Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición. AAVV
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Dado que la revista no publica artículo editorial y las portadas se dedican siempre a desnudos femeninos, no resulta fácil seguir la pista de sus posicionamientos ante el curso de los acontecimientos políticos. La carencia, sin embargo, se suple bien con la sección «Érase una vez un país...», firmada por su director, Álvarez Solís, y la elección de temas de actualidad a través de la sección de entrevistareportaje, central en la estructura de Interviú. Así, en un momento en el que, tras la sorpresa y enfado inicial de la prensa con el nombramiento de Adolfo Suárez para sustituir al cesado presidente Carlos Arias Navarro, la mayoría de los diarios se inclinaban por apoyar al recién llegado y sus anuncios liberalizadores, el artículo del director adopta una línea mucho más crítica. Se refiere al discurso de reentré de Suárez tras el verano:
Nos ha dicho el presidente: hay que contar con los partidos, con las organizaciones políticas. Pero ha advertido que esos partidos y esas organizaciones políticas no significarán nada hasta verse revalidados por aquellas elecciones que aún no tienen el bautismo de la fecha exacta.83
Es decir, ninguna intención de negociar en serio con la oposición y sí de mantener la hegemonía indiscutida durante todo el proceso. Esta será, precisamente, la gran cuestión del momento político: no tanto a dónde conduce la transición, que todo el mundo asume que ha de ser la democracia, sino quién conducirá el proceso. Gerard Imbert (1990: 25) explica que la dicotomía «continuidad/ruptura» sucede a la de «franquismo/antifranquismo y alcanza toda su agudeza en el momento de la dimisión de Arias Navarro en julio de 1976». Pues bien, en esa dicotomía, la posición de Interviú, compartida con algunas otras como Triunfo o Cambio 16, es no hacer cuestión de la hegemonía sino del modo en que se ejerce y, en este aspecto, es la negociación con la oposición lo que introduce la diferencia. En ese mismo número de septiembre del 76, la pieza central de entrevista-reportaje84 de la revista se ocupa de uno de esos temas «delicados» que con el tiempo acabarán provocando incómodos silencios: los militares demócratas de la UMD condenados por «conspiración para la rebelión», luego amnistiados juntos a los demás presos políticos, pero nunca reintegrados a sus puestos.
De cara al debate que se había de producir en las Cortes franquistas sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política, la revista analiza las palabras del presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda, pero da también visibilidad a los intentos de la oposición para reivindicar su papel en el proceso mediante una huelga general convocada para pocas fechas antes. En su columna, el director se muestra cada vez más preocupado por la falta de compromiso negociador del Gobierno Suárez y su constante esquivar a la Comisión que representa a la oposición democrática. «Últimamente, el Gobierno Suárez ha ido abandonando sus contactos con la oposición, situada más o menos extramuros del sistema, para consagrarse a unas negociaciones con la llamada oposición franquista u oposición que se sitúa dentro del sistema».85 Aunque puede entenderse que se trata de exigencias del guion, porque en esa fase se está tratando de hacer que las Cortes franquistas aprueben un proyecto de ley que, sencillamente, las liquide. En el número siguiente,86 Manuel Martín Ferrand, estudia primero el impacto de la huelga general y luego reconoce abiertamente que la estrategia de Suárez, una vez aprobada la reforma por las Cortes, está funcionando, pero advierte de que aceptar un sistema electoral mayoritario, como el que propone Fraga, daría al traste con todo ello.
La revista vuelve a pronunciarse críticamente87 sobre la conducción del proceso de reforma, cargando sobre la opacidad en torno a la primera sesión de negociación con la oposición. Esta será, de nuevo, una línea constante y que diferenciará progresivamente a Interviú de otras revistas políticas: más adelante, cuando tras las primeras elecciones de junio de 1977 se inicie el periodo llamado del «consenso», con la firma de los Pactos de la Moncloa y el secreto de las negociaciones sobre el proyecto de Constitución, la revista mantendrá una línea crítica y distante sobre dicho consenso.
En el número siguiente a la llamada semana sangrienta o trágica de Madrid, el 3 de febrero de 1977, cuando el GRAPO y la ultraderecha intentaron hacer descarrilar la transición, la portada de Interviú apenas acusa la crisis por la que se acaba de pasar: el desnudo de portada (Dominique Sanda) es como de costumbre. Apenas uno de los titulares menores alude a la tragedia. Pero el interior está repleto de excepcionalidad: un reportaje relata cronológicamente los sucesos de Madrid. Siete días, siete titulares: «brota la sangre», «masacre profesional», «tensa indignación», «puños en alto», «la caza», «en acto de servicio» y «País en vilo». La posición del director en su «Érase una vez un país...» revela la gravedad de la situación. Plantea el problema de que nadie tiene legitimidad para actuar sin haber pasado por las urnas, por lo que la convocatoria electoral es urgente, pero para llegar a ella se precisa un «gobierno de concentración nacional».88 No se trata de una idea ajena al debate del momento, aunque en general se venga planteando con el matiz de la exclusión del PCE, y volverá a ser moneda común tras las elecciones de junio, cuando la urgencia ya no sea responder a la ofensiva ultra, sino hacer frente a una economía en bancarrota mientras se elabora una Constitución. El sucedáneo de esa inaceptable «concentración» –inaceptable para las dos fuerzas mayoritarias, UCD y PSOE– acabarán siendo los llamados Pactos de la Moncloa, responsables del gran marco del consenso. La colaboración de Vázquez Montalbán89 en ese mismo número propone, tras una larga digresión sobre la posible intervención de la CIA en los sucesos recientes, una suerte de «gobierno de amplia unidad política», que no se encuentra muy lejos de aquella «concentración».
En la antesala de las primeras elecciones democráticas, Interviú incluye en forma de artículo cuasi-editorial de Álvarez Solís90 una llamada al voto al PCE/ PSUC, que acompañan de un dibujo de Carrillo puño en alto. Nada menos. Aunque también la revista Triunfo llamó a votar a la izquierda, resulta infrecuente un llamamiento tan explícito. En el mismo número se hacen previsiones («Elecciones ¿y después qué?») sobre el proceso constitucional, que no «constituyente», que se producirá tras las elecciones.
Una de las pocas ocasiones en las que Interviú incluyó un verdadero artículo editorial91 fue en el primer número compuesto tras las elecciones (el anterior se imprimía mientras estas se celebraban). Ese editorial celebra el triunfo de la democracia, pero advierte del peligro que las reminiscencias franquistas agazapadas en el aparato del Estado representan para el progreso de la libertad. La crónica electoral92 proclama que «ganó Suárez, pero triunfó Felipe», y el artículo del director93 sugiere que el socialismo ha de prepararse para gobernar, pero no apresurarse a hacerlo. Dando por hecho que habrá