Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias. AAVV
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias - AAVV страница 24
Ese mismo año leyó su tesis doctoral, El pensamiento económico en Cataluña entre el renacimiento y la Revolución Industrial: la integración de la escuela clásica y la respuesta proteccionista, que publicó en catalán en 1973.63 La investigación analiza cómo se produjo la acumulación de capital en Cataluña y se centra en la aportación que tuvieron las ideas económicas y políticas. Es muy lluchiana: muestra cómo las ideas promueven y condicionan la industrialización. Lluch siempre consideró que las estructuras (entonces en apoteosis historiográfica) son muy importantes, pero no piensan, por mucho que condicionen.64 Muestra, asimismo, la escasa importancia que tuvieron en Cataluña las Sociedades Económicas de Amigos del País y otras instituciones oficiales, y lo relevantes que fueron las iniciativas de la sociedad civil (que llamaríamos ahora) adaptando ideas del mercantilismo liberal.65 Lluch era economista e historiador y la historia la concebía como un instrumento para para explicarnos el presente.66 Era un historiador que gustaba de la exhumación documental y la constatación de preguntas, datos y hechos. Vibraba ante el documento y comprobación de datos. En su tesis doctoral, centrada en los siglos XVIII y XIX, le interesaron los precedentes del liberalismo económico y cómo ha condicionado este proceso la historia de Cataluña.
Pero más allá de su tesis, Lluch destacó como economista. La economía la entendía en su sentido práctico, como aplicación de ideas que no se imponían mecánicamente, sino pugnando en su contexto histórico: adaptándose a las experiencias, a los intereses políticos y sociales.67 Se sintió atraído por el keynesianismo de izquierda. Fue introductor de Piero Sraffa,68 Pierangelo Caregnani, Geoffrey Colin Harcourt, Joan Robinson, Paolo Sylos Labini, Siro Lombardini o Claudio Napoleoni. Como ha dicho Fabià Estapé:
«La visió teòrica i intel·lectual d’Ernest Lluch de l’economia era fonamentalment pragmàtica i utilitària, indissociable del seu pensament polític socialdemòcrata. El que Lluch ambicionà tota la vida era ajudar a canviar les coses d’una societat i d’un país que eren lluny de la democràcia i de la justícia social. El factor humanista era el motor que l’empenyia en la política i en l’economia. El capital humà era per a ell el més important i la base de tota transformació. Però, essent home d’ideals i de moltes idees en política no era un idealista somia truites ni un teòric estratosfèric com tants n’hi ha. Al contrari, volia resultats concrets, avenços reals i possibles. Era un pragmàtic allunyat de la fraseologia i la demagògia».69
1970-1976
En sus años valencianos, 1970-1976, se implicó en los movimientos cívicos y políticos del País Valenciano, trabajando para la recuperación de la democracia, la identidad valenciana, y el estudio de la economía y la sociedad. Fue uno de los organizadores del socialismo valenciano, el PSPV. Pero entiendo que sobre todo destacó su aportación universitaria e intelectual, planteando preguntas y alternativas a las explicaciones de la historia económica del País y su economía. Sus investigaciones –más allá de seguir las líneas de trabajo que venía desarrollando– en estos años se centraron en la economía contemporánea. Formó escuela en la Universidad valenciana y sus principales reflexiones las publicó reunidas en un libro germinal de ideas y estrategias políticas, La vía valenciana (1975). Este trabajo es muy lluchiano en el sentido de que la historia –conociéndola contrastadamente– sirve para para diagnosticar correctamente problemas y aspectos de una sociedad y permitir hacer una mejor gestión política que tenga en cuenta este conocimiento. El ensayo se construyó sobre la interpretación que Joan Fuster hizo en Nosaltres els valencians de la historia valenciana de los siglos XIX y XX. Fuster negaba importancia a la burguesía emprendedora o industrial y subrayaba su subordinación a la burguesía agraria, que propiamente al de Sueca no le parecía burguesa. Lluch advirtió, en cambio, la existencia de un sector dinámico e «industrializador» autóctono, similar al de la Mezzo Itàlia, que enraizaba con núcleos artesanos y había tejido una importante red de empresas industriales de pequeño tamaño, y también advirtió –y en esto podría ser coincidente con Fuster– un divorcio entre este sector y la burguesía terrateniente o «aristocracia financiera y especulativa», que desarrolló una ideología y una política conservadora, folklorista y acuñó los grandes tópicos sobre los valencianos que aún sostiene la derecha actual. Divorcio entre estos sectores económicos sería la palabra nuclear del ensayo. Lluch, a partir de este diagnóstico, planteaba la posibilidad de un futuro económico diferente: una política industrial que atendiera a estos sectores mezzo y potenciase al sector industrial marginado históricamente por la oligarquía de los prebostes.70 Sus discípulos, que gobernaron en los ochenta en la Generalitat y Ayuntamiento de Valencia, impulsaron con solvencia estas directrices.
