Los papiros de la madre Teresa de Jesús. José Vicente Rodríguez Rodríguez

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Los papiros de la madre Teresa de Jesús - José Vicente Rodríguez Rodríguez Caminos

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pues que me sufristes,

      vuestra, pues que me llamastes,

      vuestra, porque me esperastes,

      vuestra, pues no me perdí:

      ¿qué mandáis hacer de mí?

      Las golosinas de la Madre Teresa no son para debilitar o aniñar a las almas sino para fortalecerlas y robustecerlas en el seguimiento de Cristo y en el cumplimiento de la voluntad divina, haciendo que el querer del Señor sea el alimento y la alegría de la existencia, pues, como dirá Teresa «es oliva preciosa la santa cruz, que con su aceite nos unta y nos da luz» (P 8: «En la cruz está la vida»).

      Capítulo 6. Los refranes de la Madre Teresa

      Apertura

      Antes de comenzar a dar cuerpo a este tema del refranero teresiano, me he dado un gran banquete, repasando los 65.083 refranes recopilados por Luis Martínez Kleiser en su Refranero general ideológico español, Madrid 1986; igualmente he repasado en el Teatro universal de proverbios, de Sebastián de Horozco, los 3.146 refranes, Salamanca 1986 (nueva edición). Tengo conmigo también el simpático libro del tiempo de la Santa, Dos refraneros del año 1541, publicados nuevamente por Juan Bautista Sánchez Pérez, Madrid 1944, con sus doce capítulos con refranes glosados en la primera parte del libro; y en la segunda parte con los refranes que recopiló Íñigo López de Mendoza por mandato del rey don Juan, Valladolid 1541.

      Una vez más me convenzo de la sabiduría que encierran los refranes, de los que podemos echar mano para condimentar nuestras conversaciones y concluir hasta alguna discusión. En el estudio preliminar de L. M. Kleiser se dice que en realidad, con solo contadas excepciones, los refranes son evangelios chiquitos, y por eso se asegura que los refranes no engañan a nadie.

      En busca del refrán

      Buceando por las obras de santa Teresa me he encontrado con unos cuantos refranes, que quiero presentar o glosar. Creí que iban a ser más numerosos, pero habré de contentarme con los que he encontrado, aunque más de uno se me habrá escapado.

      Hacer de la necesidad virtud

      Anda la Santa comentando la primera petición del Padrenuestro: «Sea hecha tu voluntad y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra». Y se encuentra con personas que no osan, que no se atreven, a pedir trabajos o sufrimientos al Señor porque piensan y temen que se los va a dar enseguida. Y les pregunta qué es lo que dicen cuando suplican al Señor que cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo. Y esto no estaría bien. Y cambiando de registro, añade: «Ahora quiero llevar por otra vía. Mirad, hijas, ello se ha de cumplir, que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo y en la tierra; creedme, tomad mi parecer, y haced de la necesidad virtud» (CV 32, 2-4).

      Y en una carta al padre General de la Orden, de 1576, le dice: «Yo soy siempre amiga de hacer de la necesidad virtud, como dicen, y así quisiera que cuando se ponían en resistir (a los visitadores: a Gracián) miraran si podrían salir con ello» (Cta 102, 6).

      A falta, como dicen, de hombres buenos...

      Santa Teresa solo inicia el refrán, no lo termina. El contexto en el que pronuncia este refrán es el siguiente: Habla de la fundación del convento de Soria en 1581 (F 30, 5-7). Uno de los padres que le acompañó fue el padre Nicolás de Jesús María (Doria), «hombre de mucha perfección y discreción», así lo califica. Hablando de la discreción de Doria que alaba, explica que era tan discreto «que se estaba en Madrid en el monasterio de los calzados, como para otros negocios, con tanta disimulación, que nunca le entendieron que trataba de estos, y así le dejaban estar. Escribíamos a menudo, que estaba yo en el monasterio de San José de Ávila, y tratábamos lo que convenía, que esto le daba consuelo». Y añade con gracia: «Aquí se verá la necesidad en que estaba la Orden, pues de mí se hacía tanto caso, a falta, como dicen, de hombres buenos». Aquí y así termina ella el refrán que concluye: «a mi marido le hicieron alcalde».

      Mudar costumbre es muerte, como dicen

      Se encuentra la Santa al principio de su priorato en la Encarnación de Ávila, adonde ha ido por obediencia; cuando escribe en carta a doña Luisa de la Cerda, contándole cómo va la comunidad de 130 monjas, y dice: «Con todo gloria a Dios hay paz, que no es poco, yendo quitándoles sus entretenimientos y libertad; que aunque son tan buenas –que cierto hay mucha virtud en esta casa–, mudar costumbre es muerte, como dicen» (Cta 38, 4). Cuando añade: «como dicen» está evidentemente refiriéndose a un proverbio, a un refrán. En Kleiser se puede ver una buena serie de refranes parecidos a este, el primero de los cuales, bajo el epígrafe «arraigo de las costumbres», es precisamente: «Mudar de costumbre, par es de muerte». Y en uno de los refraneros de 1541 se hace este glosa: «Lo que es muy usado está tan apegado a nuestras potencias y apetitos, que para desapegarlo es menester afligir nuestra persona, lo cual es quasi morir».

      De los enemigos los menos

      Curioso el contexto donde planta este refrán: V 20, 19. Habla de la oración infusa de quietud en la que queda cautiva la voluntad, mientras las otras dos potencias, la memoria y el entendimiento, no están quietas. Y el bullicio de las otras dos potencias le parece a la Madre:

      [...] como el que tiene una lengüecilla de estos relojes de sol, que nunca para; mas cuando el Sol de justicia quiere, hácelas detener. Pero, aunque estas potencias, memoria y entendimiento, tornen a bullirse, queda engolfada la voluntad, hace como señora del todo aquella operación en el cuerpo. Porque ya que las otras dos potencias bullidoras la quieran estorbar (de los enemigos los menos), no la estorban también los sentidos. Y así hace que estén suspendidos, porque los quiere así el Señor.

      En el Teatro universal de proverbios, n. 657 aparece tal cual este refrán: De los enemigos los menos. Y lo glosa el autor:

      Si tienes enemistad

      y algunos por adversarios,

      procura por amistad

      por fuerza o sagacidad

      hacer menos tus contrarios,

      ganando de continuo amigos.

      Que en cualquier tiempo son buenos

      y quitarte de hadarios,

      cuando de los enemigos

      vienes a tener los menos.

      Más vale al que Dios ayuda que el que mucho madruga

      Este refrán se lo recuerda en 1571 (Cta 36, 1) a doña Catalina Balmaceda, que había pretendido con anterioridad entrar de monja carmelita; finalmente entró y profesó en 1573. En uno de los refraneros del año 1541 aparece tal cual y se le aplica esta glosa: «La industria y diligencia humana, poco hace sin el favor de Dios».

      No estamos para coplas

      Esta especie de proverbio lo usa aludiendo a los momentos más difíciles de su Reforma: El padre General, víctima de falsas informaciones contra su obra; Gracián, en peligro; y los cuatro para ella indispensables Pío V, Felipe II, el Nuncio Ormaneto y Gracián, a quienes espera en Dios, que les dé vida, al menos uno o dos años, para remediar los problemas que pesan sobre su obra. En este contexto le sale este refrán: No estamos para coplas (Cta 98, 12); no estamos para bromas. Es un refrán perfecto para

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