Los papiros de la madre Teresa de Jesús. José Vicente Rodríguez Rodríguez

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Los papiros de la madre Teresa de Jesús - José Vicente Rodríguez Rodríguez Caminos

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tan virtuosos que es para alabar a nuestro Señor» (Cta 24, 8). Cuando estaba ya en España Lorenzo con sus hijos, siempre preocupada por el bien de los muchachos, vuelve a escribir al padre: «No querría vuestra merced olvidase esto, y por eso se lo pongo aquí. Yo tengo gran miedo que, si no hay desde ahora gran cuenta con esos niños, que se podrán presto entremeter con los demás desvanecidos de Ávila, y es menester que desde luego vuestra merced los haga ir a la Compañía (que yo escribo al rector como vuestra merced ahí verá), y si al buen Francisco de Salcedo y al maestro Daza les pareciere, pónganse bonetes» (Cta 113, 1).

      ¿Un paje?

      En otra carta habla del paje que para estos niños había propuesto el padre Báñez, aunque la Santa dice: «para lo que han menester los niños, un paje les viene ancho» (Cta 98, 5), y ya quiere que ese paje estudie con sus sobrinos en el colegio de la Compañía; y así ese niño tendrá de quien aprender virtud. Todavía la vemos dando este consejo a Lorenzo: «No hay ahora para que se paseen esos niños sino a pie; déjelos estudiar» (Cta 113, 3).

      En Tordillos (Salamanca)

      Contando la fundación de Alba de Tormes tiene la Madre unas observaciones muy atinadas sobre el tema de la educación. Se lamenta de que por mantener puntos de honra los padres de Teresa de Láiz vivieran en Tordillos a dos leguas de Alba, y dice: «Es harta lástima que, por estar las cosas del mundo puestas en tanta vanidad, quieren más pasar la soledad, que hay en estos lugares pequeños, de doctrina y otras muchas cosas, que son medios para dar luz a las almas, que caer en un punto de los puntos que, esto que ellos llaman honra, trae consigo» (F 20, 2).

      Cerrando

      Teresa de Jesús, sabiendo por experiencia propia lo que vale la instrucción y formación de la persona desde la infancia, se prodiga en cuidados y consejos para que sus sobrinos estudien en buenos centros, en el Colegio de la Compañía. Este deseo de que se promueva esa atención a todos los niños era un deseo general en ella. Y no es pequeña muestra de esta su voluntad lo que organizó en Malagón: «Dejamos concertado se traiga una mujer muy teatina, y que la casa la dé de comer (como hemos de hacer limosna, que sea esta), y que muestre a labrar de balde muchachas, y con este achaque que las muestra la doctrina y a servir al Señor, que es cosa de gran provecho» (Cta 8, 6).

      Capítulo 8. Doncellitas en los conventos teresianos

      En algunos de los conventos fundados por santa Teresa entraron algunas niñas de pocos años: ocho o nueve años. En las Constituciones primitivas de sus monjas no se dice ni una palabra sobre este hecho. En las Constituciones del capítulo de Alcalá de 1581 se manda que no se dé el hábito a ninguna aspirante antes de los 17 años.

      Por el epistolario de la Santa vemos que tenía que pedir permiso a los superiores para poder recibir a estas niñas. Escribe al padre Gracián, como visitador provincial: «Antonio Gaytán ha estado aquí: Viene a pedir se le reciba en Alba su niña, que debe de ser como la mi Isabelita de edad. Escríbenme las monjas que es en extremo bonita. Su padre le dará alimentos y después todo lo que tiene fuera del vínculo. Que dicen serán seis o setecientos ducados y aun más; y lo que hace por aquella casa y ha trabajado por la Orden no tiene precio» (Cta 205, 1).

      El interés que tiene por alcanzar el permiso le hace decir: «Suplico a vuestra paternidad no me deje de enviar la licencia por caridad, y presto; que yo le digo que nos edifican estos ángeles y dan recreación. Como hubiese una en cada casa y no más, ningún inconveniente veo sino provecho». Así pensaba la Madre, pero en 1583, ya muerta ella, el Capítulo de los descalzos prohibió que se recibiesen niñas en sus conventos.

      ¿Cuántas fueron?

