario» y sobre todo «un agitarse juntos» transversal. Por otra parte, los límites entre generaciones, como se desprende, nunca están perfectamente delimitados, dándose cierta superposición, y además varias generaciones conviven en un mismo tiempo histórico y se condicionan.
En la historia de la universidad española de la segunda mitad del siglo XX ha habido dos generaciones importantes: la de 1956 y la de 1968. La primera tiene estudiantes que nacieron durante los años de la República y la guerra; la segunda, comprende personas nacidas en la postguerra.3 Estas dos generaciones, disconformes cada vez más con el franquismo, presentan un rasgo común: se rebelaron contra la dictadura. Lo hicieron con estilos diferentes una y otra: con un tono más moderado, formal y convencional los del 56, y de forma más radical y libertaria los del 68. Los rebeldes del 56 actuaron desde formaciones clandestinas clásicas (PCE, PSUC, ASU, cristianos…), aunque con notables novedades como el FLP (FOC o ESBA). Los del 68, además de mantener la fidelidad a los grupos de oposición clásicos, se abrieron a grupos situados a la izquierda del PCE y a nuevas plataformas radicalizadas y con maneras libertarias, efecto del mayo francés. Unos y otros se rebelaron contra la dictadura y buscaron construir el futuro, lo que fue, probablemente, la más importante de las tareas que hicieron. Los del 68, además de oponerse a la dictadura, se opusieron con audacia a las convenciones sociales, contribuyendo así a construir el futuro y transformar el mundo. No faltaron matices y diferencias entre una y otra generación, diferencias que, cuando llegó la hora de la Transición en España fueron perceptibles. Mientras los jóvenes del 56, casi en bloque, apoyaron el proceso que fraguó el consenso, este posicionamiento fue más matizado en los jóvenes del 68, donde un sector (ni mucho menos todos) de aquella oposición antifranquista, entre 1975 y 1978 procuró «romper el consenso»: abocar a un proceso de transición «rupturista».4
Lluch, como otros compañeros de la su época, miraron hacia dentro y hacia el mundo, hacia el país atrasado y hacia Europa. Aprendieron, paso a paso, a ser libres, pensando y construyendo proyectos que planteaban un país mejor y un mundo mejor. Se hicieron demócratas dialogando y discrepando entre ellos y fueron maestros de universitarios e intelectuales comprometidos y algunos de ellos, como Lluch, llevaron el compromiso a la meta de la responsabilidad política. En 1974, Elías Díaz, escribía que este «grupo generacional» se caracterizaba por tres aspectos que me parecen relevantes que retratan a muchas de estas personas y, sin duda a Lluch: 1) por su seriedad científica (más que por el ensayismo brillante aunque superficial de otras generaciones universitarias anteriores), 2) por la ideología democrática y 3) por la mentalidad crítica respecto al sistema político entonces establecido.5 Rigor científico, democracia (más exactamente socialdemocracia) y antifranquismo, son, ciertamente, tres elementos clave que definen a Lluch.
La generación del 56 inició una nueva cultura política que tenía dos características.6 La primera eran las «inquietudes» de los jóvenes estudiantes, pronto rebeldía o protesta contra la universidad existente.7 Rebelarse era una forma de ganar el futuro. Estas actitudes fueron creciendo a lo largo de la década de los cincuenta y con ellas se encontró Ernest Lluch cuando llegó a la facultad de Económicas. El segundo aspecto es el respeto, la tolerancia, la idea de dialogar, negociar, hablar. Lluch, como muchos jóvenes de su generación, apostaba por el diálogo, el acuerdo, el razonamiento, la ecuanimidad, el gradualismo… Se oponía al dogmatismo y a las actitudes excluyentes. Cultivaba la convivencia civil y el diálogo desde que era estudiante. Lluch y muchos de sus compañeros y compañeras aprendieron de este modo un talante, una manera de obrar, una forma de hacer política (una cultura política dicho de otro modo) que ha sido muy importante para la política española de la Transición. El compromiso de esta generación –también de otras anteriores y posteriores– con la reconstrucción de la democracia es uno de sus principales haberes. Ernest Lluch pertenece, en resumen, a una generación en la que se produjo una mudanza en la cultura política que pugna, a la vez, contra el mundo cerrado de la dictadura y reclama el reconocimiento del pluralismo, el debate y el diálogo entre diversas posiciones, lo que fue importante para entender lo que sucedió en los años de la Transición.
