Los papiros de la madre Teresa de Jesús. José Vicente Rodríguez Rodríguez

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Los papiros de la madre Teresa de Jesús - José Vicente Rodríguez Rodríguez страница 10

Los papiros de la madre Teresa de Jesús - José Vicente Rodríguez Rodríguez Caminos

Скачать книгу

bordar preciosamente teniendo delante el «dechado de Cristo Jesús», se vio abocada por obediencia a sus confesores y superiores a emprender una batalla sonada entre la rueca y la pluma. Escribir lo que le mandaban la quitaba de hilar y ella lo sentía porque estaba en convento pobre y había que ganarse el pan para sí y para la comunidad de monjas que había reunido. Las golosinas que ofrece la Madre Teresa a quienes la visiten ahora mismo son sus escritos, sus pensamientos, sus experiencias, sus consejos, sus ejemplos.

      Ella misma lo anuncia así, como quien anda haciendo propaganda de la mercancía: «Sabe Su Majestad que, después de obedecer, es mi intención engolosinar las almas de un bien tan alto» (V 18, 8). Esta palabra «engolosinar» la usa solo esta y otra vez, hablando de dineros que la hacían falta. El verbo «engolosinar» significa excitar el deseo de alguien con algún atractivo. El atractivo que la Madre ofrece es lo que llama «un bien tan alto». Y ¿qué encierra en esta frase? En ese capítulo 18 habla de oración, de lo que llama el cuarto grado de oración.

      Y trata de declarar la gran dignidad en que el Señor pone a quien lleva a este tan alto estado de trato con Él. Y este tan alto estado se puede alcanzar en la tierra, «aunque no por merecerlo, sino por la bondad del Señor». El título del capítulo lo cierra con este consejo: «Léase con advertencia, porque se declara por muy delicado modo y tiene cosas mucho de notar». Según ella, el Señor da como quien es, es decir, su generosidad no tiene medida; y estas golosinas, estos atractivos, los ofrece el Señor para que el alma se vaya olvidando de otras apetencias imperfectas y se vaya entrando y enamorando del interlocutor con quien trata en la oración. Con lo que recibe de Dios y con lo que va acumulando con su fidelidad al trato amistoso con el Señor, se va haciendo con un gran cúmulo de tesoros espirituales. Estas riquezas espirituales, por muy grandes y valiosas que sean, «no son nada en comparación de tener por nuestro al Señor de todos los tesoros y del cielo y de la tierra» (6M 4, 10). Si Cristo Jesús es camino, es vida, es luz, es alegría, es también «la golosina de las golosinas».

      La Santa, ya lo hemos oído, al escribir quería «engolosinar» a las almas con ese mundo riquísimo de la oración. Además de todas sus consideraciones y explicaciones para convencer a la gente, hay que fijarse en el modo serio y delicioso con que presenta a los interlocutores de la oración, al Padre Celestial y a Cristo Jesús. La presentación tan sentida que hace de ellos viene a ser para ella lo más fuerte en el camino de ese engolosinamiento, más aún: enamoramiento.

      Perlas textuales de la Santa

      «En negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo» (V 22, 10).

      «[...] en hacer otra cosa faltáis al verdadero amigo Cristo» (CE 13, 4).

      «Su Majestad nunca faltó a sus amigos» (V 11, 12).

      «Su Majestad es amigo de ánimas animosas» (V 13, 2).

      «Con tan buen amigo presente todo se puede sufrir; es ayuda y da esfuerzo. Nunca falta, es amigo verdadero» (V 22, 6).

      «¿Qué más queremos de un tan buen amigo (como Cristo) al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo?» (V 22, 7).

      «Su Majestad quiere a quien le quiere; y ¡qué bien querido, y qué buen amigo!» (V 22, 17).

      «¡Oh Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero...!» (V 25, 17).

      «¡Oh, quién diese voces por él (mundo) para decir cuán fiel sois a vuestros amigos!» (V 25, 17).

      «Se entiende Dios y el alma con solo querer Su Majestad que lo entienda, sin otro artificio para darse a entender el amor que se tienen estos dos amigos» (V 27, 10).

      «Puedo tratar como con amigo, aunque es Señor» (V 37, 5).

      «¿Quién más amigo de dar (que Dios), si tuviese a quién?» (F 2, 7).

      «Es muy amigo Su Majestad de ánimos animosos, no hayáis miedo que os falte nada» (F 27, 12).

      «[...] el verdadero amigo y esposo vuestro es Cristo» (CV 9, 4).

      «[...] mientras pudiereis no estéis sin tan buen amigo, no os faltaré para siempre; ayudaros ha en todos vuestros trabajos; tenerle heis en todas partes. ¿Pensáis que es poco un tal amigo al lado?» (CV 26, 1).

      «Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar, que no se os pone cosa por delante» (CV 27, 4).

      «[...] es amigo de todo concierto» (CV 28, 12).

      «Es el Señor muy amigo de quitarnos de trabajo, aunque en una hora no le digamos más de una vez el Paternóster» (CV 29, 6).

      «No es amigo de que nos quebremos las cabezas hablándole mucho» (CV 29, 6).

      «Estos, los que mucho le desean, son sus verdaderos amigos» (CV 34, 13).

      «Es muy amigo, tratemos verdad con Él» (CV 37, 4).

      «Es muy amigo (Dios) de que no pongan tasa a sus obras» (1M 1,4).

      Y formula la siguiente bienaventuranza: «¡Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí» (V 22, 7). Conociendo, pues, la condición de este interlocutor y amigo, queda claro una vez más que santa Teresa quería de verdad «engolosinar» a las almas con su magisterio sobre la oración, ese magisterio que llevaba adelante con tanto apasionamiento. Presentado Cristo Jesús como interlocutor y amigo, le falta tiempo para hablarnos deliciosamente del Padre Celestial, que es «tan amigo de amigos y tan señor de sus siervos» (CV 35, 2).

      Ya en el capítulo tercero, contemplando la grandeza de Teresa como hija de Dios, nos ha hablado ella de cuánto ha hecho y seguirá haciendo por nosotros el Padre Celestial. Y ha quedado bien claro que no es la mejor oración aquella en que podemos pronunciar muchas palabras sino la oración tan contemplativa que nos quedemos en silencio adorante y filial.

      ¿Cuál será la mejor golosina?

      Y acaso la golosina de las golosinas que infunde el Señor es, aunque pueda parecer otra cosa, el amor a la cruz del Señor. Y, mejor dicho, al Señor que murió en la Cruz por nosotros. En una de sus poesías a la exaltación de la cruz, nos evangeliza acerca de este tema:

      En la cruz está la vida

      y el consuelo.

      y ella sola es el camino

      para el cielo.

      Así arranca el poema y concluye:

      Después que se puso en cruz

      el Salvador,

      en la cruz está la gloria,

      y el honor;

      y en el padecer dolor

      vida y consuelo,

      y el camino más seguro

      para el cielo.

      Quien se deje engolosinar por la Madre Teresa seguirá su doctrina y volcará su alma y su persona entera en la siguiente entrega personal:

      Vuestra soy, pues me

Скачать книгу