Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina. Carol Wise
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En la etapa actual, los SE de China en la región se basan en comercio, inversiones y recursos, y es mejor no sacar demasiadas conclusiones al respecto. China ha recubierto estos SE en su propia versión de poder de atracción y los ha adornado con eufemismos sobre confianza mutua, reciprocidad, entendimiento especial y otras expresiones por el estilo. La conclusión aquí es que China ha negociado acuerdos de préstamos a cambio de petróleo con Ecuador y Venezuela, pero no tiene intenciones de utilizar su capital político para apoyar locuras antiestadounidenses en estos países (Dreyer, 2006). Más aún: Brasil puede ser el principal receptor de la región de IEDS proveniente de China, pero estos dos países han mantenido un intenso desacuerdo debido a la negativa de China a respaldar la postulación de Brasil a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. China también mantiene una disputa continua con sus principales socios comerciales en ALC –Argentina, Brasil y México– en relación con denuncias antidumping presentadas por estos tres países ante la OMC contra la RPCh. Aunque teóricos realistas no han podido asimilar el concepto o las implicancias de la internacionalización de la estrategia de China hacia el hemisferio occidental, existen escasas señales de que las actividades de China en la región supongan una amenaza a la hegemonía estadounidense (Mearsheimer & Walt, 2016).
El reavivamiento de la teoría de la dependencia: descripción densa, explicación rala
Respecto a las dinámicas de economía política que han venido ocurriendo desde el dramático y repentino incremento de los vínculos comerciales y de inversión entre China y ALC en la década de 2000, los dos diagnósticos más comunes que provienen de la teoría de la dependencia han sido el del «intercambio desigual» y «el síndrome holandés»11 o la «maldición de los recursos». El intercambio desigual se refiere a la dependencia por parte de una región en vías de desarrollo como ALC respecto a sus exportaciones de materias primas, las cuales se ven afectadas por bajones cíclicos de precios, y la importación de bienes manufacturados que estos países necesitan y cuyos precios se mantienen en un patrón de perpetuo ascenso. Este concepto se convirtió en un pilar del énfasis de la teoría de la dependencia respecto al sistema internacional, y en particular sobre esta relación entre núcleo y periferia como el factor que perpetúa el subdesarrollo (Sánchez, 2003). Sin embargo, la transformación por la que atravesaron Japón, Taiwán y Corea del Sur desde la década de 1970, en la que pasaron de ser países pobres (10 por ciento o menos del PBI per cápita de los EE. UU.) a ricos (50 por ciento o más del PBI per cápita de los EE. UU.), sugiere que la estructura del capitalismo internacional es menos importante que las instituciones domésticas y políticas concretas en las cuales un Estado determinado se basa para integrarse a los mercados globales (Kroeber, 2016, pp. 9-10).
El auge de China en la economía global brinda evidencia adicional sobre las limitaciones de este paradigma para explicar el desempeño ampliamente disímil de las EE en cuanto a su economía política. Aunque a China aún le queda un trecho por recorrer para alcanzar un estatus de país desarrollado, los gestores de políticas en Pekín tienen sus miras puestas claramente en esa meta. Según estimados del Banco Mundial, al inicio de la era de reforma en China en 1979, el PBI per cápita ascendía a US$ 182; el último estimado, realizado en 2017, ubica ese mismo indicador en US$ 7.329. Al calcular la paridad del poder adquisitivo, el PBI per cápita en China en 2017 ascendía a US$ 15.30812. En 1979, el PBI total de China era de aproximadamente US$ 76.900 millones, y ahora es de cerca de US$ 11,2 billones. La teoría de la dependencia siempre ha sido hábil para describir los fracasos de las políticas y la movilidad descendente en el mundo en desarrollo, pero encuentra problemas para explicar estos casos exitosos en Asia que rompen con el molde.