1976-1986
Entre 1976 y 1986 Lluch fue figura política de primer nivel, como ha estudiado Salvador Almenar.71 Fue diputado y ministro. Fue diputado del PSC por Girona (desde 1976) y Barcelona (desde 1982) y además ministro de sanidad y consumo del primer gobierno socialista (1982-1986). Todavía siguió de diputado entre 1986 y 1989, pero apenas sin actividad parlamentaria.
En su etapa de diputado anterior a ministro fue portavoz del grupo parlamentario Socialistes de Catalunya desde 1980 y deben destacarse sus intervenciones sobre la política económica y sobre la organización territorial del Estado. Sobre el primer aspecto se mostró partidario de desarrollar una política económica que consolidase la democracia y los Pactos de la Moncloa e hizo un seguimiento minucioso de éstos, siendo crítico con la forma de aplicación del ministro Abril Martorell.72 Con Trías Fargas también tuvo debates relacionados con las posiciones y la política económica de CiU. Sobre la cuestión territorial participó en la discusión de la Ley Orgánica de Financiación de Comunidades Autónomas (LOFCA), aprobada en septiembre de 1980, y en la mucho más polémica Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), aprobada después del 23F, en junio de 1982. La primera de estas leyes, que regulaba la financiación de las autonomías de «régimen común» (todas menos País Vasco y Navarra), consiguió el acuerdo entre centristas, socialistas (incluidos los catalanes) y comunistas. Los partidos de izquierda, que la negociaron con el gobierno, al final del proceso la consideraron aceptable, no así los nacionalistas (CiU, Esquerra Republicana y PNV) que la vieron contraria a las emergentes o futuras autonomías. Lluch la defendió y entendió que era un primer paso sólido en la descentralización y traspaso de recursos así como en la creación del Fondo de Compensación Interterritorial, lo que le supuso vivaces debates con los nacionalistas catalanes.73
Mucho más polémica fue su participación en la LOAPA. Desde que empezó el proceso de discusión de esta ley, en marzo de 1981, surgieron puntos de vista diferentes entre el PSOE y el PSC y dentro mismo del PSC.74 Lluch entendía que debía configurarse un desarrollo autonómico viable y basado en el realismo político.75 Buscaba una posición constructiva que diera estabilidad tras la crisis política del 23 F y estaba convencido de que regular/ordenar/armonizar el proceso autonómico era una necesidad política para consolidar las autonomías, aún en germen.76 El PSC, con sus dos almas identitarias, se tensionó. Lluch tenía una posición distinta a la de la dirección del PSC y, paradójicamente, ésta quiso que fuese él quien entregara en el último instante unas enmiendas (tendentes a salvaguardar la autonomía catalana) en el texto pactado por UCD y PSOE. Lluch no quiso hacerlo. Las razones eran tres: porque era condición del acuerdo llevar a la mesa del debate los diversos asuntos y no presentar enmiendas no negociadas en el último momento; porque, en el fondo, Lluch no era partidario de gestos o posiciones testimoniales si, como era el caso, se podía avanzar en la negociación