Comunicación e industria digital. Группа авторов

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Es, también, a su modo, un símbolo de las tareas pendientes que nos interpelan como comunidad académica latinoamericana.

       Óscar Quezada Macchiavello Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima

Conferencias magistrales

      Las digital humanities y cómo diseñar experiencias cognitivas en la era de la analítica cultural

       Alejandro Piscitelli

       Universidad de Buenos Aires/ConectarLab

      RESUMEN: La imprenta de Gutenberg produjo el Misal de Constanza, su primer libro impreso en 1449, pero el dispositivo recién llegaría a las universidades europeas cincuenta años más tarde. La web ingresó en el mundo académico a principios de 1990, pero recién una década más tarde comenzaría a modificar en forma llamativa el modo de producción, distribución y consumo científicos. Con el advenimiento de la web 2.0, las redes sociales, el medium interactivo, las nuevas interfaces y los prototipos transmedia, en los últimos dos o tres años estamos viendo un cambio tectónico en la forma de aprender y enseñar. El movimiento de las humanidades digitales nacido el 2002 sintetiza muchas de estas indagaciones y promete un cambio radical (que llevará décadas) en las formas de autoaprender y de enseñar lo que no se sabe en el ámbito universitario. Hacia allá vamos.

      Palabras clave: Big humanities, big data, analítica cultural, distant reading, autoaprendizaje masivo, tecnoarte, cibercultura, visualización, información, prototipos, design thinking

       The digital humanities and how to design cognitive experiences in the era of cultural analytics

      ABSTRACT: The Gutenberg press produced the Constance Missal, their first book printed in 1449, but it would reach the European universities fifty years later. The web entered the academic world in early 1990, but only a decade later it would begin to change in a striking mode the production, distribution and scientific consumption. With the advent of Web 2.0, social networking, the interactive medium, new interfaces and transmedia prototypes, in the last two or three years, we are seeing a tectonic shift in the way we learn and teach. The digital humanities movement born in 2002 summarizes many of these inquiries and promises a radical change (which will take decades) in the forms of self-learning and teaching what is not known at the university level. Over there we go.

      Keywords: Big humanities, big data, analytics cultural, distant reading, self mass tecnoarte, cyberculture, information visualization, prototyping, design thinking.

       Deviniendo poshumanos y más aún

      Conocimos a Katherine Hayles en un evento organizado por la Media Ecology Association en México en el 2007. En ese entonces habíamos leído un par de sus libros: Chaos and order: Complex dynamics in literature and science (ed.) (1991) y How we became posthuman: Virtual bodies in cybernetics, literature and informatics (1999).

      Como la mujer, que hoy ya pisa los setenta años, no descansa nunca, año tras año fue profundizando en estas intersecciones desde la veta autobiográfica, como en My mother was a computer: Digital subjects and literary texts (2005), metiéndose de lleno en la literatura digital, o en Electronic literature: New horizons for the literary (2008), para finalmente publicar en el 2012 un impresionante conjunto de ensayos y reflexiones concentradas en la pregunta que se hiciera Vannevar Bush (1975) hace cerca de ochenta años en How we may think, con la diferencia de que ella no especula tanto acerca de cómo será el futuro sino que en How we think: Digital media and contemporary technogenesis (2012) trabaja con un detalle y una profundidad pocas veces vista antes, cómo escribimos, pensamos, investigamos, comunicamos, conectamos, etcétera, en el universo digital.

      Hayles trabaja en las huellas de Marshall McLuhan (1962) y de Lev Manovich (2008), pero también en el terreno balizado por Friedrich Kittler (1999) y Liza Gitelman (2006) y parte del movimiento de las humanidades digitales que toma a la era de la imprenta como un artefacto cultural que ya habría llegado a su ápice y estaría en reflujo.

      Para ella las tecnologías digitales se aprecian y valoran mediante un nivel estratificado de usos académicos. En el más básico están el e-mail, los sitios web de los departamentos universitarios, las búsquedas, los mensajes de texto, los archivos digitales, su diseminación, etcétera. Casi todos en la academia participan de este uso básico.

      Quienes llegamos más allá de esos usos primarios e instrumentales lo hemos hecho no solo de la mano de programas y plataformas sino también de una epistemología subyacente que está en las antípodas de la cultura letrada con su privilegio de las ideas y las discusiones abstractas, los argumentos hipotéticos y los juegos del lenguaje centrados básicamente en el «como si».1 Aunque hay muchas vertientes y variantes la cultura letrada —a excepción de sus herejes— en su mayoría está comprometida con una visión mentalista e individualista del conocimiento.

      Cuando ampliamos esa visión y postulamos una cognición extendida (Lakoff [1999]; Varela, Thomson y Rosch [1992]) en la cual el pensamiento y la acción humanas se ven enredadas más allá de la computadora aislada y dentro de una ecología de acciones e intervenciones colectivas, hasta la propia actividad académica se ve profundamente subvertida. Ello ocurrió cuando los académicos empezaron a utilizar las tecnologías como punto de partida para los procesos de reinvención de la investigación.

       Las humanidades digitales están pasando de la etapa Lumière y Méliès a la etapa Griffith y Eisenstein

      Las humanidades digitales muestran cómo las formas de hacer humanidades y ciencias sociales se han visto afectadas en todas sus fases: investigación, comunicación, enseñanza, mentorazgo, acreditación, evaluación de pares y, sobre todo, la (re)-articulación de la academia con la sociedad, al punto de que resulta llamativo e incomprensible el intento de muchísimas instituciones por seguir operando como si viviéramos a principios, a mediados o a fines del siglo XX. Tanto en términos de docencia como de investigación.

      Se trata, pues, de un nuevo nivel de involucramiento en el paradigma digital ligado al diseño e implementación de programas de investigación en medios digitales. En este plano intervienen en la puesta a punto cuestiones ligadas al diseño, la navegación, la gráfica, la animación y su integración conceptual. Lo significativo aquí es la fuerza argumentativa que tiene cada una de estas dimensiones con su apuesta crecientemente intensificadas hacia el trabajo colaborativo en las antípodas del autismo epistemológico propio de la investigación centrada en un tema, en una cabeza, en una tradición de pensamiento y en una carrera profesional individual.

      Al trabajar colaborativamente, el académico digital puede incluir fácilmente a los estudiantes en los proyectos, y la apropiación de la web forma parte constitutiva de cualquier emprendimiento. La clase ya no alcanza como espacio para contener el trabajo y se abre el camino a los labs como espacios de trabajo colaborativo, y a los estudios en donde se producen e implementan nuevos dispositivos. He aquí el trípode inexistente e invisible para la academia tradicional de «qué es pensar/hacer» en la época de la web masiva. La tecnología no solo está cambiando el modo de «hacer» humanidades y ciencias sociales sino también el sistema educativo (especialmente el universitario) en su conjunto.

      Actualmente estamos asistiendo a una segunda o tercera generación de digital humanities (Berry 2011) a las que Hayles bautizó

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