Sobre esta cuestión del intercambio desigual, a excepción de Costa Rica y México, es cierto que el patrón de comercio entre China y sus SE ha reproducido el convencional modelo de ventajas comparativas que existía en la región a inicios del siglo XX: los países de Sudamérica exportan primordialmente productos no procesados y materias primas hacia China, y, a su vez, importan de esta bienes manufacturados con valor añadido. La naturaleza asimétrica de la relación entre China y ALC en términos de la IED es otra realidad. Se estima que el monto total de IEDS proveniente de ALC hacia China entre 2003 y 2018 es de aproximadamente US$ 5.300 millones (Americas Quarterly, 2019), versus los aproximadamente US$ 109.100 millones en IEDS proveniente de China hacia ALC entre los años 2000 a 2017 (Dussel Peters, 2018b). Pero, aunque la experiencia inicial de este patrón de comercio e IED inspiró políticas de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) y una amplia crítica de los términos desfavorables del comercio para la región, las condiciones estructurales que actualmente prevalecen dentro de la mayoría de estas economías son radicalmente diferentes13.
Tabla I.4
Tasas promedio de manufactura en ALC, 2000-2017
País | Exportaciones de manufactura(% de exportaciones de mercadería) | Manufactura, valor añadido(% del PBI) |
Argentina | 30,9 | 16,5 |
Brasil | 44,4 | 12,5 |
Chile | 14,9 | 13,0 |
Costa Rica | 60,6* | 14,9 |
México | 78,6 | 16,5 |
Perú | 16,4* | 15,3 |
Nota. * Datos disponibles solo hasta 2016.
Fuente: Indicadores de Desarrollo Mundial; datos computados como valores promedio de estadísticas correspondientes a 2000-2017, disponibles en: http://databank.worldbank.org/data/home.aspx
A excepción de Chile y el Perú, las EE en ALC han realizado considerables avances hacia la industrialización, y los productos manufacturados representaban por lo menos el 44,4 por ciento de las exportaciones totales en promedio de Brasil, el 60,6 por ciento de Costa Rica y el 78,6 por ciento de México, entre los años 2000 y 2017 (tabla I.4). Más aún: para todos estos países, a excepción de Costa Rica y México, los términos de intercambio durante el auge de China fueron altamente favorables. El aspecto negativo de esta historia es que, aunque los enlaces hacia adelante en términos de exportación de manufacturas claramente han mejorado en ALC, los enlaces hacia atrás todavía son demasiado débiles para el mercado doméstico. Tal es, por ejemplo, el caso de México, donde la producción de manufacturas depende de la IED entrante al grado que los productores locales de bienes intermedios todavía no son competitivos como proveedores en estas zonas de producción14. En un grado menor, Argentina y Brasil enfrentan el mismo dilema: de ahí la facilidad con la cual China ha conquistado los nichos de exportación para insumos intermedios en Argentina, Brasil y México. Dicho en términos más sencillos: esos bienes intermedios que productores de esas tres EE en ALC importan de China tienen un valor añadido y un contenido tecnológico mayores, y precios más competitivos.
Las EE de ALC no han seguido el ritmo de los logros en cuanto a competitividad que China ha registrado en su sector de manufactura durante los últimos 20 años, avances que son resultado de gastos y políticas muy focalizados que desde inicios de la década de 1980 han promovido la ciencia, la adaptación tecnológica, la educación superior en los campos de las ciencias exactas, y la investigación y desarrollo15. Basándose en su análisis econométrico, Jaime Ortiz sostiene que ALC «ha llegado a un punto en su frontera de posibilidades de producción a partir del cual no es posible incrementar su nivel de desempeño sin una intervención en términos de tecnología e innovación. América Latina debe ampliar su base de productividad, avanzar hacia propuestas más sofisticadas, y diversificar su canasta de exportaciones para ganar una cuota del mercado»75(Ortiz, 2012, p. 188). Pese a su defensa de la sustitución de importaciones y el proteccionismo, incluso los teóricos primigenios del intercambio desigual propugnaban la adaptación tecnológica, el reforzamiento de los enlaces hacia atrás y la diversificación de las exportaciones (Prebisch, 1950). Con el auge de China en mercados regionales, los países de ALC están más apremiados