26 años de esclavitud. Beatriz Carolina Peña Núñez
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Apéndice 9. James Parker sobre los Spanish Negroes
En 1999, tomé un curso de doctorado en The Graduate School and University Center, de The City University of New York (CUNY), con el título de “Nueva York. Centro y lugar de tránsito del nomadismo cultural hispano”. Lo dictó Dionisio Cañas, el poeta con origen y un bombo en Tomelloso, un punto de La Mancha. Los trabajos finales de aquel curso estaban ligados a obras que los escritores hispánicos habían creado a su paso por la imponente urbe; pero a mí el profesor me dio una asignación distinta. Era una misión incierta e imprecisa, pero urgente e importante para Cañas. Me sugirió hacer un trabajo sobre unos “negros españoles” que vivieron en Nueva York en el siglo XVIII. Como referencia, me proporcionó después cuatro hojas que todavía conservo. Las dos primeras eran de un correo electrónico que le había enviado Luisa García-Conde, otra alumna del programa, bastante más avanzada que yo en sus estudios doctorales. En el cuerpo del correo, fechado el 30 de agosto de 1997, se apretujaba, obviamente, parte de un ensayo que García-Conde había escrito varios semestres antes como asignación final de un curso de Cañas en el que aquella incorporó el tema de los Spanish Negroes. Las dos últimas hojas que el profesor me facilitó procedían del trabajo impreso que la alumna le había entregado. En una se puede leer, por ejemplo, un interrogante manuscrito de Cañas que cuestiona algo en una de las notas a pie de página: “¿cuál?”.
Aquel fragmento del trabajo de García-Conde me dio pistas para iniciar la investigación. Me atrajo en especial la noticia que daba de que los Spanish Negroes estuvieron involucrados en una supuesta conspiración esclava en 1741, y este fue el derrotero que seguí para el trabajo final del curso. Más tarde, esta monografía se convirtió en una ponencia que presenté en un congreso en Saint John’s University (Queens, Nueva York), y que luego publiqué en forma de artículo en Cuadernos de ALDEEU con el título de “Ser negro, hispano y católico en la Nueva York colonial” (2000). Me arrastró tanto el asunto que entonces deseé haber estado cursando un doctorado en historia para dedicarle la tesis doctoral. Si había localizado muy poco material en inglés sobre los Spanish Negroes, no había encontrado nada en español. Con los años, nunca olvidé el tema ni la esperanza de ocuparme de este.
Por un sendero muy distinto, gracias a Raquel Chang-Rodríguez, cuando llegó el momento de decidirme por un campo para hacer la tesis doctoral en el programa de literatura, accedí de su mano al área de los estudios coloniales. Desde ese momento, la intersección de mis investigaciones con la historia, entre otras disciplinas, se fue incrementando considerablemente. Por esa interdisciplinariedad feliz del campo en el que me especialicé, he buscado saciar mi fuerte atracción hacia la historia y el arte; y me he dado permiso gradual, envalentonada por algunos reconocimientos, para ingresar en estos terrenos. Ciertamente, he entrado por la puerta trasera en los estudios históricos, pero la pasión por este campo y mi conciencia incipiente de esta vocación tienen orígenes remotos, por cierto también enlazados a la literatura. Comenzó con la lectura de la novela histórica Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri, cuando tenía trece años y estaba en el primer año de la secundaria.
De vuelta a los Spanish Negroes, hace algunos años retomé el tema. Comencé a recabar libros, artículos, documentos de archivo donde se los mencionaba y a pensar sobre estos materiales. Así es como di con el caso de Juan Miranda, a quien se nombraba, en general, al vuelo, aquí y allá, en algunos libros y artículos. En mis búsquedas de archivo, su figura fue tomando forma; y su historia, juntada a retazos, se me hizo muy relevante. Además, el personaje se me presentó en un sueño.
Hoy me corresponde agradecerles a Dionisio Cañas y a Luisa García-Conde, pues, si no hubiera tomado aquel curso y si el poeta no me hubiera asignado aquel trabajo, no sé si alguna vez habría descubierto el tema de los Spanish Negroes. El impulso procede de Cañas. Las dos páginas de García-Conde fueron mis primeras referencias escritas sobre la materia.
Asimismo, mi gratitud al personal de los New York State Archives y de la New York State Library; a la Patricia D. Klingenstein Library de la New-York Historical Society, en especial, a la sección de Manuscript Collection; a la New York Public Library y a su Rare Book Division; a la Columbia University Library y a su Rare Book and Manuscript Library; al Department of Finance, Office of the City Register, New York County; a la P. K. Yonge Library of Florida History, de la University of Florida; a la Benjamin S. Rosenthal Library de Queens College y a su equipo de préstamo interbibliotecario. Mi asociación al University Seminar on Latin America, del Institute of Latin American Studies en la Columbia University, me ha concedido, por casi una década, el acceso a los maravillosos recursos bibliográficos de esta universidad. En su biblioteca, reconozco, con afecto, la desprendida amabilidad de Mayra E. Álvarez.
Expreso mi gratitud a Juan Felipe Córdoba-Restrepo, director editorial de la Universidad del Rosario, y a su Comité Editorial, por recomendar el manuscrito para que pasara a la evaluación de pares. Les estoy muy agradecida a los lectores anónimos por sus comentarios y recomendaciones. Mi gratitud también va para la historiadora colombiana Diana Inés Bonnet Vélez, por valorar mi trabajo.
Muchas gracias a mi brillante amigo Carlos Alberto Carreño González, quien, pese a su discapacidad visual, a los apagones, a las interrupciones del servicio de internet y a tantas luchas y dificultades, “leyó” en Venezuela, con amor y entusiasmo, a través de su lector de pantalla, cada capítulo de este libro a medida que se iba haciendo. También gracias al talentoso Pablo García Loaeza, por su asistencia en la elaboración de un mapa. Finalmente, le agradezco al galardonado escritor dominicano Miguel Aníbal Perdomo, quien leyó el manuscrito motivado por su interés en conocer más sobre la esclavitud en Nueva York, en concreto en la isla de Manhattan, donde vive desde hace muchos años.
Para terminar, reitero mi gratitud al poeta Dionisio Cañas, por elegirme hace veintidós años para averiguar más sobre los Spanish Negroes, y a Luisa García-Conde, por las pistas que, inadvertidamente, me regaló.
De las barracas de vergüenza de la historia, me levanto;desde el pasado enraizado en dolor, me levanto.
Soy un negro océano, amplio e inquieto, manandoe hinchándome me extiendo sobre la marea.
“Still I Rise” (“Aun así me levanto”), Maya Angelous
El golpe más grave sufrido por el colonizado es ser retiradode la historia y de la comunidad. La colonización usurpacualquier rol libre en la guerra o la paz, cada decisiónque contribuye a su destino y el del mundoy toda responsabilidad cultural y social.
Albert Memmi
El 25 de agosto de 1755, el gobernador1 de la provincia de Nueva York y los miembros del Consejo de la Colonia de Nueva York consideraron, por primera vez, el caso de Juan Miranda.2 Aquel lunes, el expediente revisado en el Fuerte George lo formaban