FORMACIÓN
Ernest Lluch nació el 21 de enero de 1937 en Vilassar de Mar donde estaban, por razones de la guerra, la madre y los hijos de la familia, mientras el padre iba y volvía a Barcelona donde tenía el trabajo. Ernest Lluch era el menor de cuatro hermanos (Enric, Montserrat, Francesc –que murió de polio siendo niño– y Ernest). La familia vivía en Barcelona. Tenían un pequeño negocio familiar dedicado a fabricar y vender ligas, cinturones, tirantes, cintas de persiana. Una familia, pues, de clase media trabajadora, un ámbito privilegiado de aprendizaje para la vida, en el que la austeridad era un valor y en la convicción de que el trabajo es lo que forma a las personas. Ernest en su casa aprendió lo importante que era el esfuerzo y el trabajo que veía hacer a sus padres e hizo él mismo. En su personalidad tuvo una gran influencia su hermano mayor, que fue geógrafo en la Universidad de Barcelona y se llevaba 9 años con Ernest, pero también su madre, hija del médico de Vilassar, su hermana y dos tíos médicos.
Su padre era de Acció Catalana y Lluch recuerda que en su casa eran antifranquistas, a pesar de haber conocido una experiencia traumática: un familiar de nombre Ernest, de la parte de su madre, fue fusilado por la FAI y esa es la razón por la que a Lluch le pusieron el mismo nombre del familiar muerto.8 Sus primeros recuerdos son de los años de la autarquía. En su casa, su hermano escuchaba la BBC, leían la prensa diariamente y recibían la revista Destino. Estaban a favor de los Aliados y su madre admiraba el sistema político británico. En este ambiente, el pequeño Ernest tampoco simpatizaba con el régimen. Cuenta que cuando era colegial, de niño, se negó a acudir de público a una visita del dictador a Catalunya (era costumbre hacer ir a los niños con banderitas) para sorpresa de los profesores y de los compañeros de la clase.9
El colegio era el de los Salesianos «Josepets», donde hizo a la primaria y secundaria. Muchos padres republicanos, si tenían medios, enviaban a sus hijos a escuelas no estatales, fuesen academias o colegios religiosos, esquivando así el adoctrinamiento falangista más extremo de los años cuarenta. Además, de los tres colegios que los salesianos tenían en Barcelona, al que iba Lluch estaba pensado para la clase media y se encontraba cerca de donde vivía la familia. Los 53 compañeros que acabaron el bachiller mantuvieron una reunión anual, lo que le permitió a Lluch, escrutador infatigable de cuanto lo rodeaba, observar la evolución, en vivo, de una generación de clase media, la de su promoción.10
Ernest tenía un espíritu curioso y poseía una potente dotación intelectual y física. Devoraba libros desde jovencito y además era muy aficcionado al deporte, terreno en el que, siendo adolescente y joven (también después), destacó. Consiguió trofeos en atletismo11 y más tarde practicó el básquet. El deporte y los valores de disciplina, superación y esfuerzo que comporta se deben considerar como una parte importante de su educación y la conformación de su personalidad. El propio Lluch ha reconocido que su entrenador, Nemesi Ponsati, le enseñó mucho.12
Ernest Lluch entró a estudiar Económicas en la Universidad de Barcelona en 1956 y se licenció en 1961. Para las familias de clase media menestral, los estudios universitarios comportaban muchos sacrificios y