      Las que la Santa había recibido en sus conventos fueron cuatro: Teresita, hija de su hermano Lorenzo de Cepeda, Isabel Gracián, hermana de Jerónimo Gracián, Casilda de Padilla y Mariana Gaytán.

      Isabel Gracián

      En la visita ya descrita que hizo doña Juana Dantisco a la Madre en Toledo, habla de Isabel Gracián, y dice «que está que no hay más que ver de bonita y gorda. La señora doña Juana no acaba de espantarse de verla [...]. Es toda la recreación que acá tengo» (Cta 124, 4). Y no hace más que elogiarla: «¡Oh, qué hermosita se va haciendo! ¡Cómo engorda y qué bonita es! Dios la haga santa» (Cta 124, 16).

      A esta Isabel de Jesús (Dantisco) le cuelga como un collar de elogios, de alabanzas diciendo: «está muy bonita»; «la mi Isabel está buena y bien agradable», y «es toda nuestra recreación»; «la nuestra Isabel está hecha un ángel. Es para alabar a Dios la condición de esta criatura y el contento»; «mi Isabel está cada día mejor»; «mi Isabelita está muy buena»; «mi Isabel de Jesús me escribe ya, y todas no acaban de estar contentas con ella, y con razón»; «hallé a mi Isabel muy gordita, con unos colores que es para alabar a Dios»; «de la mi Isabel de Jesús me escriben cosas que es para alabar a Dios».

      Ya se ve el afecto de la Madre para esta criatura, a la que llama unas veces «la mí» y otras «la nuestra» Isabel. Era su recreación, su juguete, si se nos permite.

      En 1577 escribe todavía la Madre acerca de Isabel Dantisco, su «mi Bela»:

      Es extraña la habilidad de esta criatura, que con unos pastorcillos malaventurados y unas monjillas y una imagen de nuestra Señora que tiene, no viene fiesta que no hace una invención de ello en su ermita o en la recreación, con alguna copla, a que ella da buen tono, y la hace, que nos tiene espantadas (Cta 175, 6).

      En diciembre de 1576 escribe la fundadora a Gracián y le habla de su hermanilla:

      Mi Isabel está cada día mejor. En entrando yo en la recreación, como no es muchas veces, deja su labor y comienza a cantar: “La Madre fundadora / viene a la recreación / bailemos y cantemos / y hagamos el son”. Esto es un momento: Y cuando no es hora de recreación, en su ermita tan embebida en su Niño Jesús y sus pastores y su labor, que es para alabar al Señor, y en lo que dice que piensa (Cta 169, 1).

      Mariana Gaytán

      Fue admitida en Alba de Tormes en 1577. Se cuenta que cuando entró de niña en Alba era tan pequeña que la metieron por el torno. «Cuando se ponía triste o hacía alguna travesura, la Santa la solía amenazar diciéndole cariñosamente que la iban a despachar las monjas. Y como ya iba creciendo bastante, ella replicaba con sus más o menos de gracia y de burla: “Sea muy enhorabuena, si me sacan por donde me metieron”».

      Allí estaba cuando llegó la Santa en su último viaje a Alba; Mariana, la víspera de la muerte de la Santa, andaba «revolviendo entre sí, que si la Santa se moría, no le darían la profesión. La enferma, penetrando en su interior y acariciándole el rostro con la mano, le dijo: “No tenga pena, hija, que aquí ha de profesar”». Y de hecho profesó el 13 de diciembre de 1585. Murió en Tarazona, donde había ido a fundar. En 1612 fue nombrada priora de esa casa, muriendo allí el 13 de diciembre de 1615. Declara en el proceso de canonización de santa Teresa el 1 de abril de 1592.

      Casilda de Padilla

      De ella habla santa Teresa en el libro de Las Fundaciones, capítulos X y XI. Ingresó en Valladolid en 1573, todavía niña. Profesó en 1577. Por injerencias de su madre salió en 1581, retirándose, finalmente, a las concepcionistas de Madrid. Declaró en el proceso de la Santa de 1610. En su respuesta a la pregunta 51 declara que tuvo tan estrecho trato con la Santa, «que siendo de pequeña edad la abrigaba la Santa y dejaba adormecer en su regazo» (BMC 20, 416).

      Teresa de Cepeda: Teresita

      Hemos

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